Título original: The Cloth
Año: 2012
Nacionalidad: EEUU
Duración: 83 min.
Género: Suspense, Terror
Director: William Brent Bell
Guión: William Brent Bell y Matthew Peterman
Reparto: Fernanda Andrade, Simon Quarterman, Evan Helmuth, Suzan Crowley, Ionut Grama, Bonnie Morgan, Brian Johnson, Preston James Hillier, Maude Bonanni, Duerkholz, Marius Florian y Suzanne Freeman
Sinopsis
María Rossi llamó en el año 1989 a las autoridades para confesar que había matado a tres personas con sus propias manos; dos décadas después su propia hija, Isabel, comienza a investigar los sucesos...
Crítica
Más de lo mismo, esa es posiblemente la frase más concisa y oportuna para describir lo que supone Devil inside, una producción que recurre al popularmente admirado ámbito de los exorcismos apelando más por la comercialidad que por la lógica medianamente aceptable; William Brent Bell ya nos demostró con la horrorosa Stay Alive que posee el indeseado don de lograr un resultado espantoso de una idea prometedora, aunque es de reconocer (y agradecer) la fuerte apuesta que siempre lleva a cabo por la contundencia visual característica de un irreverente en estado de gracia (el tema de los exorcismos podía dar un juego enorme en este aspecto y no lo ha desaprovechado en absoluto, exprimiendo al máximo, intermitentemente, las situaciones plasmadas).
Recurriendo a típicos tópicos del género y mostrándonos escenas que apenas distan de películas de semejante índole (la criticada hasta la saciedad El último exorcismo es un claro ejemplo de ello, filme que seguiré defendiendo por tratarse de una propuesta sencilla y entretenida), el punto fuerte del filme reside en las impactantes secuencias tanto morales como físicas que presenta, haciendo valer uno de los elementos que nunca deben faltar en una cinta de este calibre que se proponga causar algo más que indiferencia en el espectador: la violencia; sin embargo, la búsqueda de comercialidad anunciando su inspiración en hechos reales y la persecución por parte del Vaticano para impedir su difusión le resta mucha más verosimilitud de la que debiera, un matiz que no beneficia, pues la reacción es la contraria a la que pretendida.
La historia comienza recreando los hechos acontecidos en el año 1989 (solamente se nos presenta el escenario tras los sucesos a modo de reportaje policial, no éstos, algo que dota desde un principio a la trama de misterio e infunde cierto interés en el público) protagonizados por María Rossi (una enfermiza mujer que transmite terror aún permaneciendo estática; Suzan Crowley, el reclamo principal del metraje, que a la postre termina siendo un verdadero acierto), la cual asesinó a sangre fría a tres personas con sus propias manos (según los rumores de la zona debido a una posesión sufrida por ésta); veinte años después, Isabel (inocente y virginal hasta límites insospechados; Fernanda Andrade, coherente en su interpretación aunque poco más que decente), su propia hija, comienza a investigar sobre los sucesos que ocurrieron aquel fatídico día junto a su compañero y cámara Michael (quien nos plasmará en primera persona el transcurso de la película, convirtiéndose por lo tanto en un falso documental; Ionut Grama, indecente e incluso bochornoso en los compases finales), para lo que se desplazan al Hospital Psiquiátrico Centrino de Roma (Italia) en el que está internada su madre desde que tuvo lugar el sanguinario incidente; allí descubren que la mujer apenas la reconoce, aunque tras un extraño cambio de comportamiento empieza a blasfemar acerca de acontecimientos ocurridos en los años que estaba internada, imposibles de conocer desde cualquier punto de vista lógico al ya estar internada.
Tras la breve pero intensa visita, Isabel decide averiguar si se trata realmente de una posesión infernal o solamente de una enfermedad mental, para lo que solicita la ayuda de dos sacerdotes especialistas en exorcismos, Ben (Simon Quarterman, algo exagerado pero cuanto menos entregado, protagonizando uno de los momentos más destacables cerca del final) y David (Evan Helmuth, introvertido pero decidido en sus actos), quienes no dudan en llevar a cabo un exorcismo sin el consentimiento del Vaticano ni del propio centro psiquiátrico en el que reside la mujer; tratando de sanar a la progenitora mediante métodos poco ortodoxos que se valen de la ciencia y las creencias descubrirán que se enfrentan a un poderoso enemigo, el mal en su estado más primigenio, cuatro entidades (una sumamente poderosa y tres discípulos, es decir, una posesión demoníaca múltiple) que no tardarán en cambiar el cuerpo en el que residen a la mínima oportunidad que se les presente.
William Brent Bell, que escribe y dirige esta cinta de terror sobrenatural ocultada tras el thriller más intenso que uno pueda imaginar sobre posesiones demoníacas, vuelve a errar en los mismos aspectos que lo hiciera en su anterior producción (la ya mencionada Stay Alive), y es que la evidente falta de originalidad que prima en ésta apenas nos deja valorarla positivamente, aún presentando escenas tan irrepetibles y fulminantes como el intento de ahogo de un bebé en su bautismo, el suicidio de un sacerdote, una masacre hospitalaria o el precipitado desenlace (que por otro lado no hace sino copar de contradicciones una cinta que desprende multitud de ideas pero ninguna de ellas resueltas a su conclusión, pero al menos consiguen estremecer e inquietar en grandes dosis); Devil inside alterna secuencias propiamente independientes con otras de una profesionalidad inmaculada, planos soporíferos con otros frenéticamente vibrantes, una agradecida disparidad que sin embargo no se puede aplicar al reparto, penoso en su conjunto y ridículo en el caso concreto de Ionut Grama (aunque se ve compensado con la fabulosa aportación de la siempre presente Suzan Crowley), hecho que mutila por completo la posibilidad de fuerte convicción transmisora y/o aceptable asunción verídica de la película.