Lo mejor: la maravillosa ambientación que impera (siempre con rigurosa justificación en el glorioso todo en el que se traduce el título) logra mantener en vilo al osado jugador, quien desea avanzar olvidándose del tiempo que esté invirtiendo en ello; el enorme atractivo de introducir cuatro historias diferentes (dos de cada personaje principal) para complementarse entre sí, ya que aunque los escenarios tienen escasas diferencias el hecho de experimentarlas todas resulta casi obligatorio para cualquier amante del survival horror; la esencia de la franquicia en esta entrega su mejor exponente (al menos en cuanto a combinación de vertientes destacando el posicionamiento estratégico de las cámaras para infundir auténtico pavor) al exprimir al máximo las posibilidades de la consola, antojándose algo quimérico el producto comercializado también por el atrevimiento al plasmar secuencias gore.
Lo peor: el nivel de dificultad de los desafíos a resolver (léase rompecabezas mayoritariamente mediante el hallazgo de ciertos de elementos puesto que la lógica apenas se requiere) es ostensiblemente menor al su antecesor, primando por el contrario una acción en la que el uso del armamento tampoco supone muchos problemas; la sensación de poder memorizar el mapa (bueno el abanico de ellos ya que finalmente se visitan más de media docena) sin prácticamente consultarlo, pues pese a que la acción no es lineal sí precisa poca práctica para asimilarla; el componente sentimental funciona a las mil maravillas con las tramas aludidas (aquellas simplemente explicadas vía flashback o textos) pero no con las mostradas expresamente, en especial la de una secundaria de lujo cuyas apariciones solamente complican la existencia del galán que no escatima nada en protegerla.