- Las horas muertas 18-04-2024 16:58 (UTC)
   
 

                        “Las horas muertas”, de Jorge Caneda

Las horas muertas

Antesala

Sinopsis

“Samuel e Izan viven aislados en una casa al borde del acantilado... hace años que no ven un infectado de cerca... el anciano, testigo del mundo previo al apocalipsis climático que estalló hace décadas, está obsesionado con sobrevivir lejos de los zombis y de los humanos... a diario lucha contra las inquietudes de su nieto, quien ansía saber qué habrá más allá de las estacas que los protegen... la rutina diaria se rompe cuando Samuel lleva por primera vez al joven a explorar un pueblo... allí encontrarán un sucio cuaderno con un extraño mensaje”.

Aclaración

Según el propio autor el libro “era un thriller con una trama diferente y con más personajes donde se mezclaban política, milicia, sentimientos y desamores... demasiado para cuando escribes sin brújula”; no obstante, “encontré un mapa para esta historia... Samuel, Izan y la casa es lo único que se conserva en esta novela de aquel primer borrador”, y así, merced a la ayuda de personas como las que se mencionan en agradecimiento (su hermano Javier, Rafael Pontes, Cha Eun y Alexia Jorques), se publicó el producto objeto de esta reseña.

Las horas muertas

I.   El pueblo

Capítulo 1

El costumbrismo y la curiosidad (la respectiva esencia de los protagonistas) comparten santuario (uno tremendamente seguro a juzgar por los medios de defensa y autoabastecimiento) racionando el consumo (tanto de alimentos como de ideas) mientras los menos afortunados buscan desesperadamente presas que sacien su hambruna en un mundo en el que la esperanza hace décadas se esfumó precisamente por la desidia para con la siempre sabia (e incensurable) naturaleza; “el cambio climático nos dio una lección”.

Capítulo 2

La emoción hace acto de presencia al trazarse un plan ante desagradables sorpresas (al menos hasta donde la imaginación alcanza ya que la incerteza forma parte del inhóspito panorama) con armamento (una ballesta con decenas de flechas así como dos afiladas lanzas bastaría para abatir a un enemigo estándar pero las amenazas son diversiformes) e incluso vestimentas para la ocasión añorando la comodidad del hogar desde el segundo cero de la partida; “no siempre el trayecto más sencillo en apariencia es el más rentable a la larga”.

Capítulo 3

Los resquicios de una civilización que en su día fue próspera ven la luz cuando el joven encuentra un tocadiscos (tras una odisea en la que el peligro casi lo sentencia) para comprobar en su propia piel que la leyenda que aseveraba que la música era un lenguaje universal era cierta mientras el anciano no deja de cavilar suposiciones sobre una decisión tan complicada como conflictiva (al igual que cierta anécdota que comparte con quien más quiere) sin descuidar su cada vez más exigente (eternamente protectora) labor doméstica; “nadie hace nada”.

Capítulo 4

Los remordimientos invaden a un integrante de la dupla mientras el otro cuestiona su propia existencia al recibir una salvaje (por el origen del animal) e inesperada (por la sinrazón del suceso) visita (o más bien en plural) que despierta pasajeros recelos en un panorama en el que las reglas morales habían desaparecido (como cierto integrante) por completo desvirtuando una enfermedad a la que se hace mención expresa sin incidir en ella recordando instantes e incidiendo en fatales errores conductuales; “la solución existía pero nadie quiso aplicarla”.

Capítulo 5

La plácida estabilidad se desmorona entre sinuosas e intimidantes sombras menos incipientes que el lamentable estado de forma del anciano (aceptando que tiene una edad comprendida entre los sesenta y los ochenta años) más mermado si cabe por los angustiosos acontecimientos recientes en los que el deambular absurdo de una manada deriva en un hallazgo que promete cambiar radicalmente el rumbo de una odisea en la que el actual período estacional reclama atención; “nos han salvado y todavía tienen un cometido que cumplir”.

Las horas muertas

II.  El cuaderno

Capítulo 6

La desidia se torna complicidad cuando se entabla cierta relación (con intereses mutuos de por medio) en mitad de una situación crítica donde las haya en la que los héroes (de qué otro modo se puede definir a quien afronta semejante reto) evitan a una procesión de pensantes (por englobar en dos vocablos la definición que se les otorga) gracias a la inestimable ayuda de una nueva mascota que franquea la fortaleza avivándose un componente (pseudo)erótico inaudito hasta la fecha; “son el espejo al que debemos mirarnos y que nunca debemos olvidar”.

Capítulo 7

La irrupción de un ser mutante (se modifica aquí la denominación para hacer más rico el diccionario de sinónimos) con las respectivas cavilaciones sobre el por qué de su comportamiento (sin ofrecer grandes avances) mientras se comprueba el desastre productivo causado por el adverso temporal e incide en el testimonio tangible (léase el cuaderno) de quien desconocen si es un sabio o un impostor pero sin discusión alguna un estratosférico incentivo mental tan estimulante (o más) como el del exterior; “el amor ha dejado de existir”.

Capítulo 8

El sacrificio que suponen las tareas diarias en tan desolador escondite es tan alto como el nivel de obscenidad (entendida como mera atracción sin carnalidad) que el dócil (más de lo que piensa) quinceañero reprime al igual que simula su conformismo con una acentuada parsimonia narrativa (en este tramo los menos pacientes se desesperarán pero quienes valoren la profundidad se regocijarán sobremanera) que hace presagiar un frenetismo inminente si se juzgan los auspicios que se dejan entrever; “la violencia es ahora su sello”.

Capítulo 9

Un tratamiento hasta ahora ineludible se abandona por decisión propia para conocer si es el causante de la sintomatología que padece quien lo sigue en un acto instintivo (casi obsesivo) por (re)descubrirse a sí mismo (no desde una perspectiva egocéntrica sino desde una introspectiva) ya que jamás había dedicado un solo segundo a ello aunque la verdadera preocupación llega cuando el teórico cuidador realiza una serie de sospechosas e inquietantes acciones como visitar cierto lugar a horas intempestivas; “los perros son como un puente”.

Capítulo 10

El desliz (sutilmente provocado al desobedecer una estricta orden acatada desde que el afectado tiene uso de memoria) en una mentira mantenida durante nada menos que tres lustros (la edad que tiene el joven) propicia que la susceptibilidad (en el más amplio sentido del término) sea total en la que se presume (a la larga) una fatal confrontación entre hombres (limitando la catalogación al género) que (casi) dilapidará cualquier atisbo refutado de confianza ciega entre ambos; “nuestra sociedad futura no debe caer en los mismos errores”.

Las horas muertas

III. El sótano

Capítulo 11

La repetición de operaciones de uno y otro (prácticamente automatizadas para realizarlas como si fueran robots) guarda el propósito oculto de saber la dimensión sobre qué está ocurriendo realmente (algo tremendamente turbio que ni el más experimentado en estos lares pudiera haber tan siquiera imaginado) hallando una que ni en la peor de sus pesadillas desearía experimentar sin sombras suficientes en la penumbra por las que guiarse con un espectacular símil lúdico;  “nadie puede liderar en un grupo de seres irracionales”.

Capítulo 12

La reyerta continúa en desigualdad de condiciones con otras herramientas para lidiar (por referirse de un modo injustamente tranquilizador al asunto) con los fantasmas que ahora campan a sus anchas por la morada del terror en estado puro como si de una película se tratase (las emociones se transmiten a las mil maravillas) con una metodología que de ser debidamente estudiada puede combatirse con perspicacia e inteligencia igualándose (a intervalos fugaces) expectativas y fuerzas; “ahí afuera no hay más que dolor y crueldad”.

Capítulo 13

La delgada línea que separa la rendición (por la extenuación) de la redención (por el perdón) se hace latente a medida que el muchacho se aproxima a su meta (mentor mediante) con la rabia dando paso al odio (la empatía que despierta es inmensa) cuanto más se atisba la misma pese al constante e insufrible dolor que sufre quien abandera dicha hazaña (es decir el menor de los descritos desde el inicio) evitando el resplandor (una de tantas reminiscencias fílmicas) que lo hipnotiza; “no sólo tenía que acabar con su vida sino con su muerte”.

Capítulo 14

Al ansiado (y anunciado hasta la saciedad) reencuentro entre dos seres queridos (con un conclusión insatisfactoria para ambos) le sucede el pensamiento de haberse acomodado no en una casa salvadora sino en una cárcel perpetua (como mucha gente piensa sobre sí misma) mientras se derrumban creencias sobre los desterrados (el enésimo adjetivo) reconstruyendo un drama familiar (a base de promesas infructuosas que no implicaban sino derrotismo) con el que es irremediable no identificarse; “la luz se había impuesto a la penumbra”.

Capítulo 15

La desaparición intermitente de servicios básicos (como agua y electricidad), los saltos temporales (entre tierras madrileñas y gallegas comprendiendo desde el veinticuatro de diciembre del dos mil dieciséis hasta pocos días antes de los hechos recogidos) y los extractos de canciones del archoconocido cantante Prince (aludiendo a varios de sus temas musicales como Purple rain, Let’s go crazy y Darlin Nikki) confluyen en una partida huyendo del éxodo que poco (o nada) tiene que ver con la sumisión mostrada hasta entonces; “así debí de ser yo”.

Capítulo 16

La costa norte patria (un lugar de ensueño que estremece por la simbología que se le apareja) en la que ha transcurrido la totalidad de los acontecimientos (en exterior e interior) se (des)dibuja cuando se ponen de manifiesto las feroces críticas sociales (en especial a quienes hacen caso omiso a advertencias medioambientales) en detrimento de un cruento duelo en el que ninguno de los contrincantes (uno de ellos surgido de la más remota ocurrencia sorpresiva) tiene posibilidades de resultar vencedor; “se había perdonado y además se sentía orgulloso”.

Capítulo 17

El hecho de que el cuerpo siga respondiendo a las órdenes de la mente pese a estar separadas (metafóricamente) entre sí está en sintonía con un título que hace referencia (en contra de lo que a priori parece) a aquellos momentos del día más calurosos percibiéndose que todo se ha urdido al milímetro yendo a contracorriente de convencionalismos manteniendo la complicidad que otros pierden al observar detenidamente lo que amaban con pasión por el mero hecho de ser único; “es el momento de que todos empecemos a buscar algo nuevo”.

Las horas muertas

Valoración

Con la reveladora frase “los zombis nos salvaron... nos hubiéramos destruido tarde o temprano... por ello deben seguir ahí” comienza una novela que hará las delicias no solo de los acérrimos seguidores de la temática sino de los amantes de las buenas tramas al no sobreexponerse la misma; rehuyendo por completo de los típicos cánones preestablecidos, la historia va dirigida hacia el aprendizaje tomando como eje central la melancolía (sin pecar de dramatismo) de aquello que se fue y jamás volverá en una sociedad postapocalíptica.

La subdivisión por partes (y estas a su vez en capítulos que se fragmentan en episodios), con reminiscencias de un pasado en el que también abundaba la precariedad (no material sino afectiva) al prevalecer la superficialidad, cautiva a través de un fantástico (figurada y literalmente) e imprevisible devenir que congratulará a un amplio abanico de consumidores; el trasfondo ecologista casa a la perfección con el cúmulo de consideraciones brindadas (sin ir más lejos se tilda a un tocadiscos de tesoro y a la lectura de regalo) con innata maestría.

Que nadie espere frenéticos enfrentamientos ni continuos ataques de caminantes (he aquí el tributo de rigor a la serie más laureada de los últimos tiempos englobada en el campo que ocupa), pues prima un ritmo pausado para ir asimilando lo narrado, optándose por concienciar en lugar de aterrar; no obstante, encontrar el momento propicio para tomarse un descanso se antoja arduo complicado, y es que la adicción que genera solo es equiparable a la emotividad que alcanzan algunos impases beneficiados por un desarrollo repleto de inusuales virtudes.

Se trata de una revisión del género zombie plausible de principio (con un inicio que absorbe los sentidos sin remedio) a fin (con un coherente desenlace alejado de clichés) que pivota sobre las relaciones humanas (en el más amplio sentido de expresión); tal vez no agrade a los más puritanos por la (ínfima) cantidad de frentes abiertos que restan al término de la lectura (puede que una continuación solventara dicha sensación de parcial ingratitud), pero en dicha decisión reside un poderoso argumento al que cada cual seguro atribuirá un valor u otro.

Así pues, solo resta recomendar a propios y extraños a que adquieren un ejemplar (ya sea para poseerlo o regalarlo), pues por todo lo expuesto (y muchos otros alegatos omitidos para no eternizar la presente crónica) no tiene cabida la decepción; estas últimas palabras no pueden ir destinadas sino al responsable de la obra, quien muy gentilmente ha facilitado a un servidor una copia de la misma para llevar a cabo la colaboración, cavando así su particular tumba en este espacio cultural que se enorgullece enormemente de su generosidad.

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Daniel Espinosa, a fecha 13 de agosto del 2021

 
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