La introducción (a modo de escueta a la par que reveladora síntesis) versa “Manuel Belgrano creó la bandera argentina en 1812 pero hasta el día de hoy la verdadera historia permanece oculta..., en este libro perdido durante décadas se halla..., el autor es la única persona en saberla..., ¿los lectores podrán descubrirla?”, restando evidente desde la misma el carácter educativo de una propuesta cuya calidad rezuma desde el propio objetivo (radicalmente distintivo respecto a los del amplio mercado en el que se engloba por las características expuestas en los siguientes párrafos); los componentes son 100 cartas (de autor, comidas, lugares, personajes y situaciones), 28 troqueles (de banderas, columnas, peones y sobres), 4 dados (de colores) y 1 manual (de instrucciones en español o francés) en una fantástica caja.
Concepto
Se trata de un juego cooperativo (de dos a siete personas) en el que un participante encarna el rol del propietario del tomo para, sin pronunciar palabra alguna, lograr que el resto descubra los auténticos hechos históricos (a partir de un código secreto compuesto por los cuatro poliedros del interior del volumen) enviando imágenes de ensueño (así como sobres con la cantidad de dígitos correctos sin desvelar cuáles); para ello, los descifradores deberán memorizar e interpretar las cartas elegidas en todos los turnos en aras de responder con éxito a varias preguntas acerca de la confección del gallardete de Belgrano (“con quién”, “cómo”, “dónde” y “qué comieron”), una tarea mucho más compleja de lo que pudiera parecer a priori ya que depende tanto de la eficiencia del comunicador como de la perspicacia de los receptores.
Mecenazgo
Los niveles de aportación para conseguir los 1500€ de la meta principal oscilan desde apenas 1€ (contribución altruista) hasta 54€ (dos ejemplares) para particulares, contemplándose además uno exclusivo de 255€ (diez copias) para tiendas, conviniendo destacar que los gastos de envío están incluidos para todo el territorio europeo con la básica de 29€ (un juego completo), en cualquiera de los casos gozando el patrocinador de un pequeño ahorro en relación al precio de venta al público oficial (evidentemente superior a este); como desbloqueable adicional (cabe recordar que el cometido esencial de la editorial es crecer como tal), mencionar que de superarse los 10.000€ (una cifra muy ambiciosa a corto plazo pero asequible a largo) se habilitará “1884: París”, la nueva entrega de la saga que se pretende patentar.
Responsable
El artífice es DS4 Games, sello de reciente fundación formado por Diego Simonet (creación), Sol Dillon (diseño) y Facundo Rodríguez (ilustración) cuya firme intención es sumergir al consumidor en la época tratada despertándole curiosidad e interés para que aprenda sus singulares ambientes y costumbres, siendo este el primero de muchos casos de una serie basada en la misma mecánica pero diferentes misterios (o como quiera llamarse a la intríngulis lúdica); tras el éxito cosechado en territorio argentino (con una tirada de quinientas unidades) su sueño no es otro que el de seguir expandiéndose por el globo terráqueo, sin descuidar nunca los aludidos orígenes sociales de cada zona que proclaman fervientemente desde la humildad (y especialmente escrupuloso respeto) más absoluta que uno conjeture.
Trazabilidad
El dinero recaudado se destinará íntegramente a sufragar la producción, estimándose las remesas al mes de consumarse el mecenazgo, aunque es menester adoptar una postura flexible y paciente ante posible demoras que puedan acontecer a causa de la delicada situación actual; atendiendo a que las excelentes opiniones de quienes ya han probado la obra (“cada partida que jugábamos me sorprendía las diferentes maneras que tenemos de relacionar cartas” afirma Javier A., “las tomas de decisiones de los lectores responsables es muy grande y provoca mucha adrenalina” asegura Manu G. y “en este juego desarrollas el trabajo en equipo” asevera Facundo C.), solo queda aconsejar a propios y extraños a que adquieran la suya porque, de buen seguro, la disfrutarán en compañía de quienes ellos deseen.
Valoración
“Hola Daniel..., gracias por apoyar nuestro proyecto y difundirlo..., hace tres años que comencé junto a mi pareja y hemos invertido mucho en este juego porque realmente nos gusta y le vemos mucho potencial..., pero estamos en un mundo desconocido donde se necesitan contactos y mucho marketing..., por eso vuestra ayuda puede venir muy bien... gracias..., merci”, así versa la sentida dedicatoria que el responsable ha adjuntado a esta humilde página junto a un ejemplar en primicia para realizar la presente cobertura; la misma (citada literalmente para corresponder mínimamente tanta gentileza) está sita en una postal que plasma cierto pasado deportivo (concretamente de jugador de balonmano), lo cual no hace sino evidenciar la valía multidisciplinar de la mente pensante (junto a sus inestimables aliados) detrás de la idea. Abriendo el paquete de envío (de dimensiones ajustadas amén de estar protegido adicionalmente con papeles a tal efecto) congratula infinitamente una caja digna (sin exagerar un ápice) de exponerse en cualquier colección que se precie, pues su fidelidad a la realidad es tal que merece una mención aparte, dudando uno de veras de si es el objeto que emula en caso de encontrarlo en una estantería junto a otros podría reconocerse; para aquellos aún despistados (a pesar de haberse especificado ya anteriormente en la crónica) aclarar que se trata de un libro que luce espléndido en la portada (título completo), el anverso (datos técnicos) y el lomo (pormenores participativos) del exterior, así como en la cuna (debidamente customizada) y los componentes (analizados en las líneas venideras) del interior del tomo. Las fichas resultan sumamente clarificadoras pese a ser minimalistas (apenas una figura sombreada en cada una de ellas), tanto las de lector (puede que la de situación sea algo confusa pero las de bandera, comida, lugar y personaje no ofrecen la menor duda), como las columnas (con formas de lápidas serigrafiadas del uno al seis en romano en un alarde más de adecuación contextual) y los sobres (con cinco tipologías que transitan desde cero aciertos hasta cuatro según corresponda), cabiendo destacar que todas son fácilmente destroquelables; a los anteriores materiales les acompañan sus respectivas peanas (de plástico en contraposición al rígido cartón) y cuatro dados (de otros tantos colores de corte puramente clásico), optimizándose la experiencia al leer detenidamente las peculiaridades. No obstante, la obra pivota sobre las cartas de autor, un total de cuarenta subdivididas en las categorías de “comidas” (arroz con leche, asado, bizcochitos, carbonada criolla, empanadas, locro, mate, pastelitos criollos, pollo y vino), “lugares” (Centro de Buenos Aires, El Cabildo, El Fuerte de Buenos Aires, La casa de Tucumán, La Quebrada de Humahuaca, Las Cataratas del Iguazu, Las Ruinas Jesuíticas, Luján, Río Parana y Viñedo), “personajes” (ama de llaves, caballero, dama, fraile, gaucho, granadero, indio, lavandero, sereno y vendedora de empanadas) y “situaciones” (baile de salón, batalla, cárcel, cena en familia, imprenta, juego de cartas en el bar, llegada al puerto de Buenos Aires, misa, pato y viaje en carruaje); la penúltima categoría está en vertical y el resto en horizontal, enamorando sin remedio en conjunto. A ellas hay que sumar las sesenta de autor, una delicia para los sentidos entre las que destacan (a criterio propio sin desmerecer a las demás) las de la catarata numérica, la isla contaminada, la marioneta temporal, la serpiente enjaulada y la torre ambulante, optando por describirlas metafóricamente para mantener intacto el factor sorpresa que supone descubrirlas por uno mismo; las primeras partidas se alargarán algo más de los veinte minutos estimados debido a la incomprensión de una mecánica que prontamente se asimila siguiendo escrupulosamente una normativa (se omitirá para no desvelar algún que otro incentivo), siendo las contiendas dinámicas donde las haya asumiendo uno el rol de autor (guiando) y el resto de lectores (deduciendo), enfatizándose el carácter colaborativo en todo momento.
Las confesas (en la propia presentación de la campaña) reminiscencias a los populares Mastermind y Mysterium en la vertiente deductiva y a cualquier entrega de la franquicia Dixit en la comunicativa son evidentes (salvando las enormes distancias presupuestarias), aunque la rejugabilidad de este es holgadamente mayor al interferir en el devenir varios factores que, por otro lado, nutren de rigurosidad histórica a tan loable entretenimiento; huelga asegurar que se ha cuidado hasta el más mínimo detalle de la puesta en escena, siendo este el aspecto más cautivador (ni mucho menos el único) de una especie de ejercicio introspectivo a partir de apasionantes e intuitivas acciones a cada cual más admirable que la otra, conformando un gran abanico de opciones que se traduce en decenas de horas de diversión.
Como aspectos negativos podrían citarse los espacios para situar los dados (se antojan algo delicados ya que la separación distributiva es poco consistente), las tipologías de personajes (inducen a errores al no diferenciar entre profesiones o nacionalidades), el cierre exterior (no es fijo por ningún lado pese a resistir sellado por inhercia), la bolsa de plástico incluida (no permite un almacenamiento holgado siendo conveniente disponer de otra para no dañar la integridad de las piezas) y la estructura del reglamento (es esencialmente visual sin abundar las explicaciones complicando por ende su entendimiento); por el contrario, la preparación es rápida (prácticamente instantánea), la aproximación a la cultura argentina es magistral (la muestra del patrimonio albiceleste es espectacular a la par que precisa) y un sinfín de positivismos más. A modo de conclusiva confesión, al término de las instrucciones consta “después de un verano entero jugando con amigos se nos ocurrió crear 1812..., estoy convencido de que en Argentina se puede desarrollar gradualmente una cultura moderna de juegos de mesa..., quería sumergir a los jugadores detrás de la escena de la creación de la bandera argentina..., es una oportunidad de transmitir algunos conocimientos mientras se juega..., me gustaría que se convirtiera en un juego que los argentinos quieran tener tanto en sus casas como en las escuelas..., espero que disfruten tanto el juego como nosotros creándolo”; ante tanta sinceridad solo resta instar a la adquisición de un trabajo rico en matices tangibles y, sobre todo, pedagógicos, indiscutiblemente recomendable tanto para jóvenes como para adultos.