“La dama pálida” y “Ojos negros...”, de Mario Peloche
La dama pálida
Sinopsis
“Este es el relato de una vida salvaje, auténtica, apasionada, sensible y cruel hasta el paroxismo... el clamor más visceral y salvaje de libertad que pueda darse... esta es la historia de una niña obligada a ser mujer de golpe y a la que le brotaron espinas”; así versa el inicio de la prometedora introducción expresamente recortada a modo de adelanto ya que es mucho más extensa y se revelan ciertos matices a preservar.
Prólogo
Un juicio en el que veinte jueces y trece testigos deciden la pena de cuatro lacayos que practicaron torturas a incontables jóvenes a las órdenes de su señora (exenta de castigo físico por su noble linaje) dejan entrever un evidente e insidioso componente místico; las alusiones a A.Pizarnik enfatizan el contundente y cruento carácter omnipresente; “la libertad absoluta de la criatura humana es horrible”.
Erzsébet
Las reflexiones de quien asegura es inocente en un lugar repleto de inmundicia hace cuestionarse ciertas cosas; la carta de presentación (en sentido literal) de la condesa resulta un órdago al sentimiento de pertenencia más controvertido defendiendo a ultranza un feminismo (como se aprecia en la cita adjunta) pragmáticamente criticable; “soy el movimiento que todo lo crea y del que todo nace porque soy mujer”.
El guerrero negro
Los saqueos del ejército otomano mientras sus caballeros son buscados por el imperio turco (tildado de forma totalmente ofensiva) sirven de telón de fondo (bélico y social) para poner en situación; la cantidad de matices que se describen logra que el espectador (por el hecho de no participar activamente en la historia aunque se perciba como si así fuera) tiemble; “la flecha que te mata es la que no se oye”.
Hija de la luna
El encuentro con un ser mitológico (farkasember, el enemigo por antonomasia del vrokolakiazci) abre viejas heridas todavía latentes; el símil entre paisajes de ensueño y aposentos de pesadilla (con una breve trama que clarifica determinadas actitudes como la imbricación de sexo y muerte) estremece por el sufrimiento que de él se destila; “vivo enferma de melancolía en el claro de la luna que brota de mí”.
Rojo y blanco
Las nupcias de quien siente bullir su sangre de peonía pese a ser fruto del rocío sobre la rosa (una de tantas lindezas que se dedican a su figura con brillante prosa) inundan de temores al respetable; los ataquen limitantes con la primera toma de contacto con la sustancia rojiza por excelencia evidencian la relación entre dolorosas pérdidas e intensas iniciaciones; “en cada idea suya yo perdía un poco de mí”.
Galería de ecos y espejos
La lucha continua entre dos mundos (el de la insondable profundidad que reclama deudas de salitre y el del cielo que ejerce de juez ciego) mengua por motivos debidamente explicados; la búsqueda de un éxito libro sirve de única defensa contra el incesante paso del tiempo ya que la vejez es insalvable a no ser que se recurra (imposición onírica mediante) a las prácticas oscuras; “mi cuerpo me estaba traicionando”.
Sangre
Las condolencias por la defunción de alguien popularmente laureado dejan paso a la adquisición del poder (con sus respectivas responsabilidades) de la autodenominada profeta en el oráculo; cuánto puede cambiar (o ensalzar) la actitud de cada cual la exigencia es una cuestión que se plasma soberana e inteligentemente al justificarse el narcisismo; “necesitaba apartar la mortaja de mi mente obnubilada”.
Sota, caballo y rey
La discusión legal (o al menos en ese ámbito de engloba) entre dos hombres sobre la sentencia que deben dictar sobre una manera de actuar poco convincente y menos respetuosa hace reflexionar; las formalidades legitimadoras recuperan el punto álgido de la guerra entre católicos (algunos convertidos ya al calvinismo) y protestantes que urgía; “lo que sigue a un pero suele contradecir lo que se afirmaba”.
Pequeño y retorcido
La culpabilidad de uno de los cómplices menos agraciados sin derecho a réplica (pero sí a envidiar al resto) contrasta con la libertad de otros tantos que participaron igual (o más) en la transustanciación inversa (qué gran expresión); la alusión a una macabra moraleja sobre los vicios de la carne es sublime; “es terrible sentir alivio ante la propia muerte pero es lo único que queda cuando se ha observado tanta”.
Crisálida
Un arduo viaje emprendido (y consumado) por un valiente (adjetivo sin duda adecuado atendiendo a la empresa que se encomienda) transita por una aldea ya corrompida por la biosfera hasta llegar a su destino; la losa de la soledad se torna conmovedora comprobación anual de un arrepentimiento que nunca llega marchitándose en unas creencias tan arraigadas como peligrosas tras destructivos frenesí; “todos la temen”.
La tortuga y el buitre
Una reunión de rigor (sin cumplimiento de protocolos) da como fruto una serie de acusaciones e insinuaciones a cada cual más truculenta que la anterior (la mayor tal vez sea dudar del testimonio); las fechorías (por decirlo de un modo benevolente) perpetradas por una audaz manipuladora nata que cada noche se embriaga visceralmente con la sombría catarsis que alcanza erizan el vello; “el silencio es mi hogar”.
Lilith
Una estrategia planificada al milímetro para acabar (tal cual) con los enemigos va llevándose a cabo; las fronteras de lo auténtico y lo imaginario se difuminan de forma que dotan al conjunto de tal solvencia y verosimilitud que permiten al lector abstraerse de todo lo que no tenga ante sí con una impecable (re)construcción de las atrocidades perpetradas con un trasfondo humano; “la nada es el bien supremo”.
La crónica de la villa de Csejthe
Una aproximación al exorcismo (el el sentido más puritano del vocablo) consigue extraer ciertas conclusiones; el vástago de la ley de la raza que ha alcanzado ya los cuarenta y cuatro años (lejos queda ya su prematuro embarazo a los trece) encarna la clásica dualidad de personalidades pues alguien antaño caprichoso e inconsecuente se muestra ahora impetuoso; “he visto el infierno y más allá el paraíso”.
Báthory
La lamentación por haber sido embaucada (y delatada) es enorme pero más lo es aún el ansia de venganza en la guardiana de la sangre de los valientes; resulta llamativo (pero coherente) el contraste de que hace gala la protagonista entre el execrable trato a sus víctimas y el afecto mostrado hacia sus seres más queridos en estos últimos compases acentuado para empatizar (más) con ella; “los instantes están vivos”.
Imago
La contrastación de la anunciada defunción (aquella de la cometedora de execrables crímenes) deja tras de sí un profético reguero de remordimiento; la referencia al maestro Edgar Allan Poe facilita que uno dude de si se ha convertido en un mártir a la suerte de los sacerdotes sedientos de dar la extremaunción (muy en la línea con lo que ocurría en la época) al formar parte activa de tamaña polémica; “nunca más”.
Epílogo
El concepto de lo abstracto cobra tintes épicos al emplearse para simbolizar la agonía de un necesario abandona que nunca se consuma; conviene aclarar (por si alguien todavía no se había percatado aún) que el volumen que ocupa es un relato biográfico de la célebre Erzsébet Báthory de Ecsed (la Condesa Sangrienta) porque en efecto la realidad supera la ficción; “es mi muerte la que contemplo”.
Ojos negros sobre el Támesis
Sinopsis
“Ojos... ojos negros... es solo la mirada de un cuadro pero a la vez es la muerte de un joven artista como él la que obsesiona a Charles Evans y lo que le llevará a recorrer las calles del Londres victoriano del siglo diecinueve en pos de encontrar respuestas a un enigma tan antiguo que linda con las fronteras del tiempo... y del miedo”; así versa la introducción de una novela publicada con dificultades por su extensión.
Antesala
La cita recogida de H.P.Lovecraft (“las más profundas cavernas no son para la comprensión de los ojos que ven”) se antoja la mejor carta de presentación (e intenciones) debido a la certeza que radica en ella; el libro promete entusiasmar a los acérrimos seguidores del célebre escritor a lo largo de sus apenas treinta y dos hojas a doble cara sumando las de rigor con tecnicismos y la del índice con los capítulos.
Ojos
Una breve e intensa crónica de quien no encuentra otra solución su padecer que actuar terminalmente, sin dilaciones ni remordimientos, cual mano ejecutora para llevar a cabo una justicia divina de origen todavía por determinar (más adelante se incidirá en ello); en ocasiones la única salida es la más drástica y se ha optado por plasmarla con una solemnidad tal que los más aprensivos se estremecerán durante horas.
Paisaje
Una exposición de los personajes con un radical cambio de paradigma para alguien que ansía cumplir sus costosos sueños sin defraudar a sus preocupados progenitores tan atípica como absorbente que sin duda promueve el interés del lector; reconstruir mentalmente las estancias narradas suele ser una tarea ardua pero cuando se describen con tal nivel de detalle resulta inquietantemente espontáneo.
Trazos
La imperiosa necesidad del ahora ya bien definido protagonista por liberarse del ambiente opresivo que le rodea anteceden a una espiral de alucinaciones (o percepciones) que incrementan las ganas de seguir ahondando en la trama; la saturación de estímulos deriva en prácticas casi (o totalmente) obsesivas con un componente romántico (prácticamente erótico) recogido con tanta insistencia como elegancia.
Fotografía
La investigación cobra especial relevancia en un fragmento dedicado a conformar una idea sobre cierto ser antaño codiciado por quien ya no frecuenta el mundo; la ciudad en la que transcurren los hechos (y más concretamente la época en la que lo hacen) cobran vida a través de unos curiosos ojos que matizan incluso el olor que desprenden aquellos espacios cerrados generadores de poco menos que náuseas.
Siluetas
Un estrecho seguimiento (con mención explícita a uno de los barrios más emblemáticos del género criminólogo no precisamente por su apacible pasado) se convierte en fatal trayecto al descubrirse algo ancestral; la tensión impregna cada línea con desasosiego (en el mejor sentido del término) centrándose en dicho objeto mitológico para saciar (e incluso extasiar) la curiosidad compartida con el imprudente guía.
Trampantojo
Un despertar que borra de la mente los traumáticos días relatados al tiempo que evidencia cuán subjetivo es el mensaje que se desea transmitir; el desenlace (poco específico como se requiere para extraer conclusiones propias a partir de unas bases bastante obvias) supone el broche de oro a un volumen que merece todo reconocimiento (y recomendación) que surja debido a la profundidad que subyace en él.