“Three wishes”, de Zacatrus



“Tras un largo día por el desierto observando pirámides, camellos, palmeras y esfinges solo te quedaba por ver una cosa... una lámpara mágica... ¡qué sorpresa!... es lo primero que te encuentras tras escarbar un poco en la arena en busca de agua... aplicas todo lo que sabes de los cuentos que te contaban en tu infancia... la frotas y sale de ella un pequeñísimo genio azul con cara de recién despertado... ¿te concederá también todos tus deseos?”; así versa la introducción de Three wishes, la maravillosa (adjetivación traída a colación por cuestiones obvias) de Zacatrus que se lanza al mercado en el momento propicio (coincidiendo con el centenario de Disney al ser la inspiración el clásico de la franquicia Aladdín) para júbilo del público.



Los componentes son cuarenta monedas de valor (uno, tres y diez), tres marcadores de preferencia (positivo, negativo y neutral), dos fichas (lámpara y genio) y noventa y cinco cartas (deseo y suposición), además del reglamento de rigor (en español y francés) con un práctico código escaneable en la parte superior derecha para acceder virtualmente al mismo para consultarlo directamente desde el dispositivo móvil (el futuro es ese si se pretende respetar el medio ambiente como merece para preservarlo); debajo de los tokens destroquelables de dos planchas de cartón de gran resistencia (se extraña una peana al menos para las piezas más importantes pero cumplen igualmente su cometido) aguarda la esencia real del trabajo.



De tres a ocho participantes (con sus respectivos semidioses amarillo, rojo, lila, verde, naranja, azul, celeste o blanco confundiéndose bastante estos tres últimos entre sí) se enfrentarán (o unirán esfuerzos de optar por el modo subsidiario contemplado para beneplácito de quienes gusten este tipo de obras sin la presión que la confrontación lleva implícita) para demostrar ser el que mejor conoce al resto; la dinámica para obtener tan prestigioso reconocimiento se basa en cuatro sencillos turnos correlativos (desplegar cartas de deseo, hacer suposiciones, revelar preferencias y asignar tantos con ligeras modificaciones para el cooperativo), proclamándose flamante vencedor aquel que alcance o supere los quince puntos en el paulatino recuento.



El abanico de ocurrencias disponibles (los naipes las recogen a doble cara para ofrecer un total de ciento diez) alberga “amigo superhéroe”, “bolígrafo infalible”, cámara criogénica”, “champú crecepelo”, “coche submarino”, “controlador mental”, “desodorante eterno”, “medicina universal”, “murciélago domesticado”, “portaaviones volante”, “robot limpiadientes”, “teléfono transtemporal”, “tigre guardaespaldas” o “vestidor automático” por citar las binominales de un largo etcétera con muchas materiales pero también varias emotivas; si bien es cierto que nutriría de mayor libertad (así como customización) alguno en blanco para personalizarlo (la imaginación al poder), con sinceridad (la estrategia pura desvirtúa el objetivo) el entretenimiento es mayúsculo.



En cuanto a la limitación indicada desde Cementerio de Noticias se puede adelantar en exclusiva que en breve se activará un divertido concurso por redes sociales en el que se seleccionarán diversas ideas para añadirlas formalmente, así que en venideras ediciones se enmendará; en definitiva, durante aproximadamente veinte minutos la abstracción del siempre tedioso mundo terrenal es absoluta merced a unas consignas claras e intuitivas (la labor de Lorenzo Tabarini como artífice es fascinante e inconmensurable) que se adaptan a las capacidades del respetable sin entender de edades (los seis años son una mera recomendación mínima) con una sublime calidad ilustrativa (Pablo de la Cruz posee un don natural) que impresiona sin remedio.



Daniel Espinosa, a fecha 01 de octubre del 2023