Día 1 (Sitges Film Festival 2025) 20-07-2025 03:56 (UTC)
   
 

Cargo
(Ben Howling y Yolanda Ramke, 2017)






Ficha técnica

Título original: Cargo
Año: 2017
Nacionalidad: Australia
Duración: 99 min.
Género: Drama, Suspense
Director: Ben Howling y Yolanda Ramke
Guión: Yolanda Ramke
Reparto: Martin Freeman, Anthony Hayes, Caren Pistorius, Susie Porter, Kris Quade, Natasha Wanganeen, Simone Landers y David Gul


Sinopsis

Un hombre que trata de sobrevivir a una virulenta pandemia atraviesa los parajes más salvajes en busca de alguien que cuide de su hija...


Valoración

Lo mejor: la fotografía de Geoffrey Simpson es, sin duda, el mejor alegato atribuible a un título sumamente frívolo, captándose al menos a través de él la peligrosidad del entorno (no por cuestiones textuales sino situacionales, ya que no es el guión el que lo infunde sino el semidesértico territorio australiano); el emotivo último sacrificio de un padre que, superado por las fatídicas circunstancias (propiciadas en gran medida por él por la falta de comunicación conyugal), se rinde ante la triste realidad que está a punto de apoderarse de su ser, una de las pocas escenas verdaderamente conmovedoras; la cuenta atrás que experimenta el espectador junto al protagonista es, a intervalos, emocionante, mas cuantos más minutos transcurren la misma se desvanece entre falsas moralidades e intrascendentales heroicidades hasta antojarse tan errónea como la decisión por parte de los autores de englobar la cinta en el subgénero de los no muertos y desdibujar la esencia de tan horripilante y popular figura sin pudor (la metodología de hivernación en busca de oscuridad total es especialmente lamentable).

Lo peor: la introducción de una tribu indígena en la trama (y no de cualquier manera, pues cobra una relevancia más que notable en el devenir de ésta) evidencia la falta de ideas de unos directores que, sin embargo, consiguieron firmar una pieza (homónima, allá por el dos mil tres) más que aconsejable; la nula presencia de insectos en determinado barco cuando el medio es el más propicio que uno pueda imaginar (por todos es sabido que la humedad invita a la presencia de tan molestos parásitos y más si el paisaje es pantanoso), uno de tantos descuidos que hacen de esta propuesta original de Netflix el enésimo intento de dicha plataforma de ofrecer algo realmente sorprendente sin lograrlo; el nivel interpretativo del reparto deja mucho que desear, transitando las aportaciones actores entre lo algo mediocre (Anthony Hayes no suscita animadversión sino desidia) y lo muy mundano (Martin Freeman no alcanza la empatía codiciada en ningún momento).



Daniel Espinosa




Hombre lobo
(Leigh Whannell, 2025)






Ficha técnica

Título original: Wolf man
Año: 2025
Nacionalidad: EEUU
Duración: 104 min.
Género: Drama, Suspense
Director: Leigh Whannell
Guión: Leigh Whannell, Corbett Tuck, Rebe Angelo y Lauren Schuker
Reparto: Christopher Abbott, Julia Garner, Matilda Firth, Sam Jaeger, Benedict Hardie, Ben Prendergast, Milo Cawthorne y Beatriz Romilly


Sinopsis

Un hombre casado hereda la remota casa donde creció en una zona rural tras la desaparición de su padre que ha sido declarado muerto...


Valoración

Lo mejor: el nivel de alta tensión generado mediante situaciones aparentemente ilustres en el séptimo arte merece elogios a raudales, no reinventándolas pero sí modificándolas ostensiblemente para lograr el deseado cometido de mantener en vilo con rotunda eficacia; el doble prisma visual al que se recurre para plasmar la divergente percepción de la realidad según la perspectiva de sanos o infectados consigue que el público empatice con ambos, empleándose únicamente en tan señalados momentos la digitalización en formato plano-secuencia primando en el metraje el concepto artesanal sobre todo en el proceso de confrontación interna para impedir que los impulsos primarios afloren en la paulatina transformación del protagonista; el homenaje que el director rinde a la pieza que supuso su carta de presentación minutos antes del desenlace despertará nostalgia en los acérrimos seguidores de tan exitosa franquicia, comportando reminiscencias a la célebre primera entrega de Saw con abrumadora coherencia narrativa.

Lo peor: la excesiva humanización de la que se dota a la clásica figura licántropa por antonomasia desagradará a los más puritanos en la materia, conservando siempre un resquicio de sentimiento de pertenencia un tanto criticable según las bases preestablecidas sobre la misma que se remontan a documentados e inmemoriales tiempos pasados; el hecho hereditario que precipita el inicio de las catastróficas desdichas que padece el clan sobre el que pivota la trama se antoja precipitado e injustificado argumentalmente, al igual que ocurre con una serie de sucesos introducidos en su inmensa mayoría de manera ágil e inteligente pero oportunista e insustancial; la labor interpretativa de la menor del elenco perjudica severamente al resto, pues aunque en determinados compases cumple holgadamente con su cometido en aquellos más exigentes denota una importante carencia actoral que a la postre provoca en el espectador tremendo recelo en cuanto a emotividad se refiere a causa de semejante error laboral o vocacional.



Daniel Espinosa




Wrecked
(Michael Greenspan, 2011)


Wrecked




Ficha técnica


Título original:
Wrecked
Año:
2011
Nacionalidad:
Canadá
Duración:
88 min.
Género:
Drama, Suspense
Director:
Michael Greenspan
Guión:
Christopher Dodd
Reparto:
Adrien Brody, Lloyd Adams, Caroline Dhavernas y Jacob Blair


Sinopsis


Un hombre despierta,
herido y desmemoriado, entre los restos de un coche en el fondo de un precipicio, en medio de la naturaleza; tan solo le acompaña una emisora de radio en la que salta la noticia de un violento atraco a un banco y un cadáver en el asiento trasero con una cartera que lo identifica, sin la menor duda posible, como uno de los atracadores.


Crítica


Tras su correcto papel en la poco menos que horrorosa Splice, Adrien Brody vuelve a lo grande, protagonizando (esto sí que es protagonizar una película y lo demás son tonterías, ya que durante los ochenta y ocho minutos de duración del filme aparece en pantalla) una cinta de terror psicológico de muy bella factura, tanto en el apartado visual como en el argumental (que era en el que un servidor pensaba que iba a flojear la producción); t
ras el título de Wrecked (cuya traducción sería Destruido) se esconde una historia de supervivencia, una de esas tramas que nos hacen ponernos en la piel del personaje (puesto que solamente hay uno en torno al cual giran todos los acontecimientos) y sufrir lo que padece, como ya sucediera con las galardonadas 127 horas y Buried: Enterrado, con las que guarda similitudes en la metodología empleada en el primer tercio de trama pero de las que se desvía por completo.

Un hombre (al que en ningún momento podemos identificar con nombre y apellidos, encarnado por un inmejorable Adien Brody) despierta de su estado de inconsciencia en un coche accidentado, desde el cual puede atisbar dos víctimas, una en los asientos traseros del automóvil y otra a escasos metros del mismo (presuntamente el conductor del turismo, a juzgar por el agujero que se puede observar en el cristal delantero), entre la espesura del bosque que le rodea; se encuentra atrapado, con secuelas del golpe en su rostro (repleto de magulladuras varias, un ojo hinchado, la boca inflamada...) y con una pierna inmovilizada debajo de la guantera, la cual decide abrir para comprobar su contenido, encontrando en ella una linterna y dos cerillas, sus únicos recursos por el momento (junto con un trozo de cristal que arranca del retrovisor como defensa ante posibles imprevistos indeseados y un arma situada debajo del asiento).

Al día siguiente consigue al fin salir del coche, forzando la puerta y empleando un trozo de madera que encuentra a modo de torniquete improvisado para poder moverse (no sin dificultades) y, respecto a la reconstrucción de los hechos, la radio le da una pista de lo que ha podido suceder, la policía busca a tres hombres relacionados con el asalto ocurrido el día anterior en el Banco Abbotsford, a los que además de les acusa de la muerte de un guardia de seguridad y una cajera, y emitiendo un dato relevante como es el de que huyeron en un Chevrolet de color plata, justamente la marca y el color del vehículo en el que se ha despertado (además, y por si quedara alguna duda, al abrir el maletero se encuentra el botín, multitud de bolsas repletas de fajos de billetes), datos con los cuales, junto con los carnets de identidad que portan los fallecidos en sus bolsillos, deduce que su identidad es la de Raymond Plazzy, aunque algo tendrá que decir al respecto Adrien Hughes), ya que el cadáver de la parte de atrás del coche es el de George Weaver (Ryan Robbins) y el de las proximidades pertenece a Eric Stapleton (Lloyd Adams); apartir de este momento comenzará su lucha por seguir con vida, contra condiciones atmosféricas adversas (sobretodo lluvia), contra la climatología más cruel (el frío de la noche consigue traspasar la pantalla), contra necesidades biológicas (como orinar), contra los animales salvajes que pululan por la zona (en especial un guepardo que no cesa en su intento de terminar con él) y, ante todo, contra su conciencia, mermada por un pasado que no consigue recordar y, de este modo, arrastrándose, consigue ir avanzando hacia la salvación (y al mismo tiempo hacia la verdad), mientras horribles incidentes van sucediéndose ante su trastornada y borrosa mirada, además, en todo momento será acosado por la extraña visión de una mujer (presuntamente la cajera de la entidad bancaria asaltada, interpretada por Caroline Dhavernas), aunque un misterioso perro salido de la nada (muy semejante a Duke, un perro que él tenía de pequeño) le servirá de apoyo moral con asiduidad y resultará ser una pieza realmente clave.

Destacando el fabuloso e inesperado final de la película, no merece menos elogios la interpretación llevada a cabo por un inconmensurable Adrien Brody, que junto a Caroline Weaver son los dos únicos personajes de la película que profieren palabras, aspecto respecto al cual únicamente resulta desdeñable alguna que otra escena que recuerda, por la sobreactuación acontecida y el parecido físico razonable del protagonista, a un capítulo de El último superviviente, serie que nos muestra cómo Bear Grylls sobrevive a toda clase de adversidades, al igual que se ve obligado a hacer Adrien a lo largo de la película; aunque estéticamente podríamos decir que ésta obra de Michael Greenspan presenta semejanzas con The Jacket (además de compartir actor protagonista) en nada más se parece a ella, y sí lo hace mucho más (sobretodo si nos atenemos a la forma en que la trama se desarrolla) a Mentes en blanco, aunque con un trasfondo completamente distinto (jugando con la incertidumbre hasta límites insospechados, sin ofrecer apenas nombres y dejando a la imaginación trabajar hasta el desenlace).

Los primeros planos, capturando cada minúsculo e insignificante detalle emocional, resultan increíbles, transmitiendo cada sensación de forma directa y muy humana. Asimismo, la banda sonora dota a cada situación de una atmósfera especial, empleando en sus inicios la misma música que pudimos escuchar en Los extraños (aunque no comparten en absoluto el terror, ya que ésta presenta uno muy vinculado a la psicología y la otra uno meramente visual); es decir, tanto el apartado audiovisual como el argumental son excelentes, positivismos a los que cabe añadir unas interpretaciones (aunque se debiera referir a las mismas en singular) sobresalientes, resultando un producto muy recomendable, que hace reflexionar sobre la existencia misma y la desdichada mala suerte, que puede trastocar por completo la vida de cualquiera en escasas milésimas de segundo tornando su existencia una verdadera pesadilla.



Daniel Espinosa




ANTERIORMENTE...

Balada triste de trompeta

(Álex de la Iglesia, 2010)


Balada triste de trompeta




Ficha técnica


Título original:
Balada triste de trompeta
Año:
2010
País:
España
Duración:
101 min.
Género:
Acción, Drama
Director:
Álex de la Iglesia
Guión:
Álex de la Iglesia
Reparto:
Carlos Areces, Antonio de la Torre, Carolina Bang, Juan Galiardo, Manuel Tallafe, Manuel Teja, Gracia Olayo y Santiago Segura


Sinopsis


Los monos de un circo aúllan salvajes dentro de su jaula mientras en el exterior los hombres se matan por la Guerra Civil que sigue su curso..
.


Crítica


Balada triste de trompeta
llega a las salas españolas cargada de importantes premios, entre los que se encuentran el León de Oro al mejor director y el León de Plata al mejor guión en el Festival de Venecia; se trata de la obra más personal y visceral del genuino Álex de la Iglesia, en la que nos presenta a unos personajes marginales, cómicos y caricaturescos que pertenecen al mundo del circo, un campo prácticamente virgen en la historia del cine que sin duda es exprimible.

El ritmo vertiginoso que posee de principio a fin es brutal, así como el derroche de violencia y excesos que desprende en todo momento, de la mano de unos personajes inscritos en una época de guerra y caos, a los que acompaña unos decorados que rozan la perfección (obra de Federico del Cerro) y un montaje soberbio, además, aunque parezca una minucia, el detalle de la canción de Raphael de mismo nombre que la cinta en segundo plano en multitud de partes es sencillamente magistral, dotando de un sentimiento especial a la misma, ya que la emotividad lel clip pone el bello de punta y combina con esta ocasión.

Inmaculadas interpretaciones de todos los actores, aunque yo destacaría las de Antonio de la Torre y Carlos Areces, que encarnan dos estilos de personalidad totalmente opuestos en un principio pero bastante parejos al final, fruto del enamoramiento del segundo; Balada triste de trompeta es una de las sorpresas del año sin lugar a dudas, administrando a la perfección momentos de humor, de tensión, de drama e incluso de gore, todo un regalo para tan castigado cine patrio.



Daniel Espinosa




Buck wild
(Tyler Glodt, 2014)







Ficha técnica


Título original:
Buck wild
Año:
2014
Nacionalidad:
EEUU
Duración:
92 min.
Género:
Comedia, Terror
Director:
Tyler Glodt
Guión:
Matthew Albrecht y Tyler Glodt
Reparto:
Joe Stevens, Meg Cionni, Matthew Albrecht, Jarrod Pistilli, Dru Lockwood, Isaac Harrison, Mark Ford, Phillip Albrecht, Whit Albrecht, Tyler Glodt, Wilson Smokey, Joe Canik, Aaron Pozzi y Jason Harris


Sinopsis


Craig, junto a dos amigos y su primo, emprenden un viaje a un pequeño pueblo texano para disfrutar de la caza; una vez allí, un virus se propaga r
ápidamente y comienza a transformar a las personas en zombies...


Crítica


Que los difuntos regresen a la vida no resulta nada novedoso y que lo hagan conllevando jocosas situaciones tampoco (la cantidad de películas que en los últimos años han tratado de unir ambas casuísticas es realmente elevada, generalidad sin lograr trascender lo más mínimo), pero que se adhieran los dos particulares componiendo un producto refrescante y divertido sí, y eso es precisamente lo que ha conseguido un tal Tyler Glodt (ejercer de director y de productor es todo un requisito para que un proyecto con semejantes privativas, sin ayuda comercial de ningún tipo, vea la luz aunque sea en el ámbito doméstico); el osado debut se centra en la figura de un mito histórico, la del Chupacabras, como principal reclamo para aquellos que no se sientan atraídos por una temática que suscita ilusión y rechazo a partes iguales, compartiendo el segundo sentimiento cada vez más espectadores al ir comprobando que todo filme de tal índole que se lanza se traduce en desencanto pero, contra todo pronóstico (quién iba a imaginar que un director desconocido sin experiencia constatable ni delante ni detrás de las cámaras sería capaz de firmar una obra de la calidad de la presente), Buck wild se aleja de tan infernal corriente de pérdida de tiempo e infinito sacrificio (tanto por el número de víctimas que se suelen recoger como por el esfuerzo del público por no pausar la proyección e iniciar otra actividad de buen seguro más provechosa) para patentar una alternativa válida.


La dupla escritural (el propio autor y Matthew Albrecht, ambos formando parte del reparto junto a varios familiares entre las decenas de extras haciendo valer aquello de que “todo queda en casa”, siendo éste gran número de participantes el por qué de no valorar particularmente en el párrafo siguiente a cada uno, bastando agruparlos en la calificación de muy notable) no se ha basado en concepciones preestablecidas (si bien algunas son inevitablemente idénticas a otras anteriormente patentadas) que desembocan en los anteriormente comentado sino en representaciones festivas costosamente asumibles pero en cualquier caso distraídas más cercanas a la desinhibición que al terror, bastando apenas diez minutos para presentar a todos los personajes principales (nada menos que ocho) de la trama, algo que puede presumirse precipitado pero que no es tal, pues es meramente significativo del segundo plano en el que aguardan la mayoría a excepción del cuarteto protagonista; el independentismo que rezuma cada escena no hace sino evidenciar que se trata no de buen cine propiamente dicho sino de una cinta perteneciente a la siempre menospreciada serie z, aquella en la que se circunscriben quienes sienten verdadera pasión por el entretenimiento, lo cual es más meritorio, pues la emoción de sentirse cómplice con la misma permite regocijarse de sus aciertos y deleitarse de sus defectos, reuniendo todos los elementos necesarios (incluyendo, como no podía ser de otro modo, chicas de buen ver semidesnudas y gente con poca cultura y menor sensatez predestinada a profesar la salvación del mundo) para convertirse en esa pequeña pieza a descubrir (si las distribuidoras tuvieran algo más de valor se programarían más metrajes de mención como éste pero por infortunio no es así) y compartir posteriormente, transmitiendo el comunicante la ferviente alegría pasajera emanada.


La joven Candy (Meg Cionni) se encuentra intimando con un chico (que es promiscua queda recalcado desde ese preciso momento) sobre la cosecha de tulipanes cuando Clyde (Joe Stevens), su padre, es mordido, después de lanzarle una llave inglesa al integrante masculino del acto carnal, por el Chupacabras, el legendario críptido al que los escépticos catalogan de coyote rabioso con sarna (desde luego la presencia física de dicha bestia es similar a la de un horrendo mapache) que se rumorea habita en ciertas partes de la América profunda subsistiendo al beber la sangre de sus víctimas, no prestando ninguno de los dos atención alguna a tal ataque a pesar de los síntomas víricos que inmediatamente comienza a padecer, ocasionando un brote vírico masivo que convierte a las personas (previa transmisión de la enfermedad por el aire o el propio contacto con un contagiado) en agresivas y ávidas de carne humana; poco tiempo después, un cuarteto de amigos de lo más variopinto entre el que se encuentra Jerry, un impetuoso excéntrico que no se desprende nunca ni de su bolso ni de sus puros (Jarrod Pistilli), Lance (Isaac Harrison), un rompecorazones al que le encanta consumir drogas, Tom (Dru Lockwood), un maleable pusilánime al que no satisface nada, y Craig (Matthew Albrecht), un cuerdo fracasado cuya derrotista actitud le acompaña por muchos quilómetros que se aleje de su patética vida, emprenden un viaje hasta territorio texano para reunirse con el aludido guía para que les acompañe a la cabaña rodeada de linderos que han alquilado para practicar la caza de ciervos, pero cuando coinciden en la gasolinera en la que se detienen para repostar con Billy (Mark Ford), un acomodado analfabeto a quien todos temen por sus estrafalarias costumbres, y el oficial Shipley (Tyler Glodt), un guardabosques tan poco desconfiado como permisivo, la idílica festividad se complica, y más lo hará cuando descubran que para volver a sus respectivos hogares sanos deberán derrotar a decenas de hordas de putrefactos campesinos británicos deseosos de alimentarse de ellos...


Es probable que sorprenda atisbar una nota (como siempre en una escala del cero al diez) tan alta atribuida a un producto aparentemente básico y lineal, pero es menester reconocer la enorme satisfacción que supone el último tercio, compensando cualquier amago de ingratitud a partir de un hilarante desenlace (el cual no es fugaz, sino que abarca varios minutos) al más puro estilo “Left 4 dead” (para quien no lo conozca se trata de un magnífico videojuego multiplataforma) en el que un amplio arsenal armamentístico (lo forman desde rifles hasta sables, pasando por pistolas y otros objetos utilizables a modo de material arrojadizo o golpeador) se convierte en el infalible medio ejecutor; cierto es que algunas ocurrencias resultan desechables (tales como la discusión acerca del terminación de la trilogía mafiosa más famosa de la historia del séptimo arte o los semblantes de los lugareños ya convertidos asaltando una cafetería) pero priman las de alta brillantez (la teoría de la inseguridad vinculada a no amamantar, la fundamentación de interrumpir cualquier proceso para defecar, la oración religiosa en un santuario de cabezas de animales disecados, el curso a distancia de daltonismo proyectado en una televisión, la poética matanza de un sacerdote con su propio crucifijo y un sinfín de casi imperceptibles detalles como el tono orgásmico del móvil del seductor del grupo y la irrebatible frase lapidaria “las espadas no se quedan sin balas”), un hecho poco frecuente que dilapida cualquier parecer negativista de los diálogos y/o las tesituras.


Buck wild
, que no guarda relación alguna con el programa televisivo homónimo emitido por el canal estadounidense MTV (antaño emisor exclusivamente de videoclips musicales) en el que se reinventa la fórmula de la clásica teleconvivencia patentada por “Gran hermano”  fusionando sus formatos más recordados (la saga “Shore” y las imprudentes pruebas físicas de “Jackass”) mediante un grupo de jóvenes que parecen tener intereses vitales más allá de salir de fiesta o ir al gimnasio enfrentados a diario en temerarias pruebas bajo el lema “pase lo que pase, que pase” (ruedan colinas abajo en el interior de neumáticos gigantes, conducen imponentes camiones sin conocimientos previos del manejo de automóviles de tales dimensiones por el barro, descienden desde puentes situados a grandes alturas sin importar sus vértigos...), logra, con mucha simpatía (los sentimientos de empatía afloran rápidamente) y mayor laborío (el maquillaje congratula aun siendo puramente artesanal), devolver el subgénero conocido como zombedy (aquel en el que la presencia de no muertos es tratada desde una vertiente puramente cómica) a la posición que paulatinamente fue abandonando tras la magnífica Zombies party; ésta especie de Resacón en Las vegas en su versión campestre (con lo cual el concepto de salvajismo es más extenso que en aquella) con tintes de Tucker & Dale vs Evil (es inevitable tenerla siempre presente cuando se trata de una cinta cuyo telón de fondo es un frondoso bosque) ha cambiado la mencionada tendencia para redefinir el método estipulado como idóneo para, a partir de numerosas congratulaciones verbales y visuales (posiblemente son más alabables las primeras que las segundas atendiendo a la dificultad de confeccionar un guión sencillo pero repleto de sublimes lindezas).



Daniel Espinosa




XP3D
(Sergi Vizcaíno, 2011)


XP3D




Ficha técnica


Título original:
XP3D
Año:
2011
Nacionalidad:
España
Duración:
86 min.
Género:
Suspense, Terror
Director:
Sergi Vizcaíno
Guión:
Dani Padró
Reparto:
Amaia Salamanca, Maxi Iglesias, Luis Fernández, Úrsula Corberó, Manuel de Blas, Alba Ribas, Óscar Sinela y Eduard Farelo


Sinopsis


Un grupo de estudiantes de psiquiatría que no termina de creer en la existencia del mundo paranormal deberá demostrar o desmentir la existencia del más allá investigando un pueblo minero que esconde una oscura historia; recorren el pueblo y las antiguas minas de sal sin hacer caso a las advertencias, abriendo finalmente un portal hacia el más allá.



Crítica


El estreno en el largometraje del hasta ahora cortometrajista Sergi Vizcaino supone nada menos que la primera producción de terror española rodada íntegramente en tres dimensiones, aprovechándose del enorme éxito que dicho formato está generando en la industria del cine en la actualidad; un servidor estaba preparado para presenciar una horripilante propuesta (en el sentido más peyorativo), pero lo cierto es que XP3D logra entretener en gran parte de su duración (en algunos compases únicamente se encarga de mostrarnos la peor cara del cine patrio, con tópicos de la más diversa índole) e incluso estremecer gracias a un malvado antagonista que bien podría compararse con el mítico personaje de terror Freddy Krueger (y no solamente por el amenazador aspecto que presenta, sino también por el peculiar uso de la lingüística del que hace haga y el tono de voz que posee, muy similar al de Robert Barton Englund en su emblemático personaje); sin embargo, la gran (enorme) defecto es el reparto, una selección de los peores actores en relación con los papeles asignados a cada uno de ellos desesperante a la par que entristecedor, ya que da la sensación que otros hubieran alcanzado un nivel mayor (algo sencillo teniendo en cuenta el resultado final) y por lo tanto se habría visto magnificado muy positivamente éste apartado, que al fin y al cabo es el que debe relucir por encima del resto.


Un grupo de estudiantes de medicina de la Universidad de Barcelona se disponen a vivir una inolvidable experiencia por parte del profesor Fuentes (Miguel Ángel Jenner; el profesor más difícil de tratar y excéntrico de la facultad), consistente en demostrar que el miedo es completamente subjetivo (tan cierto como que dicha secuencia es lamentable, mostrándonos las bochornosas interpretaciones que deberemos soportar durante toda la trama); sin embargo, no termina dando los resultados que el profesor esperaba, por lo que les encomienda el análisis de una leyenda para complementar dicho trabajo, un mito paranormal que versa sobre un desalmado psicópata antiguamente residente del pueblo minero de Susurro (sin comentarios...) conocido como Doctor Matarga (un admirable y formidable Manuel de Blas), quien años atrás se dedicó a torturar y asesinar a un sinfín de inocentes habitantes y visitantes, almacenándolos después en las minas de sal (lugar en el que se conservaban los cuerpos sin vida), con la única finalidad de satisfacer sus deseos más oscuros, íntimos e inhumanos.

Los cinco implicados en el proyecto son Ángela (Amaia Salamanca, que vuelve a demostrar no saber racionalizar su énfasis interpretativo; una chica aplicada y suspicaz pero pero irracionalmente escéptica), José (Maxi Iglesias, nada convincente y menos carismático; el encargado de poner la nota de humor en cada situación, por adversa que se presente), Carlos (Luís Fernandéz, fácilmente dudable su labor al carecer por completo de contenido; un macarra egocéntrico), Toni (Óscar Sinela, intermitente pero correcto; un experto en el más diverso arsenal de instrumentos sobrenaturales) y Belén (Úrsula Corberó, insoportable como nunca antes, que ya es decir; una chica adinerada y consentida); para realizar el viaje precisan de un medio de transporte ampliamente espacioso, puesto que los artilugios que deben portar son numerosos y pesados, pero la solución a este percal encuentra respuesta en Diana (Alba Ribas, la única intérprete que consigue transmitir verdadero terror y sensaciones varias, y sobre la que recae un papel fundamental oculto tras uno secundario), quien se suma al equipo brindando su furgoneta descubriendo que la relación entre las dos hermanas es fría y distante desde que eran pequeñas, cuando presenciaron el (presunto) suicidio de su padre (Eduard Farelo, cuyas apariciones en forma de trascendentes flashbacks son tan gratificantes como siempre y del que soy seguidor acérrimo desde que aportó solidez y credibilidad a la irregular serie de televisión ¿Hay alguien ahí?), pero deberán dejar sus problemas aparcados y unir sus fuerzas contra un mal que no pueden ver, una enfermiza obsesión invisible que podría deberse a fenómenos paranormales o a algo mucho más humano (la solución a esta incógnita no será desvelada hasta el acontecer del tramo final de la cinta, siendo la misma sumamente predecible y  en absoluto válida o sorprendente).

Las dos ideas sobre las que gira la trama son la subjetividad del dolor (vinculado directamente al terror) y las secuelas que pueden llegar a dejar los traumas del pasado, ambas perfectamente ideadas y expuestas pero empañadas por un reparto que provoca carcajadas en lugar de empatía; Dani Padró, el guionista de la obra (que supone su debut), ha escrito una historia inteligente y paulatinamente reveladora, pero reutilizando elementos de otros filmes (algo sumamente dificultoso, y más si la cantidad es ingente), por lo que resulta un metraje algo tosco y sinsentido en su conjunto que intenta (sin fortuna) transmitir demasiadas emociones (y erróneamente seleccionadas) en un insuficiente desarrollo de la trama.

El apartado visual (obra de Mónica Alcorcón y Jesús Garcia) merece una mención especial, ya que los efectos de maquillaje infunden un realismo al filme al alcance de muy pocos (es claro ejemplo de ello la muerte de José, brutalmente salvaje y meritoria por sí sola de ver la película), elaborando una estética sobresaliente; asimismo, la dirección resulta elocuente y atrevida, por lo que XP3D merece ser visionada a pesar de las innumerables carencias que integra, ya que el entretenimiento es simple pero eficaz y algunas escenas parecen proceder del mejor cine de Hollywood (en especial la hipnosis que sufre Diana, absorbente y encantadoramente tridimensional, característica que apenas es empleada a pesar de ser uno de los alicientes anunciados).




Daniel Espinosa

 
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