SITGESSS 27-07-2025 05:25 (UTC)
   
 

Fréwaka
(Aislinn Clarke, 2024)






Ficha técnica

Título original: Fréwaka
Año: 2024
Nacionalidad: Irlanda
Duración: 103 min.
Género: Drama, Suspense
Director: Aislinn Clarke
Guión: Aislinn Clarke
Reparto: Bríd Neachtain, Clare Monnelly y Aleksandra Bystrzhitskaya


Sinopsis

Una cuidadora acude a una apartada aldea para atender a una mujer que vive recluida obsesionada con un ser de la mitología irlandesa similar a las hadas que la secuestró durante su propia noche nupcial...


Valoración

Lo mejor: el empleo de anticlímax sonoros (entendiendo como tales la abrupta interrupción de dicho apartado) hiela tanto la sangre como la sorprendente premisa de la que parte la cinta, arriesgnado en ambos sentidos para al menos intentar distanciarse de estereotipos pese a que a la postre acabe abusándose de ellos con diferentes métodos pero idéntico resultado; la tenebrosa atmósfera que impera (sobre todo para tratar tanto los fantasmas personales del pasado de la protagonista como los horrores colectivos de una comunidad que guarda más secretos de los que muestra) mantiene en alerta al espectador desde el primer segundo, derivando hacia una feroz crítica sobre cierto trauma intergeneracional en el que las huellas que deja el folklore en la memoria colectiva e íntima se capta a la perfección; el anecdótico pero loable honor de ser el primer largometraje de terror rodado (casi) completamente en irlandés debe mencionarse por su evidente relevancia, un mérito que de por sí ostentarlo no se traduce en ninguna celebración fílmica pero sí la tácita demostración de la calidad que atesoran los autores del país en cuestión aunque hasta el momento su proliferación se haya limitado a festivales especializados.

Lo peor: la parsimonia narrativa (el avance se percibe tedioso e insatisfactorio) decepciona tanto como la recurrencia de tropos reconocibles para aproximar una historia básicamente local a un público internacional familiarizado con  determinados códigos visual, una perturbadora pero inconsistente contemplación para aunar pavor pagano con una profunda reflexión sobre el trauma femenino en el marco del rol que se preconcibe en la iglesia de las zonas rurales a través de la alusión a una popular entidad ancestral a la que aquí se exime de edulcoraciones para plasmarlas muy ambivalentes con demasiada pretensión; el mensaje póstumo (omitiendo varios secundarios de escasa valía) apenas se aleja del clásico peligro que representa transgredir lo sagrado, concibiéndose el citado campo prácticamente onírico como simbolismo de una realidad paralela pero permeable cuyas sátiras poco o nada impactan; la exagerada repercusión de la obra (anunciándose como una de las más singulares del cine fantástico europeo reciente) repercute negativamente en la impresión final, pues las expectativas entorno a la misma hacen que el parecer decaiga estrepitosamente tras un análisis méramente objetivo.



Daniel Espinosa




No tengas miedo a la oscuridad
(Troy Nixey, 2011)


No tengas miedo a la oscuridad




Ficha técnica


Título original:
Don’t be afraid of the dark
Año:
2011
Nacionalidad:
EEUU
Duración:
99 min.
Género:
Fantástico, Terror
Director:
Troy Nixey
Guión:
Matthew Robbins y Guillermo del Toro
Reparto:
Katie Holmes, Guy Pearce, Bailee Madison, Alan Dale, Jack Thompson, Julia Blake, Dylan Young, Nicholas Bell y Emelia Burns


Sinopsis


Sally es una niña que se traslada a vivir con su padre y la novia de éste a una mansión restaurada en la que pronto descubrirá que su familia comparte su hogar, sin saberlo, con unas criaturas maléficas que viven en el sótano; aunque al principio se encontrará fascinada con la idea, pronto se dará cuenta de que no es un juego y que se encuentran en peligro.



Crítica


No tengas miedo a la oscuridad
se trata de un remake de un thriller dirigido por John Newland en el año 1973 de homónimo título (en aquella ocasión el filme fue protagonizado por Kim Darby, Jim Hutton y Barbara Anderson); en este ocasión es Troy Nixey quien asume la dirección, asistido incondicionalmente por Guillermo del Toro, que hace las labores de productor y guionista; una de las bazas con las que juega la cinta es su inspiración ochentera, la cual consigue emular formidablemente tanto estética como argumentalmente (en este aspecto me ha recordado a Arrástrame al infierno, la divertida y última producción hasta la fecha uno de los maestros del terror, Sam Raimi).

La historia comienza contándo la comprometida situación en la que se encuentra Emerson Blackwood (Garry McDonald, que solamente aparece en los cinco primeros minutos), padre de un hijo desaparecido al que solamente puede recuperar extrayéndole los dientes a su sirvienta (Julia Blake), un sangriento y contundente inicio que, por cierto, recuerda sospechosamente a una de las escenas más populares de Los Otros; en este punto cabe señalar que la película es, en resumidas cuentas, una especie de leyenda del Ratoncito Pérez en una vertiente oscura y aterradora, en la que unos malvados engendros diabólicos ansían los dientes de los niños (la razón reside en que de las heridas que éstos pequeños seres dañados presentan se alimentan las criaturas).

Sally (una formidable aunque algo repelente Sally Hirst, que podría ser perfectamente la pequeña réplica de Katie Holmes) viaja de Los Ángeles a una pequeña ciudad con la finalidad de vivir con su padre, ya que su madre ha concluido que esto es lo más oportuno (en dicho vuelo podemos ver fugazmente el rostro de Guillermo del Toro, un anecdótico detalle que resulta cuanto menos curioso); el padre, Alex (Guy Pearce, convincente pero superado por su personaje en ciertos momentos), está comprometido en la actualidad con Kim (Katie Holmes, que vuelve a ejercer de actriz tras su largo parón causado por la retahíla de acontecimientos religiosos de los que ha tomado parte, acompañada por uno de los representantes más populares de la cienciología, su mundialmente conocido marido Tom Cruise), una recatada y encantadora mujer que se vuelca en la niña para intentar agradarla y poder tener una convivencia plácida; los tres se disponen a habitar una mansión recientemente restaurada (por la pareja, que se dedican a ello), de aspecto acogedor pero lúgubre como pocas pueden presumir.

La niña, curiosa y observadora como intrépida investigadora, descubre un sótano secreto (o almenos oculto) en las proximidades de la morada (en una secuencia muy similar a la que pudimos ver en El laberinto del Fauno); en él conoce a unas extrañas criaturas inocentes y simpáticas en un principio pero malvadas y sanguinarias a la postre (continuando con las similitudes cinéfilas, dichos seres son idénticos a unos que aparecen en Hellboy II), que se presentan como amigos pero solamente les mueve el interés por los dientes de Sally, que va comprobando cómo intentan convencerla de que sus padres no la quieren y lo mejor que puede hacer es quedarse con ellas en la oscuridad pero, al ver que no cede a sus peticiones, comenzarán a tomar parte en las vidas de los tres residentes, intentando que la discordia se instaure en el hogar y llevársela a toda costa (aprovechándose de la incredibilidad parental, que asocian los sucesos a la excéntrica imaginación de la joven, llegando incluso a contratar a un psiquiatra al tener la convicción de que solamente están sucediendo en su perturbada aunque inocente cabeza); la hipnotizante y absorbente trama elaborada por Troy Nixey es admirable, logrando una cinta plagada de guiños a numerosas películas de terror (ya comentadas anteriormente, todas ellas dirigidas por el omnipresente Guillermo del Toro) y consiguiendo dotar al metraje de una tenebrosa atmósfera y con un elocuente sentido de la fantasía y la emotividad aunque, a pesar de todos los buenos recursos de los que hace gala la cinta, el reclamo de No tengas miedo a la oscuridad es, indudablemente, Katie Holmes, que para sorpresa de muchos (entre los que me incluyo) realiza un trabajo excelente, pudiendo presumir de haber interpretado un papel más que digno e incluso transmitiendo empatía (especialmente con frases como “mamá dijo que te gustaba porque era joven, pero no es así, es vieja”).

En cuanto al apartado sonoro, destacan los ensordecedores, estremecedores e incesantes murmullos, que consiguen plasmar las verdaderas intenciones de las criaturas, aunque si algo destaca en el apartado técnico es la fotografía, exquisita merced a la adecuación y pulcritud que presenta, con un magnífico plano secuencial que ayuda a que la cinta genere más intriga e incertidumbre si cabe, especialmente las escenas de tensión y terror, que agradablemente abundan; como norma general, no suelo ser partícipe de los remakes, básicamente porque en la mayoría de ocasiones no solamente terminan siendo una auténtica bazofia sino que además consiguen estropear la película original, no obstante, en esta ocasión me veo en la obligación de decir que nos encontramos ante una muy buena propuesta dentro del marco del género fantástico, que cuenta con unas muy buenas interpretaciones (aunque tampoco despunta ninguna) y un apartado técnico envidiable, de una calidad exquisita; a pesar de ello, no me ha cautivado el hecho (o la necesidad) de recurrir a tópicos constantemente, directamente plagiados de otros filmes, ya que de este modo la trama me resulta mucho más previsible y menos sorprendente de lo que podría (sobretodo teniendo en cuenta que el argumento podría haber dado mucho juego), además de dejarme la impresión de que comienzan a escasear las ideas en la mente del siempre creativo autor d ehabla hispana Guillermo del Toro.



Daniel Espinosa




Wer
(William Brent, 2013)


Wer




Ficha técnica


Título original:
Wer
Año:
2013
Nacionalidad:
EEUU
Duración:
84 min.
Género:
Suspense, Terror
Director:
William Brent
Guión:
Matthew Peterman y William Brent
Reparto:
Andrea Cook, Brian Scott, Simon Quarterman, Vik Sahay, Sebastian Roché, Daniel Popa, Stephanie Lemelin, Brian Johnson, Oaklee Pendergast, Camelia Maxim, Alexandra Nedelcu y Alin Olteanu


Sinopsis


Un presunto asesino se convierte, en plena custodia, en un hombre lobo...



Crítica


Sin la pretensión de marcar un antes y un después en la historia del séptimo arte, William Brent se aventura a plasmar su particular visión de los hombres lobo (más la convivencia que los orígenes de los mismos) sumándose a la larga lista de películas rodadas subjetivamente cuyos los montajes puede que las doten de cierto realismo pero qué duda cabe que lo que en ellas se desarrolla se escapa a toda lógica, aprovechando el enorme interés que tan velluda figura despierta en propios y extraños mediante una buena dosis de suspense, mucha sangre y gran sentido, siendo los peores apartados el interpretativo y el argumental porque, aunque en este tipo de producciones no se busquen futuros nominados a los Oscar ni grandes monólogos es exigible, como en todo producto que se precie, una mínima corrección en ambos aspectos, la cual se da parcialmente (concretamente en la feminidad del reparto y el trasfondo social subyacente); que el lema del cartel oficial verse “del productor de Insidious y Paranormal activity” puede no resultar alentador pero sí preventivo, pues si ninguna de las dos ha agradado tampoco lo hará ésta, situándose más en la línea de la segunda por aquello de narrarse la acción cámara en mano pero sin duda directamente relacionable con la última obra del director, Devil inside (el tercer título que ha filmado en su carrera hasta la fecha fue la bochornosa Stay alive), de la cual parece haber reciclado alguna que otra secuencia (la de los ensayos hospitalarios es la más obvia) y derivado la temática demoníaca en mitológica, siendo por ende más atractiva la presente y, si no se espera demasiado de ella, traduciéndose a la postre en una muy grata sorpresa.


Es conveniente citar un metraje para la ocasión, Only lovers left alive, pues en él se explicaba de un modo tan objetivo como equilibrado la existencia de vampiros sin parafernalia de criaturas de la noche ni detestables rellenos, eran seres que vivían apartados de la gente, que muy raras veces cazaban y que, al ser eternos, poseían unos conocimientos artísticos fuera de lo común, pues bien, en Wer se dibuja un panorama prácticamente idéntico con la salvedad de que la intríngulis central gira en torno a la criatura habitante en los bosques más espantosa y peligrosa por excelencia, acaparadora de cientos de cintas, libros, pinturas y, cómo no, cuentos pendientes de dilucidar su autenticidad; aunque se presente como un falso documental lo cierto es que el metraje se asemeja más a un programa de telerealidad en el que alguien se sitúa en medio de todo cuanto acontece para captarlo de cerca en lugar de haber un equipo de filmación detrás, no desquiciando en absoluto dicho recurso (lo cual sucede con frecuencia) sino atrapando sin remedio, algo que no logra el cambio de localización habitual, Lyon, que es meramente anecdótico al no acompañarse dicho permuta con nuevo contenido (incluso algunos de los actores poseen un inmejorable acento francés cuando su tierra natal teóricamente es la inglesa, imperdonables descuidos que desentonan entre tanto cuidado cinéfilo), algo que sí aporta Brett Detar con su desequilibrante y alternativa selección musical.


La noche cae y el lado más primitivo de un extraño individuo aflora, cerniéndose su locura sobre los Porter, quienes disfrutaban de una velada familiar bajo la luna de la luna hasta que su perro olfatea algo en la entrada del bosque y, al partir en su búsqueda, los incautos integrantes del clan son brutalmente asesinados, convirtiéndose así en el sabroso manjar del citado desconocido (al menos hasta la fecha, pues después se hablará cuantiosamente de él, mayormente a través de especulaciones); los noticiaros no tardan en informar (o más hacer llegar aquello que desean omitiendo el resto de detalles) a los ciudadanos, despertando entre ellos tanto conmoción como desasosiego, emociones que no hacen sino extenderse e incrementarse entre la población hasta que las autoridades detienen al principal sospechoso del atroz crimen múltiple, momento en el cual la defensa del sistema jurídico de expatriados Kate (Andrea Cook, gran peso de la trama recae en ella y lo cierto es que lidia maravillosamente con el mismo), el analista de comportamientos Eric (Vik Sahay, el color de su piel podría hacer pensar que pertenece a la etnia gitana tanto como su mediocre encarnación hacer lo propio con su falta de profesionalidad) y el doctorado en medicina forense Gavin (Simon Quarterman, saturado al principio pero primoroso al final) inician el proceso para que el cumplimiento de sus respectivos cometidos fructifique como oficialmente se les demanda.


Pruebas testimoniales a parte, las evidencias de la culpabilidad del señalado como responsable de los hechos se hacen patentes cuando se le somete a una serie de exámenes bacteriológicos con el objetivo de refutar o descartar una teoría médica (previa reunión entre representante e incriminado en la que la liberación del bozal, del corsé y de las esposas que porta el acusado no comporta consecuencias conflictivas pero, curiosamente, concluye con una electrificada reducción), evaluación que deriva en una sanguinaria de escapada de Talan (Brian Scott, majestuoso en cada movimiento que efectúa y palabra que profiere), nombre al que responde el inculcado en cuestión; el caso de homicidio servirá para poner en entredicho la no interferencia de la política gubernamental en el campo de la justicia (los intereses de apropiación territorial indebida serán la excusa perfecta para ello), amén de conocer cuán catastróficos pueden llegar a ser los traumas infantiles de un niño cuya rara enfermedad, la porfiria (los síntomas incluyen crecimiento excesivo del vello facial y corporal, dificultad de movimiento muscular y constantes calambres, entre muchos otros), condena de por vida desde el nacimiento mismo, aportando la investigación datos científicamente demostrados tan asombrosos como que para aplastar un cráneo se necesitan cientos ochenta y dos quilogramos de presión (los mordiscos humanos sólo ejercen una de noventa) y que la influencia del denominado efecto lunar puede suponer la adquisición de una fuerza desmesurada...


La excelente fotografía (a pesar de muchos impedimentos para destellar, la mayoría circunscritos en la cuanto menos singular determinación de la ubicación de los planos), a cargo de Alejandro Martínez, permite regocijarse con unos efectos especiales de infarto (algo parecido a lo que ocurrió con la humilde e independiente Afflicted, que maravilló a los asistentes al Sitges Film Festival 2013 y al resto de espectadores en las proyecciones acontecidas en otros certámenes especializados) que, sin embargo, da la sensación de que hubieran lucido mucho mejor de haberse optado por otra clase de grabación, al igual que sucede con las espléndidas coreografías, brutales y dinámicas como pocas (las de la evaluación del quirófano y las del asalto al ático nada tienen que envidiar a cualquier superproducción americana), no influyendo en los momentos de terror al cumplir éstos con las expectativas con creces (los sobresaltos que se recogen son previsibles pero aún así resultan efectivos); Wer es un visionado obligatorio para quienes pretendan degustar fatales arañazos, mortales derrames cerebrales, estremecedoras impresiones corneales, catastróficas inducciones, pirotécnicas redadas, acribillamientos balísticos, apoteósicas transformaciones, elásticas mandíbulas, explosivas aeronaves y demencias similares, manteniendo un alto rendimiento de principio a fin y, aunque la algo deficiente dirección (la crítica del guión debe depositarse tanto en el propio William Brent como en Matthew Peterman, pues son quienes lo han coescrito) y la insuficiente explotación del personaje principal (tildarlo de protagonista o antagonista dependerá de cada cual) resten muchos enteros a la propuesta, el descomunal despliegue técnico da como fruto un notable espectáculo audiovisual que aproxima al público, una vez más, a la leyenda del licántropo al que conclusivamente denominan, como si de un asesino en serie real se tratase, “la bestia de Strasbourg”, ah
í es nada.



Daniel Espinosa

 
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