Lo mejor: la sencillez de los controles (ni siquiera los joystick por la generación a la que pertenece) facilita el entretnimiento, dominándolos a escasos minutos de comenzar tan inolvidable aventura hasta aquellos de menor edad; la gran variedad de niveles (treinta y dos repartidos en tres islas) maravilla sobremanera, oscilando de seis a ocho megabytes de texturas según la ocasión para ensalzar al máximo tanto escenarios como perspectivas; el carisma del personaje principal (extensible incluso a los villanos) es legendario, redefiniendo en su época de lanzamiento el género de las plataformas con magistral e inusual creatividad e imaginación para especial deleite de nostálgicos.
Lo peor: el guardado de progreso como tal (amén de los checkpoints de cada misión) no existe, optándose por unas contraseñas genéricas mediante una combinación de botones para retomarlo sin exactitud; la objetiva dificultad (en perspectiva global) alcanza cotas demasiado elevadas para el público al que va dirigido el trabajo, pues aunque los adultos también lo disfruten son los infantes la declarada diana comercial; la incentivación para rejugar el título (más allá de querer mejorar los resultados de uno mismo) es prácticamente nula, pues aparte de los minijuegos ocultos desbloqueables en determinadas fases no se contempla ningún material adicional realmente reseñable.