“Vivimos en un mundo en el que la demanda de boomies es cada vez mayor... la ciudad está plagada de estos adorables entes listos para ser capturados… conseguirlos a todos puede convertirse en una tarea algo tediosa... los cazadores están totalmente desbordados… ¿a quién vas a llamar ahora?... los sustos que provocan no pueden competir con la emoción de tenerlos... ¡únete a la patrulla para utilizar todo tu viscosete!”, así versa la introducción (combinando la escueta de la contraportada con la extensa del instructivo) de la enésima obra de arte (afirmación añadida sin titubeos por lo expuesto en adelante) de la compañía amiga Zacatrus en su afán de entretener e innovar por igual.
La caja (sus ajustadas dimensiones ascienden a quince por once por cuatro centímetros) con acabados de lujo (los matices cromáticos con primorosos detalles de barniz en determinadas zonas desbordan los sentidos) incluye un total de ciento veinticuatro cartas (contabilizando las tres categorías diferenciales amén de las de ayuda recordando tanto la incidencia de “herramientas” como la puntuación de “colecciones”), un marcador (en cartón de considerable resistencia personalizado en ambos lados) y dos manuales bilingüe (idénticos en cuanto a contenido tanto en español como en francés) que harán las delicias hasta del más exigente en estos lares por la calidad atesorada.
De tres a ocho participantes (se antoja un gran negativismo que no se haya contemplado un modo para parejas en el que batirse directamente en duelo con ligeras modificaciones reglamentarias que a priori lo permitirían) a partir de ocho años (edad meramente orientativa para comprender unas consignas que por fortuna no albergan ningún misterio) batallarán en partidas de unos veinte minutos (duración certeramente aproximada atendiendo a las variantes confluyentes), siempre con el objetivo en mente de ser el que posea el abanico más valioso al término de unas rondas cuyo sistema a respetar es ágil e intuitivo como pocos posibilitando futuras expansiones para ampliarlo.
Tras la fugaz fase de preparación (se agradece enormemente no verse obligado a destinar media hora a ello sino apenas unos segundos) comienzan las subastas (con los pasos “revelar”, “pujar”, “desvelar” y “repartir” como únicos a seguir mereciendo una mención aparte los atributos especiales de “boomie party”, “boomie sorpresa”, “portal multidimensional”, “trampa abierta” o “viscotechila”) para asignar a la postre el sumatorio obtenido con las decisiones tomadas en aras de lograr el mayor, casando a las mil maravillas autoría de Diego Burgos e ilustraciones de Núria Aparicio (revisión de Patricia Cano mediante) para amenizar toda velada que se precie con mayúscula adecuación.
Como aspectos menos convincentes es menester citar la cuna escasamente customizada para la ocasión (solamente de color verde al contrario que sucede con unos laterales exteriores en los que las entrañables criaturas protagonistas aparecen hasta dieciséis veces) que contrasta con unos naipes realmente loables (tanto estética como materialmente), así como una ficha indicadora carente de peana (la necesidad es relativa pero qué duda cabe que elevaría de categoría al producto final) que sin embargo enamora al observarla representando eficazmente a uno de los omnipresentes seres a cosechar rescatado de un imaginario en el que el carisma prima en detrimento del poderío.
El atractivamente extraño pero tremendamente grato híbrido de Pokemon go (el fenómeno mundial de la popular saga nipona que causó tanto furor como accidentes por el uso indiscriminado del móvil en plena calle) con Cazafantasmas (la célebre franquicia cinéfila de la que asiduamente ven la luz entregas) resulta memorable para todo tipo de público (que a nadie engañe la puesta en escena visualmente infantiloide porque la estrategia es clave para alzarse con la victoria), debiendo recomendarse encarecidamente su adquisición para disfrutarse en cualquier reunión lúdica por doce euros (precio de venta al público oficial) ya que el éxito es seguro sin importar predilecciones.
