“Evil dead: El musical”, de Producciones de Cándar
En dos mil doce llegó a Madrid (tras exhibirse en un centenar de ciudades de todo el mundo desde su estreno en Toronto) la obra teatral de Posesión infernal coincidiendo con una fecha tan señalada como la de Hallowen (comúnmente aceptada como la más terrorífica del año); la presente reseña tiene por objetivo rendir homenaje a quienes hicieron posible tan prometedora (pero finalmente desaprovechada por los motivos que expondrán a continuación) cita, objetivamente arriesgada e infinitamente plausible para los amantes del arte en general, pues propuestas como la que ocupa (por desgracia) no abundan sino precisamente al contrario.
Con dos repartos completos (obviamente destaca la figura del Pablo Puyol por su repercusión mediática) que cumplieron con su cometido (si bien es cierto que la sobreactuación que les es impuesta merma severamente su talento), el éxito es dispar según el parecer particular de cada cual, pudiendo quien lo desee a día de hoy visionarlo gratuita e íntegramente en Youtube bajo cesión de Producciones de Candar con un notable montaje para averiguarlo por sí mismo; .
La sexualización de prácticamente todo cuanto acontece resta bastante al conjunto, mas la comicidad (por no sentenciar parodia) que impera no es justificable al recrearse algunas de las escenas más célebres de los dos títulos inaugurales de la franquicia (básicamente psicodélicos con tintes dramáticos); sí se respeta oportunamente el componente gore tan característico, aunque el tema de la splatter zone (aquellas filas más próximas al escenario en las que el público restará empapado de treinta litros de sangre artificial por función) se limita a un momento concreto forzándose de manera ajena a la historia propiamente dicha (el elenco acude físicamente a ellas para tal cometido).
Sin duda el aspecto más positivo es la retahíla de licencias que el show denota en relación a multitud de elementos patrios (sin ir más lejos la voz de un Santiago Segura que reproduce verbalmente el demoníaco hallazgo en las míticas grabaciones); por otro lado, los números musicales (el pilar fundamental por excelencia) lucen con coreografías dignas de mención (la improvisación no tiene lugar al estar cada paso minuciosamente ensayado), antojándose no obstante un tanto repetitivos a causa de la monotonía (así como escaso sustento argumental) con la que se suceden.
En definitiva, el espectáculo agradará únicamente a quienes pretendan disfrutar de noventa minutos (divididos en dos actos) de entretenimiento carente de trascendencia, ya que los acérrimos seguidores a Evil dead lo considerarán un ultraje en toda regla; por último, cabe señalar que el proyecto se financió en un micromecenzago a través de la popular plataforma Verkami con suculentas recompensas por aportaciones poco menos que irrisorias (por citar un ejemplo dos entradas con camisetas, chubasqueros, mochilas y posters ascendía a un desembolso de veinticinco euros), por lo que el coste original fue ciertamente escaso atendiendo a tan particulares detalles.