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21-11-2024 10:16 (UTC)

“[REC].1”, de Filmax, La Fura dels Baus y Utopia 126

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Coincidiendo con el decimoquinto aniversario del lanzamiento de [REC], película considerada un clásico del género que sirve de conexión argumental (junto a la actual pandemia que sigue asolando el plantea y la reciente invasión del territorio ucraniano por unos militares rusos que obedecen a su presidente sin compartir pensamientos) se estrena la que podría denominarse su versión interactiva; si el metraje nació con la intención de ser colectivo, su derivación no solo expande esa idea sino que la enfatiza con la irracional dualidad entre sentirse agredido (víctima) y convertirse en un peligro para los demás (amenaza), y es que la delgada línea trazada entre los no muertos y el Covid (con el contagio como vía universal) invita a reflexionar sobre la sumisión ante imposiciones estatales de cuestionable justificación.

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La premisa es una animada proyección (con bastantes problemas técnicos iniciales) al aire libre en el patio de la fábrica en la que transcurren los sucesos (con la inestimable presencia de la carismática reportera que entrevistó en primera instancia a un servidor junto a su inseparable cámara aparato en mano) que rápidamente se ve obligada a trasladarse a al interior sin ser a partir de entonces tan sosegada como al comienzo; con la sugestión (sobre todo a raíz de una autoritaria bifurcación) y la claustrofobia (pese a las dimensiones del emplazamiento) como armas fundamentales, se alternan secuencias fílmicas con otras retransmitidas en vivo formidablemente sin apenas percatarse de las transiciones (pausadas en cuanto a dinamismo se refiere), fusionándose las tramas con espontaneidad e incertidumbre.

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La promesa de que el público no sufrirá daño alguno no asegura para nada la tranquilidad, pues el temor a que así sea está (muy) latente en todo momento (con gloriosos efectos audiovisuales como el de la redada) puesto que el miedo (el tema central del montaje que ocupa empleado con una clarividencia tal que a más de uno le servirá de introspectiva terapia) despierta lo peor del ser humano al dividir a la gente (textualmente en determinado instante que a la postre se traduce en el recurso más impactante de todos sin desmerecer al resto); aunque el hilo conductor anuncia el devenir éste se percibe impredecible, despertando recelo por su densidad (la digestión no es especialmente amable) e hipnotismo por su trasfondo, omitiéndose cuantiosos detalles para no brindar suculentas e inútiles revelaciones.

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Extrañándose la individualización explícita (los grupos son agobiante e insatisfactoriamente numerosos) y una exhibición de la acción más cuidada (la visibilidad es sumamente reducida según el ángulo que se vaya adoptando por el aforo permitido aunque se solventa con una fabulosa proyección en trescientos sesenta grados que indica hacia dónde focalizar la atención), el juego de luces y sombras dispuesto es apasionante; también conviene señalar que las medidas sanitarias no se cumplen escrupulosamente (la flexibilidad permisiva en la portación de mascarillas amén del contacto que prevalece en las inevitables aglomeraciones es mayúscula), aconsejando acudir con ropa y calzado cómodos, no tanto por la exigencia física (el recorrido está habilitado para minusválidos) como por ensuciarse con terceros o cosméticos.

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Transgresión, ritmo e inmersión confluyen para redefinir el rol clásico entre espectadores e intérpretes (de hecho figuran infiltrados) trasladando el ejercicio a un espacio poco (o más bien nada) convencional mutando dicha interacción de pasiva a activa derribando con rotundidad el denominado muro de la “cuarta pared”, explorándose una vertiente artística que en fechas próximas (si se hace justicia) se tornará tendencia; con una estética y un lenguaje sin comparativa, la puesta en escena de La Fura dels Baus (con la cesión de derechos legales de Filmax para tamaña creación), a ritmo de pistas musicales minimalistamente alternativas, trasciende lo meramente tangible para potenciar todos los sentidos en aras de sobresaturar de información (gestual y verbal), llegando a entusiasmar e inquietar a partes iguales.

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Con la excentricidad e innovación que caracterizan desde su orígenes (allá por el ya lejano mil novecientos setenta y nueve) a la compañía española responsable (es menester mencionar a Miki Espuma, Pep Gatell, Jürgen Muller, Àlex Ollé, Pera Tantiñá y Carlus Padrissa como abanderados, este último ejerciendo para la ocasión de propulsor junto a Jaume Balagueró), la clase magistral de metacine es digna de pertenecer a cualquier ponencia docente que se precie (mención aparte merece una ambientación que se ejemplifica en las imágenes adjuntas); rehuyendo por completo del cada vez más en alza metaverso (de hecho el concepto implica exactamente lo contrario al proponer disfrutar o padecer la obra en riguroso directo), lo cierto es que la novedosa fórmula utilizada funciona sin fisuras encandilando.

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La calle Cristóbal de Moure número ciento veintiséis del barrio barcelonés de Poblenou es la ubicación elegida, aprovechándose la dirección comercial de la productora publicitaria Utopia 126, un edificio modernista construido en mil novecientos seis que aún conserva el estilo original y que facilita la hazaña (inauditamente lograda) de exprimir al máximo las posibilidades de tan lúgubre industria; simulando sin demasiada laboriosidad (no por falta de dedicación sino porque realmente no es precisa atendiendo a las condiciones de base) una nave abandonada, la tensión innata del lugar (“nunca sabes qué puede pasar e incluso pueden que se te caiga encima”) va en constante crecimiento hasta desembocar en un premeditadamente caótico e inusual desenlace cual clímax al viaje por las entrañas de la perdición.

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El precio de la entrada (21,49€) puede antojarse algo privativo (cada cual conoce su economía y sobre todo a qué destinar el dinero), pero en absoluto es excesivo atendiendo a los medios (tanto tecnológicos como personales) que se emplean en unos pases (solo cuatro del jueves tres al domingo seis de marzo de dos mil veintidós en una única sesión diaria a las veinte horas) que, a lo largo de noventa minutos (duración que puede variar ligeramente), mantienen en vilo (y de qué manera) al respetable, apertura de mente mediante para deleitarlos debidamente; la capacidad de unir (y adaptar) carnalidad y misticismo, naturaleza y artificio, grosería y sofisticación, primitivismo y modernismo consagra (consintiendo sin fundamento que no lo era aún) a la firma como una (o la más) revolucionaria de las últimas décadas.

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En definitiva, los miembros de Cementerio de Noticias (Daniel Espinosa y su inseparable compañera existencial María Alves) que han tenido el enorme placer de asistir al ensayo general de tan recomendable experiencia (lo es en toda regla) no pueden sino deshacerse en halagos hacia la misma, descubriendo por qué el término “lenguaje furero” causa tanto furor popular; así pues, que nadie pierda la oportunidad de adquirir sus localidades (por denominar de alguna manera a la garantía de acceso) porque la venta es limitada y sin duda la velada resulta inolvidable, puesto que el atrevimiento siempre es plausible pero que case con la coherencia como aquí ocurre es casi quimérico y, por ende, la congratulación cobra tintes épicos haciendo las delicias de los amantes del celuloide y la teatralización sin censura.

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