“El mundo tiembla bajo el poder maligno del dragón... tu nacimiento marcado por la tormenta ha sido bendecido por los druidas del poblado... ¿serás quien ponga fin con su acero al reinado de terror que asola esta tierra?.. solo los dioses lo saben”, así versa la épica introducción de Barbarian; se trata de una joya lúdica para un solo participante en la que la gestión de mazo es esencial, el dilema constante del riesgo/coste desafía el raciocinio puro en aras de atisbar la estrategia más fructífera para avanzar con éxito completando retos.
Los componentes son cincuenta y cuatro cartas de diferente índole (ocho de juego, dos de furia bárbara, nueve de objeto, veintiuna de pantalla exterior, doce de castillo, una de inicio y otra de villano) junto al reglamento de rigor, conteniendo este demostraciones visuales para disipar dudas; el resultado final es una especie de aventura gráfica mediante naipes que ciertamente logra que el consumidor se mimetice con la trama que mayormente va imaginándose en su cabeza, con una brutal inmersión próxima a la de las clásicas novelas de pseudoficción.
El trabajo está diseñado con un sistema de escenarios (un total de seis) para aprender a jugar progresivamente que realmente facilita enormemente la comprensión de las mecánicas básicas (obviamente cada cual puede omitir niveles para empezar en el punto que desee pero el consejo de los creadores es ir sosegadamente mientras se pulen las habilidades; los mismos describen con sumo detalle la misión encomendada ejemplificando cuanta dedicación albergan, invitando a todos a conocerlos en profundidad para valorarlos como se merecen.
Desde “Primeros pasos” hasta “Vharock” (con “El camino del héroe”, “Barbarian”, “El castillo del diablo” y “Aracne” entre medio), cada capítulo especifica los pormenores a respetar (“preparación”, “pruebas”, “descansando” o “recompensas” son solo algunos de ellos) nutriendo de gran adicción a una historia de por sí interesante pese a su sencillez; con varios jefes a los que derrotar en tamaña odisea propuesta, la fantástica (en el más amplio sentido del término) tensión está garantizada sin importar la pericia previa al autoregularse siempre.
La autoría de Ángel Lucas Aleixandre trasciende la mera faceta técnica en su afán de que el adquisidor de una copia se convierta en el absoluto protagonista de la velada, patentando un nostálgico viaje a las tradicionales lecturas juveniles reconvirtiendo sorprendente e inteligentemente el formato como un alumno aventajado; las ocurrencias que este despliega sobre la mesa (en combinación con las invitación a conjeturar tesituras adicionales) es digna de alabar, mas la metodología para formalizarla se antoja tan minimalista como efectiva.
Los textos narrativos que anteceden a las puestas en escena ofrecen un lore muy atractivo (los puritanos en la materia lo considerarán escaso pero tampoco es la intención abrumar con conceptos lovecraftianos sino dirigirse a un amplio abanico de público), contribuyendo a que las sensaciones ilustraciones de Santiago Sanchís luzcan sublimes; únicamente restar recomendar unirse sin dilación a la campaña activa de Verkami para que el proyecto se financie con holgura, pues la obra no defraudará a nadie a tenor de lo ya expuesto.
