Título original: The hateful eight
Año: 2015
Nacionalidad: EEUU
Duración: 164 min.
Género: Drama, Suspense
Director: Quentin Tarantino
Guión: Quentin Tarantino
Reparto: Samuel L.Jackson, Kurt Russell, Jennifer Leigh, Demian Bichir, Walton Goggins, Tim Roth, Bruce Dern, Michael Madsen, James Parks, Dana Gourrier, Zoe Bell, Channing Tatum, Lee Horsley y Gene Jones
Sinopsis
Varios años después de la Guerra de Secesión, una diligencia avanza a toda velocidad por el invernal paisaje de Wyoming; sus pasajeros intentan llegar rápidamente al pueblo de Red Rock, pero una peligrosa tormenta se cierne sobre ellos obligándolos a hospedarse en una cabaña junto a unos desconocidos de propósitos tan oscuros como los suyos...
Valoración
Lo mejor: la arraigada e indiscutible pasión del inimitable director por el género inspirado en la época del viejo oeste, acentuada en ésta su octava obra direccional rodada en setenta milímetros, formato en el que únicamente se estrenará en determinadas salas, el cual no abandona desde Django desencadenado para seguir ensalzándolo y desvinculándolo de la clásica concepción de excusa situacional para infructíferos duelos balísticos, permanece latente sin descuidar el aspecto rudo para fundamentar una trama bastante más pobre que anteriores aun ofreciendo un producto impecable visualmente e impredecible argumentalmente; el elenco, plagado de viejas glorias del celuloide en incesante alza encarnando roles tan variopintos como el del cazarrecompensas, el verdugo, el confederado, el alguacil, el mejicano, el hombrecillo, el vaquero y la prisionera, por mencionar exclusivamente los que se citan en el avance a fin de no desvelar otros, no escatima en derrochar calidad interpretativa para dotar a los diferentes personajes de un revestimiento mágico de enorme valor; la gloriosa banda sonora original compuesta por el reputado Ennio Morricone, con canciones que comunican igual o más que las palabras que pronuncian quienes se ven batallando por estímulos cruzados e intereses confrontados con antagónica complicidad, no hace sino contribuir al transitorio viaje que experimenta el espectador a un mundo plausible, concebible e imaginario en el que se refleja implícita e inequívocamente el sumamente reflexivo fragmento del Génesis bíblico que versa “y vio Dios que la maldad de los hombres era mucha en la Tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal”.
Lo peor: la deliberada pausa con la que dota a cada acontecimiento el autor, una de las muchas características distintivas que prevalecen desde sus inicios, impacientará incluso al más acérrimo seguidor del mismo, y es que la derivación de tensión en la vertiente más talentosa a la que acostumbra recurrir se torna en esta ocasión desmesuradamente lenta; el bodrio, como diría un buen y pequeño amigo, que se percibe hasta el ecuador es mayúsculo, pero éste se convierte en un punto de inflexión a partir del cual se produce un cambio radical en el ritmo y el sentido de la cinta, sucediéndose desde entonces multitud de memorables impases de censurable crueldad, tales como la tórrida e impactante historia carnal que narra el único personaje de color a modo de castigo supremo y las sangrientas e intensas consecuencias de un envenenamiento en cuya premeditación reside un poderoso objetivo; el planteamiento resulta tan reminiscente a La Cosa de John Carpenter, con símiles entre la presente y aquella como inhóspitos refugios, amenazadoras ventiscas, casuales reuniones, aisladoras nevadas, engañosas apariencias y exponenciales paranoias, que solamente se distingue sin comparativa posible del maestro de ceremonias la división por capítulos, seis para ser exactos, y una verborrea no apta para todos los públicos al abundar los diálogos machistas y racistas, entre otros detalles políticamente incorrectos.