“Catie in Meowmeowland”, de ARTillery y Blowfish Studios
“Tras seguir a un misterioso y veloz gato blanco una niña es arrastrada a la madriguera de un gusano por culpa de una extremidad gigante viéndose obligada a explorar un mundo de cuentos alucinantes repleto de criaturas extravagantes”; así versa la sinopsis (ligeramente modificada para no desvelar excesivas sorpresas) en la que las referencias a la célebre novela de fantasía escrita por Lewis Carroll allá por el ya lejano mil ochocientos sesenta y cinco Alice in Wonderland abundan desde el primer segundo, rindiéndose un fabuloso homenaje en esta especie de (muy) libre (re)interpretación del citado best seller.
La dinámica point-and-click (basada en la pulsación de diferentes zonas de la pantalla para activar o combinar elementos) se respeta de principio a fin (con irregular adecuación ya que en ocasiones es tediosa) a lo largo de veinticuatro fases (de fluctuosa duración y dificultad) que exigen máxima concentración e imaginación, luciendo en alta definición (4K) para ensalzar la majestuosidad de un arte conceptual de ensueño; el resultado es un notable tributo a las clásicas aventuras gráficas (al más puro estilo Monkey island) en el que el sentido del humor blanco lo convierte en apto para todos los públicos.
La ausencia total de diálogos (los objetivos a satisfacer se especifican mediante imágenes universales) junto a la exhigua utilidad de comandos (solamente el joystick izquierdo y el botón “A” en la versión para XboxOne que es sobre la que pivota la presente reseña apenas difieriendo de los del resto de plataformas) se traduce en un certero minimalismo; dicha nimiedad es extensible al ligero peso del archivo a descargar (unos dos gigabytes), lo cual implica una liviana ocupación del disco duro con la estimable oportunidad de mantenerlo instalado para la posteridad (casi) sin repercusiones en la unidad de almacenaje.
Las reminiscencias a Gobliiins, Machinarium, Neverhood, Samorost son evidentes e intencionadas, enfatizándose el componente visual (la proporción de película animada es idéntica a la de puzles a resolver) para entusiasmar sin remedio; partiendo de un tutorial (por tildar de alguna manera el minuto de premisas sobre cómo interactuar con el entorno) que sirve de antesala para las decenas de enigmas que depara la odisea, aquellos coleccionistas de logros para su gamescore hallarán en la propuesta un verdadero reto, pues deberán rejugarlo (o consultar una guía) para descubrir todos los secretos que escondidos.
El menú contiene las opciones “new game” (para iniciar una nueva partida), “continue” (para seguir por el mismo punto donde se dejó una vez se ha comenzado), “options” (detallado a continuación), “go to level (para repetir un nivel concreto ya superado) y “credits” (para conocer a quienes han hecho posible la obra); en cuanto a la tercera, se subdivide en “lenguaje” (alemán, chino, español, francés, japonés, mandarín, polaco, ruso e inglés), “audio” (para regular el volumen de la música y el sonido) y “cursor” (para delimitar la velocidad de movimiento), permitiendo personalizar mínimamente cada subsección.
En definitiva, el equipo de ARTillery (formado por Gordana Sramekova, Lubo Haraksim, Marek Halavaty y Martin Szolgay), firma bajo la cual ve la luz trabajo (junto a la inestimable coproducción de Blowfish Studios) tras varios meses de demora, consigue transmitir emociones de antaño con recursos actuales, invitando a avanzar con acciones correlativas (no demasiado intuitivas pero sí lógicas cuando se consuman) por unos escenarios realmente virtuosos e hipnóticos; que el precio de venta oficial ascienda a escasos doce euros es un órdago a facilitar su adquisición, únicamente restando por ello aconsejarla fervientemente.