“Stonefly”, de Flight School Studio y MWM Interactive
La sinopsis oficial más breve (en el bazar figura otra de mayor extensión) versa “aprovecha el viento y recorre los parajes junto a una inventora tan brillante como inocente que deberá recuperar la joya perdida de su familia sirviéndose de la destreza e ingenio que atesora”; el argumento obedece a la típica e insólita (ambos adjetivos paradójicamente casan sin fisuras) consigna de disfrutar de un mundo utópico creado específicamente para la ocasión con (según afirman sus autores) una importante asunción de riesgos en aras de ofrecer un periplo novedoso. lo cual un servidor confirma y corrobora sin titubeos.
Los controles (cabe señalar que la plataforma sobre la que se lleva a cabo el análisis que ocupa es la Xbox One aunque también está disponible para las que se indicarán seguidamente) son los clásicos de dirección (con el joystick izquierdo) e interacción (con el botón “A”), interiorizándose rápidamente con la opción (no obligación) de activar la vibración del mando para un mayor efecto de frenesí e inmersión; la compatibilidad abarca desde consolas (Nintendo Switch y PlayStation 4 amén de la citada así como las nuevas generaciones de las mismas) hasta ordenadores (Microsoft Windows), con solvencia.
La jugabilidad es más que decente sin resultar sublime (los caminos vienen delimitados por defecto y la falsa libertad de movimientos no encandila como debiera al apenas repercutir en el devenir de la trama), antojándose todo un acierto los cuatro bloques de guardado para que cada retome la partida sin necesidad de repetir acciones ya efectuadas; el idioma seleccionable abarca cinco dialectos (alemán, francés, español, latino e inglés) tanto escritural como asistencialmente, no aplicándose nada a los comentarios al no pronunciarse ninguno, algo que desagradará a quienes gusten de otro tipo de fórmulas narrativas.
El peso del archivo a descargar es de un gigabyte con tres cientos megabytes (presumiblemente netos al no ser viable una expansión), una ligereza final que repercute escasamente en la capacidad total de almacenamiento en el disco duro para mantenerlo en la pantalla principal sin preocuparse al respecto; los logros abarcan desde generales (a medida que se superan capítulos de la historia) hasta específicos (cumpliendo rigurosamente alguna tarea encomendada que conviene consultar previamente para que no se torne caduca), con un total de treinta cuya consumación íntegra es racionalmente dificultosa.
El mapa brilla por su ausencia, congregándose en el reducido campo de visión la parcela en la que se debe recolectar la tecnología e información precisadas; las misiones son una sucesión de consecuentes quehaceres (anunciados en la estación de trabajo junto a las subclases) para poner a prueba la capacidad de adaptación del consumidor, quien afrontará la odisea de pertenecer a un popular grupo de pilotos (“Acorn Corps”) en su feroz e incansable lucha contra hambrientos insectos en solitario, restando por ello la sensación de que una modalidad cooperativa enriquecería enormemente la experiencia.
La elección de personajes es tan restringida que se confina a uno solo, el de la flamante protagonista (Annika Stonefly), asumiéndose exclusivamente el rol de ella (no obstante aparecen en escena otros secundarios de similar relevancia que la acompañan en su llegada a la madurez); el arsenal en sí mismo es coral e instructivo, consistiendo en el paulatino empleo de las herramientas que se posean en las fases concretas que, a la postre, configuran un inventario realmente plural (sobre todo según se muestra al inicio) con mejorías de habilidades (de salto, extirpación e insospechadas pericias por desvelar aún) incluidas.
Los gráficos lucen en una calidad suprema (4K Ultra HD optimizados), apreciándose unas texturas inspiradas (con sumo respeto) en el diseño moderno de mediados de siglo y, sobre todo, en la naturaleza (en el más amplio sentido del término), plasmándose un microcosmos digno de mención en el que la flora, la fauna y demás elementos asombran sin remedio (si bien las cinemáticas no impresionan tanto) pese a que la escala dimensional se desvirtúe en no pocos momentos; el sonido no fascina pero cumple con creces su cometido, regulándose tanto efectos como brillo y deficiencia cromática desde el completo menú.
La duración es de aproximadamente doce horas (dotando de generosidad la estimación), incrementándose levemente (tampoco se contemplan entresijos) si el intrépido usuario decide explorar en profundidad los escenarios; el precio recomendado de venta al público es de 19.99€, antojándose un tanto elevado (y más atendiendo a que la única versión adquirible es la digital) aunque el desembolso implica reconocer el cúmulo de ideas (entre ellas algunas tan meritorias como la de emular un trayecto por el cielo sin salir del salón del hogar) que, en su conjunto, son muy disfrutables si uno no es exigente al respecto.
El responsable es Flight School Studio (firma formada por un pequeño equipo ávido de éxito comandado por Adam Volker y Bohdon Sayre con sede en Dallas) con la distribución de MWM Interactive (desarrollador independiente de longeva trayectoria con diócesis en Los Ángeles), este último consolidado como la división de entretenimiento interactivo de la célebre corporación Madison Wells Media; en el catálogo del primero constan títulos como Creature in the well, Island time o Manifest 99, mientras que en el segundo lo hacen lindezas como Groundhog day, Sokrispy daydreams o War remains, por ejemplificar.
