“Bitmax y sus amigos se pasan la vida jugando”, así versa el inicio de la sinopsis oficial de una idea que pivota sobre un puzle de treinta y seis piezas (distribuidas en troqueles de alta calidad) no tan simple como se presume (por todos es sabido que las apariencias engañan), pues a partir de cuatro modalidades totalmente distintas entre sí las opciones de disfrute son sumamente plausibles; así pues, el clásico “puzzle” (la coordinación es esencial), los cooperativos “el ayudador” y “el personaje” (la observación y la memoria respectivamente son claves) y el competitivo “el buscador” (la estrategia determinará el vencedor) conforman un abanico de variantes realmente meritorio, siendo la última (las demás se adecúan a los quince minutos por partida de estimación) la que más tiempo requiere por todas sus peculiaridades.
Las dimensiones de la caja no están en sintonía con el contenido (el espacio sin ocupar es mayor que el aprovechado antojándose mejor uno estilo dominó), dificultando injustificadamente su transporte pero permitiendo guardar complementos ajenos para ambientar las veladas para tornarlas inolvidables; en cuanto a la cuna, en un lateral exterior (la parte interior está prodigada al no lucir nada en ella) presenta algunos de los títulos de Bitmax & Co (la franquicia en la que se inspira la obra que ocupa concretamente con “El dragón de oro”, “El robot del bosque”, “Paolo el perro pastor”, “Salvemos a Evo” y “Super cerdo”) y en otro uno de GDM Games (la firma que comercializa el trabajo con diferentes productos de “Room: Agus & Monsters”), restando vacíos los otros dos amén de con el logotipo de rigor con su oportuna coloración.
Los manuales (perfectamente traducidos al alemán, catalán, español, francés e inglés) complican el almacenamiento de los elementos (la escasa compactación de los mismos de estos es una trivial pero considerable problemática a mencionar), mas que solo detrás de uno se halle la ilustración de referencia al completo (valga añadir que es pura fantasía además de servir de guía visual) no se entiende demasiado al constar más expresiones que instrucciones propiamente dichas; no obstante, sin olvidar en ningún momento que la propuesta va dirigida a un público básicamente infantil, los artífices (Jaume Copons, Liliana Fortuny y Pak Gallego) incluyen decenas de frases (como “¡creo que iba más hacia aquí!”, “¡no está en su sitio!”, “¡qué emoción” y “¡no acierto ni una!”) a cada cual más divertida que la otra.
Nombres como Areta, Baba, Balboa, Boris, Bovary, Dante, Deniro, Dimitri, Diógenes, Faraday, Frida, Hamlet, Irlanda, Joplin, Kafka, Paolo, Rufus, Sinatra, Stero, Trunucs, Wagner, Mus o Paul (curiosamente se repiten los de Dimitri y Garfunkel por motivos presumiblemente erráticos) invitan a conversar sobre sus orígenes para que la velada sea más educativa si cabe; por otro lado, el maravilloso arte conceptual plasma una fauna que engloba ardillas, búhos, cerdos, conejos, gallos, gusanos, jabalíes, luciérnagas, mariquitas, murciélagos, osos, patos, ranas, ratones, tortugas y zorros (junto a otros seres como robots de compleja catalogación pero misma fascinación) con una maestría tal que resulta imposible no analizarlo durante largos períodos sin otro cometido (que no es en absoluto un acto baladí) que el de admirarla.
Aunque se indica que se proceda de una a seis personas (a partir de una edad mínima aconsejada de cuatro años) la verdad es que contemplar una vertiente solitaria siempre es celebrable pero en este caso no es equiparable a la grupal a causa del sentimiento de pertenencia que despierta esta última, logrando (incluso en los duelos) que todos los presentes deseen participar activamente pese a que, conviene señalar, es menester cierto cuidado (tampoco exagerado) para mantener intacta su integridad (los materiales de fabricación son rígidos pero vulnerables a indebidas manipulaciones); por ello, el precio de venta al público (menos de veinte euros) puede percibirse algo excesivo, pero si uno se detiene a valorar la implicación subyacente a la postre dilucidará que lo ofertado supera con creces el desembolso.