Los inocentes
(Ander Iriarte, Arnau Pons, Carlos Alonso, Dídac Cervera, Eugeni Guillem, Gerard Martí, Laura García, Marta Díaz, Marc Martínez, Marc Pujolar, Miguel Sánchez y Rubén Montero, 2013)
Ficha técnica
Título original: Los inocentes
Año: 2013
Nacionalidad: España
Duración: 62 min.
Género: Suspense, Terror
Director: Ander Iriarte, Arnau Pons, Carlos Alonso, Dídac Cervera, Eugeni Guillem, Gerard Martí, Laura García, Marta Díaz, Marc Martínez, Marc Pujolar, Miguel Sánchez y Rubén Montero
Guión: Ander Iriarte, Arnau Pons, Carlos Alonso, Dídac Cervera, Eugeni Guillem, Gerard Martí, Laura García, Marta Díaz, Marc Martínez, Marc Pujolar, Miguel Sánchez y Rubén Montero
Reparto:Mario Marzo, Charlotte Vega, Álex Batllori, Bárbara Mestanza, Joan Amargós, Manuel Dueso, Diana Gómez y Carmen Flores
Sinopsis
Un grupo de jóvenes sale de excursión y pasa la noche en un albergue abandonado; los rumores aseguran que cada veintiocho de diciembre una maldición posee el edificio para asesinar a varios adolescentes...
Crítica
Desde la escuela de cine catalán ESCAC llega Los inocentes (la certeza del título reside en el doble sentido que el mismo cobra una vez es desvelada la mayor incógnita, la identidad del asesino en masa antagonista de ésta), una propuesta arriesgada para intentar dar una nueva visión al subgénero slasher (aquel en el que el principal requisito es que una cantidad insana de sangre inunde la pantalla en gran parte de la trama sino a lo largo de toda), para lo cual nada menos que doce directores han llevado a cabo el filme de pseudoterror (al menos supuestamente, porque las carcajadas se suceden, mayormente por sobresaltos un tanto deficientes) en el que abundan los tópicos durante la escasa hora (exactamente sesenta y dos minutos si se obvian los inevitables créditos finales) de duración, algo que imposibilita tildarlo de algo más que entretenido; configurada como un gran homenaje a los ochenta y noventa (hacer recordar a clásicos como Halloween, Scream y Sé lo que hicisteis el último verano se queda en un intento fallido), la película presenta una calidad tan pobre en su conjunto (lejos de inquietar más bien se percibe como una gigantesca parodia aunque ciertas secuencias sí infunden agonía) que solamente resulta aconsejable por la correcta introducción al siglo veintiuno que se da (la importancia de los móviles es tan mayúscula como la que ocupa en la sociedad actual), no alcanzando la categoría de una serie televisiva de mediana calidad por numerosos motivos (entre ellos la fugacidad de los enamoramientos).
La ejecución de los jóvenes actores (así hay que considerarlos por ésta vez al autodefinirse como tal) es poco más que correcta (tal vez siendo muy generosos) y siempre solucionan sus tesituras con unas ocurrencias humorísticas poco oportunas aun aceptando que al fin y al cabo las inocentadas de mal gusto se sitúan en el epicentro de la historia arrítmica y repleta de subtramas sin pertinencia alguna, siendo supuestamente graciosas para unos (quienes las hacen y el público) pero no para otros (las víctimas y, ateniendo a que la supuesta tensión prometida no se atisba debido a la mediocridad con la que se trata de infundir, los espectadores), es más, los personajes se presentan tan planos y sin carisma que la tensión que debieran transmitir se torna absurdez (algo a lo que las inconexiones de guión y la mala fotografía tampoco ayudan mucho); como proyecto de fin de grado puede llegar a entenderse (la autoría compartida y la involucración de unas trescientas personas del citado centro no desmerece lo más mínimo), pero como proyección dentro de la Sección Panorama de la pasada edición del Sitges Film Festival se antoja sencillamente inadmisible (cabe recordar que tuvo lugar en el Auditori del Hotel Melià, el emplazamiento insignia del certamen) por más que se intente dar una oportunidad a recién iniciados en el séptimo arte, y es que Ander Iriarte, Arnau Pons, Carlos Alonso, Dídac Cervera, Eugeni Guillem, Gerard Martí, Laura García, Marta Díaz, Marc Martínez, Marc Pujolar, Miguel Sánchez y Rubén Montero (por qué no citar a los responsables en orden alfabético para evitar pérdidas y apuntes de nombres para finalidades personales) son supuestas promesas del cine español que, analizando el trabajo por segmentos, denotan un nivel muy dispar pero generalmente muy bajo.
El veintiocho de diciembre de mil novecientos ochenta y ocho un joven murió en el “Albergue 12 Colinas” tras sufrir una broma pesada por parte de los que hasta entonces consideraba sus amigos, siendo el lugar considerado a raíz de ello maligno para todos aquellos que el Día de los Santos Inocentes merodeen el mismo o sus alrededores (de ello se hace partícipe al espectador mediante una insignificante conversación entre los predestinados a convertirse en víctimas y la dueña de la gasolinera en la que se detienen para adquirir comida saturada de calorías y bebida de alta graduación alcohólica en su objetivo de pasar la noche en la mencionada posada) como demuestran los posteriores cuerpos sin vida hallados (el sufrimiento de los adolescentes comprende, entre el pasado y el futuro, achicharramientos, robos, acuchilladas, mordiscos, envenenamientos, atropellos, desnudos, arrastramientos, persecuciones, grabaciones, decapitaciones, encerramientos, calcinamientos, intoxicaciones, desesperos, aterramientos, accidentes, disparos, desorientaciones, extenuaciones, engaños y demás perversiones, todas ellas asumidas con desconsolante torpeza e indecente temeridad); ahora, quince años después (la vinculación entre una fecha y otra se limita a la compartición de la citada celebración popular y el emplazamiento en el que suceden los sanguinarios acontecimientos), un grupo de amigos (la primacía de la sobreactuación castiga severamente los sentimientos que despiertan) que viaja en una furgoneta sin otro particular que el de festejar (en ningún momento se aclara qué) está a punto de experimentar la maldición en sus propias carnes, pues siguen la dirección del cartel que han descubierto oculto entre la frondosidad del bosque por el que circulaban y, haciendo caso omiso de las advertencias que proferidas por un policía acerca del abandono (lo cual aumenta sus expectativas de encontrarse con un edificio en el que llevar a cabo una pequeña y privada fiesta) y los peligros (sin especificarse en un principio cuáles son) de su destino, se dirigen sin titubeos hacia la maldad...
Los Inocentes no es una película al uso y que tantas manos hayan formado parte de la dirección y el guión hace que la cinta no acabe de definirse, algo que resulta normal, ya que cada cual tiene su manera de proceder y no haber segmentado por capítulos la trama sino que el cambio de dirección se realice entre las escenas pasa mucha factura al producto final, el cual al menos posee cierta bella factura en cuanto a imagen se refiere (siempre teniendo presente de lo que se trata), no pudiendo ser defendible en ningún caso la cantidad de equivocados atrevimientos presentados (preguntar a alguien que está sangrando abundantemente si se encuentra bien o masturbarse cerebralmente no se antojan precisamente originalidades); que la película se haga tediosa sería lo más normal, por lo que la mejor opción es desconectar y disfrutar de las numerosas muertes que ofrece, pues de lo contrario el sufrimiento será extremo y tampoco es justo exigir más de lo que se debe (a pesar de hacerlo debida y mínimamente la impresión será irremediablemente mala, pero conviene no castigar excesivamente una especie de proyecto estudiantil que, más que una cinta, se presenta como una muestra de lo que son capaces de ofrecer con muy pocos recursos jóvenes talentos, pese a que dicha adjetivación venga preestablecida y no se observe apenas nada), echándose en falta una división de piezas (como en The abc’s of Death) para facilitar la crítica, o en su defecto la felicitación.
Por más que uno se esfuerce en encontrar algo que le permita sentenciar que la película es simplemente mala (el porcentaje de dieces que tiene en sus calificaciones en según qué páginas es ciertamente alarmante, teniendo sentido esto únicamente si han sido los propios cineastas los votantes) difícilmente podrá hacerlo, y es que de hecho llega a rozar lo patético en varios momentos (no cabe pronunciarse de nuevo respecto al reparto al haberlo criticado con anterioridad pero es que pasearse por la pantalla posando a la mínima oportunidad y recitando el texto que les ha sido atribuido sin emoción alguna no puede dejarse de señalar); a los doce responsables (tal vez el primordial error haya sido ese, congregar a una docena de autores con ideas bien diferentes) se les debía exigir ser capaces de ofrecer un vídeo casero creíble (dejando a un lado expectativas varias la esencia debería ser esa), y esto sólo se logra en cuanto a la calidad del mismo, pues hacerlo peor es realmente complicado al primar la previsibilidad (una mínima recurrencia era inevitable pero la que se da es denunciable) y los efectos especiales de ínfima atribución (algunos de ellos, como no, lucen sobre los exuberantes pechos de las féminas), aun distrayendo merced a un maquillaje decente y una destilación constante de humor macabro que, al menos, no trata de engañar a nadie al plasmarse sin pretensiones (ni genuinidad, claro...).