La introducción (debidamente modificada para no desvelarla en su totalidad en aras de preservar cierto misterio) versa “quién iba a imaginar que bajo el Museo Cultural de La Capital se escondería esta gran oportunidad..., las puertas de La Clepsidra se abren para reclutar a cronistas con ganas de conocer más sobre el mundo que les rodea”; el trasfondo es pedagógico a la par que complejo, evidenciando el hecho de que aunque el principal (ni mucho menos el único) público al que vaya dirigida una propuesta sea el infantil no significa que la misma deba urdirse desde una vertiente trivial como en muchas ocasiones sucede sin que nadie sepa el por qué de tan insustancial misericordia.
La historia se enmarca en un utópico multiverso (plural donde los haya) en el que la estabilidad del espacio-tiempo está en peligro y la única solución es recomponer el pasado para que el presente y el futuro estén asegurados, siendo cada contienda única pese a que el recorrido (desde “Una visita para el desastre” hasta “Esta Gioconda es la monda”) esté preestablecido en los capítulos (de hecho el último es un índice en el que se especifican las etapas disponibles); la serie es inédita hasta al momento, traduciéndose en el primer capítulo de lo que podría ser una longeva saga exploradora de recónditos lugares con una importante base educativa a exprimir por los intrépidos usuarios.
El contenido se limita a un libro (dados de ocho caras, fichas, lápices y gomas también son indispensables amén del atrezo), pero lejos de antojarse un material escaso se percibe totalmente oportuno atendiendo a las circunstancias al detallarse excepcionalmente la ambientación (completa e inmersiva) de las expediciones a realizar con el pasaje del Cronos (la locomotora que servirá para transportarse de un lugar a otro); el manual forma parte del propio volumen (íntegramente en español), albergando espectaculares ilustraciones así como explicándose minuciosamente (hasta con una partida de ejemplo e incluso plantillas) las básicas pero versátiles normativas a respetar.
Los personajes abarcan un buen abanico (como Marualuisa Espiral, Monsieur Passepartout, Laverne Piñón, Turbillón, Syrah, Humberto Ponzoña y Margaret Zascandil, entre otros), cada cual con sus características (tanto positivas como negativas) y habilidades (subdivididas en las tipologías físicas, sociales y tecnológicas); la duración estimada de cada partida es indeterminada (depende de demasiados factores como para estimar una), siendo un enorme entretenimiento con opciones secundarias (con herramientas como retenedores, ciberbabuchas, vocéfonos, yonohesidos, aguamansas, deslizadores, vestigiadoras...) al que sin duda brindar cientos de horas.
Los jugadores que pueden participar son de dos a cinco (cabe señalar que siempre tendrá que haber uno adicional que será el que ejerza de guardavía para guiar a los cronistas en su avance argumental), aconsejando fervientemente un servidor (en contra de lo habitual) alcanzar dicha cantidad máxima para un disfrute óptimo; la edad mínima recomendada es de cinco años, pues si bien es cierto que la dinámica es de fácil asimilación no lo es menos que dominarla es casi quimérico para quienes no estén familiarizados con esta clase de trabajos en los que el rol (aquella actividad en la que cada participante desempeña un papel) es el genuino epicentro de absolutamente todo.
El tamaño del tomo es el estándar (con un grosor del lomo que bien merece una mención a parte por el sumatorio de calidad que supone sin ser nada desdeñable la del resto), facilitando sobremanera su portación a (casi) cualquier lugar el excelso acabado global (tal vez superior al esperado al financiarse humildemente vía Verkami con un micromecenazgo a la postre rotundamente exitoso) con un majestuoso resultado final que no decepcionará a nadie; el precio oficial de venta al público es de veinte euros, cantidad dineraria plenamente justificada a tenor de lo expuesto a lo largo de la crónica que ocupa y un sinfín de motivos omitidos para no eternizar el escrito.
El responsable es David Díaz (con la inestimable labor asistencial de Pak Gallego, maquetadora de Marc Simó e ilustrativa de Alba Aragón) en una sinergia entre Detective Papaya y GDM Games para lanzar al mercado tan recomendable producto; el catálogo de la firma es holgadamente conocido para los seguidores de Cementerio de Noticias, conviniendo destacar (al guardar bastantes similitudes) el magnífico 8 tesoros, juego en el que se encarna a pequeños grumetes para surcar los ficticios (o tal vez no tanto) mares de un océano en el que es prácticamente imposible no emocionarse rememorando ese espíritu aventurero innato que todo ser humano hospeda en su interior.