Título original: Kick ass 2
Año: 2013
Nacionalidad: EEUU
Duración: 103 min.
Género: Acción, Comedia
Director: Jeff Wadlow
Guión: Jeff Wadlow, John Romita y Mark Millar
Reparto: Aaron Taylor, Christopher Mintz, Chloe Moretz, Jim Carrey, John Leguizamo, Clark Duke, Morris Chestnut, Olga Kurkulina, Lyndsy Fonseca, Yancy Butler, Donald Faison, Robert Emms y Lindy Booth
Sinopsis
Hit Girl intenta retirarse del grupo de superhéroes debido a que Marcus, su padre adoptivo, quiere que lleve una vida normal, mientras que Kick Ass continúa impartiendo justicia por la ciudad con el resto de justicieros formando un equipo liderado por el Colonel Stars; el grupo planea su nuevo objetivo, desmantelar una red de prostitución infantil liderada por un malvado proxeneta que tiene secuestradas a un grupo de jóvenes latinoamericanas, pero la empresa no resultará para nada sencilla.
Crítica
Hace no mucho tiempo (concretamente en junio de dos mil diez), un adolescente marginado sin nada de suerte y una niña deslenguada con clara vocación suicida revolucionaron (o al menos lo alteraron de forma destacable) el cine de superhéroes, descubriendo al público que cualquiera puede convertirse en uno de ellos, siendo el título de tan celebrada propuesta Kick ass, dirigido y escrito por Matthew Vaughn y producido por Adam Bohling y Brad Pitt (llama poderosamente la atención la participación de éste último como colaborador dinerario pero no es la primera película en la que ejerce como tal, sin ir más lejos la reciente decepción Guerra mundial Z es otra), considerada por muchos (un tanto exagerados) una pieza imprescindible del género con cuantiosas pinceladas de cultismo (no en la línea de maestrías como Donnie Darko sino en otra mucho más terrenal pero igualmente curiosa); pues bien, Kick ass 2: Con un par(las tres últimas palabras son una añadidura española que resalta el carácter desquiciador que tanto prima en el metraje) es, como se puede deducir sin demasiadas complicaciones, la más que correcta continuación de una cinta que, al igual que los tebeos en los que se inspira, vuelve a seguir la historia de un estudiante de secundaria sin aspiraciones en la vida que un día decide ajusticiar a todo aquel que merezca un castigo a base de mamporros al más puro estilo Spiderman (de hecho la confección de la ropa que porta recuerda enormemente a la de éste) a pesar de que no tiene poderes, haciendo gala de su ridícula indumentaria (uno de esos trajes que se pueden adquirir por pocos euros en una tienda de disfraces) y uniendo fuerzas con otros semejantes para llevar a cabo tan peligrosa empresa, pero en esta ocasión el cometido se torna quimera, pues el enemigo ha crecido en número y recursos, propiciando que los más cruentos combates inunden la pantalla de rojo con más asiduidad que pertinencia.
La desmesurada violencia (podría ser mucha más, es bien cierto), característica de la exitosa franquicia literaria del creador del cómic homónimo Mark Millar (asesor creativo de varias cintas de la Marvel que en este caso firma como productor ejecutivo adaptador de la propuesta al guión cinematográfico), llegó a desarrollarse de forma medianamente coadyuva (e incluso simpática debido al conseguido patetismo del protagonista que en su inmensa mayoría la sufría) en la primera entrega gracias a una trama que la justificaba con cierta adecuación, sin embargo, en ésta segunda el argumento es tan limitado y los personajes tan poco carismáticos (tal vez éste sea el momento preciso para rememorar la gran labor que realizó Nicolas Cage en aquella, inexplicablemente desbancado en virtud de otro fichaje estrella, el de Jim Carrey, que por suerte demuestra como ya hiciera en la enrevesada El número 23 su versatilidad interpretativa en el que ha sido calificado por muchos críticos el mejor papel de su carrera hasta la fecha) que resulta poco menos que estrepitosa, y es que contenido suficiente no falta pero el errático enfoque que se da al mismo da lugar a ello; otro gran defecto de la entretenida (adjetivo introducido para no hacer alusiones solamente a nocividades) cinta se encuentra en el lenguaje, tan redundante como obsceno (es por ello que durante el resumen de la trama que abarcan los dos siguientes párrafos los nombres se escribirán en el idioma original, pues traducirlos sería contribuir a una desaconsejable aglomeración de impúdicos vocablos), por no mencionar la denuncia global que la propuesta podría ganarse (todos los temas imaginables son destripados sin piedad ni sentido, teniendo lugar tanto inconcebible racismo como clasicista sexismo y sanguinario ateísmo) en aras de respetar al máximo las ilustraciones en las que se basa, fidelidad que no cuenta con el filtro que hubiese sido preciso para poder afirmar que la arriesgada conversión (efectivamente, por segunda vez) sea la más anhelada.
Ha pasado un año desde que Hit Girl (Chloe Moretz, cuyo desparpajo es su mejor arma actoral al tiempo que contrarresta el prematuramente retocado rostro de tan joven ya no promesa sino consagrada celebridad del celuloide) perdiera a su padre (Nicolas Cage, únicamente presente mediante fotografías) a manos de Red Mist (Christopher Mintz, alejado por completo de la fragilidad que lo hizo inolvidable en la comicidad más absoluta no termina de bordar sus papeles) en una encarnizada lucha contra el crimen, y desde entonces mantiene la promesa de no realizar tareas propias de la justicia (el inicio de la historia se corresponde con un intervalo temporal anterior al que primará en el resto) y seguir a rajatabla las órdenes de su cuidador (Morris Chestnut, prescindible tanto él como la figura a la que encarna) en aras de llevar una existencia normal alejada por completo de todo lo que defendía antaño; el retiro del grupo al que pertenecía no ha sido compartido por Kick Ass (Aaron Taylor, inusual es su carisma natural aunque incompleto su aprovechamiento), quien continúa impartiendo jurisprudencia por la ciudad junto al Colonel Stars and Stripes (Jim Carrey, quien a pesar de proferir una declaraciones tan inoportunas como propicias meses antes del estreno de la película en las que no recomendaba el visionado de la misma por el trasfondo vehemente, palabras que bien podrían deberse a premeditada publicidad pero de veras parecen haber nacido de la mente del actor sin ánimo de polemizar a juzgar por el resultado final, se muestra pletórico en su cometido) y el resto de compañeros para erradicar todo mal conocido.
Una noche, el clan desmantela una red de prostitución infantil liderada por un malvado proxeneta que tiene secuestrado a un grupo de jóvenes latinoamericanas (los instantes previos a la irrupción en el lugar son posiblemente los mejores compases), pero cuando parecen haber consumado el rescate entra en escena The Motherfucker, el reinventado maleante que a falta de progenitores y con un educador (John Leguizamo, quien se rige por el dinero al igual que lo hace en la realidad) sin apenas sentido común ha congregado a decenas de insanos descerebrados que al igual que él pretenden difundir el desorden dando rienda suelta a su locura e iniciando así su particular e insaciable venganza contra los causantes de la muerte de su progenitor (el trauma ha estado siempre muy instaurado en su consciencia); cuando los villanos comiencen a sembrar el caos que tan bien han sabido construir las autoridades, incitadas por los siempre manipuladores medios de comunicación que a su vez se ven envenenados por el poder de los comentarios anónimos en internet, emprenderán una campaña indiscriminada contra todo aquel que lleve antifaz (una clara y directa crítica social hacia la manipulación que no se aleja mucho de lo que sucede habitualmente), haciendo patente que las consecuencias de un cometido que pertenece más a la fantasía que a una remota realidad se materializan sin tregua en la vida de un protagonista que espera desesperadamente la ayuda de su antigua compañera, la cual actuará sin vacilaciones para auxiliar al chico con el que finalmente se dará su primer beso (tal vez no sea conveniente concluir la síntesis con este detalle pero de tan entrañable que se antoja el fraguado aunque un tanto precipitado desenlace se presume muy indicado e indudablemente remarcable).
A pesar de lo que pueda llegar a hacer pensar la cuidadosa disección de las negatividades más relevantes recogidas al inicio de la crítica, la diversión que una producción como la presente debiera ofrecer se brinda con creces al público (una exigencia por parte de los responsables de los cines hacia el mismo es que cumplan la mayoría de edad de veras y no consentir el acceso de menores a la sala como suele suceder), logrando que algunos de los momentos más surrealistas del séptimo arte se produzcan (aprovechar los agujeros producidos por un tiroteo en un vehículo en movimiento para evitar caer del mismo y creer firmemente que portentosas indumentarias no se traducen en inquebrantables protecciones son ideas que de buen seguro no pocas personas habrán urdido pero ninguna se ha atrevido a plasmar en la pantalla hasta ahora) y consigan hacer olvidar las indeseables divagaciones que se recogen (sorprende que ninguna de ellas guarde la más mínima relación con el patriotismo que tantas veces han implorado los paladines estadounidenses); ante la más que probable posibilidad de que una tercera parte vea luz en los próximos años, solamente cabe desear que los citados puntos débiles compartidos por las dos antecesoras se conviertan en tinos (en ésta se ha dado un gran paso en este sentido al modernizar ciertos tópicos, estando las redes sociales muy presentes a lo largo de toda la trama teniendo en cuenta un reciente estudio que revela que, a diario, por cada mensaje tradicional de móvil se envían seis que se valen de la tecnología actual elusiva del consumo de saldo, es decir, la mensajería instantánea) y que el villano de turno (puede que el mismo a juzgar por la breve escena que acontece tras los créditos finales) se comporte de una manera más racional, ya que si se pulen éstos y otros pequeños detalles no cabe la menor duda de que la saga cobrará los tintes épicos que se propone con el preciso reconocimiento.