Título original: Stir of echoes Año: 1999 Nacionalidad: EEUU Duración: 91 min. Género: Suspense, Terror Director: David Koepp Guión: David Koepp Reparto: Kevin Bacon, Kathryn Erbe, Zachary Cope e Illeana Douglas
Sinopsis
Un hombre normal que vive con su mujer y su hijo de siete años accede a ser hipnotizado durante una fiesta en casa de unos vecinos...
Valoración
Lo mejor: la primera sesión de hipnosis no se puede tildar más que de inolvidable, traduciéndose en una secuencia en constante cambio que se vale de recursos primarios para impresionar al tiempo que evidencia que el escepticismo respecto a fenómenos paranormales debe restar en entredicho; el devenir de los acontecimientos, a base de paulatinos descubrimientos guiados por una fuerza invisible, difícilmente podría haber captado mejor la esencia de la novela homónima de Richard Matheson en la que se basa y que, al igual que la producción, narra cómo la vida de un humilde trabajador se ve perturbada por extrañas voces y visiones que parecen ser fragmentos de un rompecabezas para resolver un atroz crimen; la labor del menor del reparto, Zachary Cope, secundada por las respectivas de unos inmensos Kevin Bacon y Kathryn Erbe, es equiparable a la de las de Danny Lloyd en El resplandor y Haley Osment en El sexto sentido, por citar dos clásicos.
Lo peor: el nudo, al contrario que ocurre con el planteamiento y el desenlace (ambos excelentes), no termina de encandilar, si bien la duración total no hubiera permitido catalogar la obra de largometraje de otro modo; la sombra que proyecta cierta difunta se antoja un descuido que, aun siendo aparentemente minúsculo, resta enteros al juzgar el acabado global del filme; la fórmula para plasmar la dotación espiritual bebe directamente de las sensacionales referencias ya aludidas firmadas por el estadounidense Stanley Kubrick y el indio M.Night Shyamalan, compartiendo todas ellas brillantez y desconcierto infantil.