La introducción versa “¿qué es lo primero que te viene a la cabeza cuando piensas en las vacaciones?... ¿la playa?, ¿los amigos?, ¿la tumbona?... ¿crees que los demás piensan lo mismo?... ¿seguro?... Unánimo pone a prueba vuestra conexión mental con el grupo y premia a quien mejor conoce al resto... aquí no se trata de ser el más original sino todo lo contrario... tenéis que responder lo que creéis que van a decir los demás... cuantos más participantes coincidáis en una respuesta más puntos ganaréis”; se obviarán los pormenores dinámicos al constar al término del artículo en el siempre revelador e idóneo vídeo de la compañía grabado exclusivamente para la ocasión (explicados por el compañero Masivi), destinando los párrafos siguientes al oportuno análisis acerca de las sensaciones suscitadas.
Aunque se contempla el disfrute de tres (en solitario o pareja no tendría sentido atendiendo a la mecánica estipulada) a ocho personas no sería descabellado aconsejar (en caso de poder) reunirse incluso más y aprovechar una de las cinco variantes (“un minuto”, “stop”, “iniciales prohibidas” e “idioma” amén de la que se citará continuación) que se adjuntan (concretamente la de “por equipos”) e incluso atreverse a crear una nueva (como restar al coincidir todos o prohibir palabras concretas), el límite es la imaginación de cada cual; las susodichas modalidades nutren más si cabe la experiencia sin afectar un ápice a su dificultad (prácticamente nula) para que todo el mundo (se recomienda una edad mínima de ocho años pero con la debida supervisión hasta menores participarían sin ningún riesgo) se regocije.
Tipologías como “astronauta”, “bruja”, “cohete”, “dulce”, “ensalada”, “fiesta”, “granja”, “huevo”, “instituto”, “japón” “luna”, “mosquito”, “navidad”, “otoño”, “pirata”, “queso”, “robot”, “sirena”, “tráfico”, “vacaciones”, “zumo” (por citar algunos ejemplos en estricto orden alfabético sin repetir letras) conforman el amplio abanico de posibilidades preestablecidas (no sería de extrañar e incluso podría ser interesante que en fechas futuras vieran la luz expansiones con más); si bien es cierto que la portabilidad no es la óptima (el tamaño es superior al deseado para su festiva finalidad) no lo es menos que disponiendo únicamente de la baraja se procedería sin problemas improvisando unas tablas de puntuación (sin ir más lejos con folios emulando las columnas), por lo que dicho aspecto se subsana rápido.
El ejemplar recibido (gentilmente facilitado para llevar a cabo la reseña que ocupa) presentaba una tara de fábrica (deducción extraída al observar detenidamente el paquete de envío comprobando que el mismo no sufre ninguna alteración) en la parte superior de la caja, mencionándose esto porque no hace sino confirmar la calidad de unos componentes que, pese a lo señalado, no han sufrido desperfecto alguno; las ocho pizarras (de cartón robusto), otros tantos rotuladores (con borrador en el tapón) y el reglamento (con las instrucciones perfectamente detalladas) complementan maravillosamente a la verdadera esencia de la obra, cincuenta y cinco tarjetas (con el doble de ilustraciones al ser a doble cara) en las que constan temáticas de diversa índole, todo ello en una espaciosa cuna que luce customizada.
El enfoque se da al trabajo (rehuyendo de dramáticas competiciones en busca de la sintonía con el prójimo) se antoja el más propicio, mas la ambigüedad de las preguntas (entendiendo como tales las materias) dará como resultado un sinfín de desternillantes respuestas que, sin duda, relajarán el ambiente de la velada en la que se decida jugar hasta tornarla idílica; en definitiva, Theo y Ora Coster firman la autoría de una propuesta tan sencilla como divertida (y peligrosamente adictiva) que, gracias al diseño gráfico de WAH! Studio y la producción comercial de Zacatrus (con la inestimable participación de Brain Picnic), proporciona muchas horas de entretenimiento por un módico precio (apenas diez euros), estando el desembolso amortizado desde la primera partida interiorizando el funcionamiento inconscientemente.