“Sherlock #10”, de GDM Games
La décima (no es de extrañar que se haya alcanzado dicha cifra atendiendo al rotundo éxito desde sus inicios) oleada de Sherlock presenta tres nuevos casos que respetan religiosamente las características técnicas ya conocidas previamente (cada uno basado en una baraja de treinta y dos cartas, limitado a una única e irrepetible velada al conservarse intacta la trama, con una duración aproximada de sesenta minutos, a un precio unitario de ocho euros, con una edad mínima recomendada de diez años, para proceder de uno a ocho participantes...); la misión es también la misma a la originalmente patentada (para qué modificar un ápice una fórmula que tan bien), resolver un misterio oculto (la sinopsis sita en la hoja reglamentaria introduce al respetable en la historia pudiéndose asimismo escuchar al escanear el código de la caja) examinando adecuadamente las pistas (algunas directamente identificables pero otras sabiamente disimuladas en matices difícilmente deducibles como manchas y objetos) siendo clave para consumarla triunfalmente la cooperación e incluso intuición.
En ¿Dónde está Alba? el cometido es ayudar a una madre preocupada por dónde se halla su hija desaparecida al salir de clase a raíz de unas pesquisas distribuidas en veinticinco notas (aficiones, agendas, búsquedas, confesiones, cuadernos, eventos, exámenes, listas...) amén de solamente siete esbozos (carteles de teatro, habitaciones de casa, líneas de autobús, mapas de metro...) como elementos; el telón de fondo promete una apasionante indagación sobre la cronología llevada a cabo que en resumidas cuentas deriva sin pretenderlo en hipótesis bastante dispares (la experiencia así lo confirma), concibiendo para los menores del hogar un mayúsculo reto en el que la superposición de ideas es fundamental para dilucidar la enrevesada e inconcluyente intríngulis que no obstante exprime el escaso arte (de una omnipresente Amelia Sales que como era de esperar formaliza sus aptitudes sin fisuras en la tríada que ocupa como colaboradora esencial destacando una vistas cenitales de órdago que recuerdan a viñetas de cómic por las delicadas e ilusionantes recreaciones) del que hace gala.
En Incidente canino un joven llega a su humilde (por adjetivar sin ofender un domicilio ubicado en un barrio presuntamente pudiente) morada con las zapatillas sucias de heces con el firme propósito de descubrir al culpable (la premisa en efecto absurda como pocas se convierte en interesante por la explicitud elegida) entre los sospechosos humanos (chófer, farmacéutica, jubilado, maestra o veterinaria) circunscritos en el ámbito perruno (Border Collil, Bulldog, Golden Retriever, Pastora Alemana o Rottweiler) con veinte dibujos (edificios, fichas, horarios, huellas, comercios, profesiones...) más doce declaraciones (algo redundantes); la resolución se antoja confusa e imprecisa (eliminar potenciales artífices por difusas distancias e indicios con pruebas privativas para daltónicos no encandila), sin embargo el aprovechamiento de determinada herramienta multimedia (escuetos archivos digitales con sonidos que justifican la presencia de al menos un adulto supervisando la contienda) así como el requerimiento de elementales e instructivos cálculos matemáticos la tornan celebrable.
En Villa Diodati una célebre escritora trata de averiguar qué ocurrió cuando intentaron usurparle su aclamado manuscrito a través de veinticuatro diarios (anécdotas, fechorías, recetas...), seis creaciones (animales, estancias, protagonistas...) y dos portadas (libros); el exceso de información textual en detrimento de la visual no agradará a quienes gusten de una puesta en escena espectacular (tampoco la ilustración trasera nulamente centrada ni un prescindible detalle tórrido), pero la ocasión demanda imperiosamente semejante narrativa para que a la postre (expresión nunca mejor traída a colación) todo case racionalmente en este loable homenaje a cierta novela clásica (en especial a la excéntrica compañía de alta curia de su autora con una exótica fauna como la jirafa Mary Gray, el gato Mad Jack, el pavo Zambo, el perro Boatswain III o el simio Foulweather) con presumible juego de letras (suprimiendo la primera de la edificación se puede leer “idiota” además de la simbólica connotación de la frase “demasiados ojos amarillos si no hay de por medio una ictericia”) para mayor mérito.
Como siempre (el hecho de no alterar la metodología es eternamente plausible al interiorizarse para pasados o futuros títulos), cada detective analiza sus naipes compartiendo con el resto solo las palabras marcadas (aquello subrayado o contenido en la imagen que simula un trozo de cinta de cartón) revelándolos o descartándolos según valore si es relevante o no (cabe recordar que repercutirá en el recuento final) robando tras ello otro del mazo (hasta que se agoten), poniendo en común las teorías suscitadas (lo ideal es hacerlo paulatinamente porque seguramente variarán) para consensuar qué ha sucedido en aras de responder las cuestiones planteadas (diez en total con cuatro posibles opciones) obteniendo como consecuencia una puntuación concreta (con su respectiva catalogación); las competencias educativas asociadas a tan majestuosa línea editorial vuelven a ser la comunicación oral, la síntesis lectora, la confrontación problemática, el razonamiento probativo, el aprendizaje grupal e individual, la actitud positiva, la agudeza perceptiva y la creatividad imaginativa, entre otras.
El talento de los responsables (Ricard Ruiz en el estándar y Josep Izquierdo junto a Martí Lucas en las versiones Junior) es desbordante (por enésima vez logran sorprender con solemnidad e ingenio alejándose de los abundantes tipicismos que priman en trabajos similares del mercado), combinando con maestría singulares ocurrencias argumentales (los hilos conductores terminan definidos pese a que al principio parezca quimérico); la colección completa hasta la fecha luce cómo muestra la siguiente captura (qué mejor manera de ejemplificar la longevidad que así), instando a todo el mundo a que adquiera una obra (la que esté en sintonía con sus gustos pues las índoles son cuantiosas e incomparables) para comprobar cuán entretenida es (obviamente en solitario la diversión mengua ostensiblemente haciendo valer el popular refrán catalán “quants més serem més riurem”) aunque pertenezca a entregas anteriores ya que probablemente aumenten la ludoteca en breve comprando (o intercambiando con allegados a causa de la fugaz vida útil real) más.
Daniel Espinosa, a fecha 28 de septiembre del 2023