Título original: Django unchained
Año: 2012
Nacionalidad: EEUU
Duración: 165 min.
Género: Acción, Drama
Director: Quentin Tarantino
Guión: Quentin Tarantino
Reparto: Jamie Foxx, Christoph Waltz, Leonardo DiCaprio, Kerry Washington, Samuel L.Jackson, Jonah Hill, Don Johnson, Walton Goggins, Amber Tamblyn, James Remar, Zoe Bell, Laura Cayouette, Dennis Christopher, Tom Savini, Cooper Huckabee, James Russo, Tom Wopat, Todd Allen, Rex Linn, Misty Upham, Franco Nero y Evan Parke
Sinopsis
Unos años antes de la Guerra de Secesión, un esclavo de nombre Django ha sido separado de su esposa Bromhilda y su mayor esperanza en la vida es poder ser libre algún día para poder ir en su busca y reunirse con ella; se encuentra en manos del malvado Calvin Candie, un cruel esclavista que se dedica no solo a prostituir a sus esclavos sino a obligarles a que luchen entre sí los unos contra los otros en combates a vida o muerte para así sacar beneficios con las apuestas. Con un pasado lleno de trauma y dolor, Django verá la oportunidad de reunirse de nuevo con su mujer cuando un médico alemán lo tome bajo su protección.
Crítica
Todo trabajo que presente el incombustible e incomparable Quentin Tarantino se traduce en tremenda expectación, irremediable revuelo social que solicita imperiosamente el estreno del mismo para saciar el ansia suscitada, desorbitado deseo que en la mayoría de ocasiones se ve recompensado gratamente (excepciones como la aborrecible Death proof, la definida por el propio autor como la peor obra realizada en su carrera, confirman dicha habitualidad); cuidando hasta el más mínimo detalle para conseguir dotar al filme de todo aquello que caracteriza la época en la que éste se sitúa y brindar un sentido homenaje al ya olvidado género del western (el propio título se basa en la película protagonizada por Franco Nero datada del sesenta y siete, actor que causalmente realiza una pequeña e irrevelante intervención en la ésta en los compases finales), la cinta se traducirá en suma satisfacción para todo buen amante del cine (más aún para los acérrimos seguidores del visionario director), pues la singular y cuasi imposible manera de desarrollar la trama del también guionista (detallistas e innumerables primeros planos, elocuentes cámaras alternativas, recurrentes diálogos transformados en existencialidad...) que tanto lo han alejado de lo comúnmente estipulado se observan sin medida, en su estado más primigenio (lo cual implica que los detractores encuentren un sinfín de objeciones), permitiendo calificar de este modo el retorno del estadounidense detrás de las cáamaras cuanto menos de notable.
Desde el apartado sonoro (alternándose música clasicista con moderna) hasta la propia historia (simple aunque presentada de compleja forma), sin obviar la fotografía (desérticas tierras, verdes prados y nevadas montañas sirven de elegante fondo escenógrafo según el compás que se precie) y los personajes que en ella aparecen (personalidades tan variopintas como absorbentes), han sido seleccionados con total meticulosidad para conformar una producción exagerada (las confrontaciones son llevadas al límite), extrema (la violencia de algunas escenas supera cualquier expectativa prefabricada), incorrecta (los debates que suscite serán numerosos) y racista (el término negro es citado decenas de veces), adjetivos todos ellos aplicables e igualmente diferenciadores que hacen del nuevo trabajo del creador de situaciones por excelencia una experiencia única; si bien es cierto que de tratarse de cualquier otro responsable probablemente no habría tenido más repercusión que la atribuida a otros metrajes de semejante índole (la parsimonia narrativa hace que la precipitación no tenga lugar merced a la desmesurada recreación para presentar cada problemática, positivismo que fácilmente puede llegar a desesperar si no se atribuye a la dilatada experiencia y astucia de la que goza), no lo es menos que detalles como la mención racial a Alejandro Dumas e inolvidables frases (tan denunciables como “el área de sumisión craneal es mayor en la raza negra que en cualquier otra”, tan reivindicativas como “matar blancos y que te paguen por eso no tiene precio” o tan memorables como “soy yo, nena”) denotan la intención del autor de sumar otro distintivo a su formidable carrera repleta de títulos genuinos a la par que subjetivos.
Pocos años antes de la Guerra de Secesión, el ambiente en el sur de norteamérica comienza a caldearse sobremanera entre los partidarios de la abolición de la esclavitud y los defensores de mantener sus derechos sobre los hombres y mujeres de raza negra, tensa situación social en la que se encuentra un esclavo de nombre Django Freeman (Jamie Foxx, crecientemente adecuado y grandiosamente entregado), el cual ha sido separado de su esposa Bromhilda (Kerry Washington, deseable y perfectamente creíble) y cuya mayor esperanza es poder ser libre algún día para poder ir en su busca y reunirse con ella; la posibilidad que tanto desea se le presenta al ser contratado por King Schultz (Christoph Waltz, inmejorable y merecidamente alabado al encarnar a un personaje totalmente diferente al interpretado en la memorable Malditos bastardos manteniendo la nacionalidad que en aquel poseía y el parsimonioso temperamento que ambos exigen), un cazarecompensas alemán (resulta trascendental mencionar dicha nacionalidad, pues juega un papel fundamental en la historia) que apela a la legalidad constantemente para justificar sus crímenes y que disfrazado de falso médico dental (la gigantesca muela encima de su carruaje así lo anuncia, aunque ésta solamente tiene la función de albergar su dinero) asalta la diligencia en la que es transportado para que le ayude a perseguir y encontrar a los mayores delincuentes de la región, y es que la recompensa es muy grande y la tarea de reconocer sus rostros tremendamente dificultosa.
La primigeniamente relación entre el desbocado esclavo y su interesado salvador (definidos conclusivamente por terceros como el “negro amante de los babuinos” y el “alemán amante de los negros”), conectando aprendiz y maestro desde el primer momento intercambiando anécdotas y experiencias y convirtiendo así el asunto contractual por el cual se conocieron en pasional cabalgando (el caballo del primero de ellos pertenece verídicamente al actor encarnador del mismo) para terminar con la vida de los distintos objetivos que los carteles anunciadores de la búsqueda delictiva les señala; recaudan suficiente dinero como para intentar comprar la libertad de su esposa, la cual se encuentra esclavizada a manos de Calvin Candie (Leonardo DiCaprio, perfeccionista y contundente como su personaje), un proxeneta y cruel esclavista que se dedica no solamente a prostituir a sus propiedades humanas sino a obligarles a que luchen entre sí los unos contra los otros en las denominadas luchas mandingas (voraces combates a vida o muerte entre personas de etnia negra) para así sacar beneficios con las apuestas en un panorama de alarmante degradación moral.
Engañando y ganándose la confianza de Calvin (los reconocidos gustos del mismo facilitan tal labor), Django y King terminarán visitando la morada del villano, en la cual permanece vigilada la buscada Bromhilda por multitud de torturadores y Stephen (Samuel L.Jackson, ostensiblemente envejecido y magistral, tan malhumorado como desternillante), el amo de llaves de la morada que lejos de limitarse a las labores que le han sido encomendadas informa de todo aquello que encuentra sospechoso al cruel propietario de la mansión; cuando la negociación deje paso a la coacción empezarán a cobrar protagonismo los ríos de sangre provocados por la ineludible venganza a la que implora el omnipresente Django, una cruenta batalla entre la compenetrada y eficaz dupla (la precisión es tal que el pistolero de color es infalible, disparando decenas de balas e impactando todas ellas en los diferentes destinatarios) y los innumerables integrantes del sectario lugar que se traducirá en numerosas (y sangrientas) muertes y cuantiosos destrozos.
Alternando dramática pasividad (de hecho la película se engloba parcialmente en el género dramático) con sublime espectacularidad (los tres tiroteos que acontecen en el último cuarto son impresionantes a la par que macabros), el director es fiel a sus principios y consigue que el público pueda seguir creyendo que, pese a la discutible originalidad que prima actualmente en el panorama cinéfilo, ejerciendo personalidades de tal calibre como él el futuro del séptimo arte está asegurado desde una perspectiva cualitativa; asimismo, se torna imprescindible resaltar el trabajo del reparto actoral, de tanto renombre como don interpretativo cuya formidable labor se aplica incluso entre los figurantes secundarios (sirvan de ejemplo las aportaciones de Tom Savini como propietario de unos violentos perros y el propio Quentin Tarantino como vigilante de una diligencia portadora de condenados, el primero cuasi incalificable al presenciarse fugazmente y el segundo asumiendo la muerte más grotesca de la producción), manteniendo la tonalidad cómica en todo momento como demuestra la discusión anónima (justa puntualización para no desvelar detalles pero referirse claramente a la secuencia concreta en la que se observa al solicitado Jonah Hill más irritante que nunca) en el ataque sorpresa llevado a cabo por un grupo de asaltantes o la improvisada redada en la cantina tras la muerte de un forajido en las que las sutiles artimañas empleadas por los dos justicieros quedan reflejadas, hecho que posibilita apreciar la belleza del asesinato (ficticio, claro) pareciendo ser una justificada fechoría de incalculable elegancia.
El palmarés de Django desencadenado, con escasos días de proyección, comprende hasta el momento nada menos que cinco nominaciones a los Globos de Oro (Mejor Película Dramática, Mejor Director, Mejor Guión Original y Mejor Actor de Reparto en Categoría de Drama para Leonardo DiCaprio y Christoph Waltz), cinco a los BAFTA (Mejor Director, Mejor Guión Original, Mejor Montaje, Mejor Sonido y Mejor Actor de Reparto para Christoph Waltz), dos a los Premios del Círculo de Críticos de Nueva York (Mejor Actor de Reparto para Leonardo DiCaprio y Christoph Waltz), dos a los Critics Choice Awards (Mejor Película y Mejor Guión Original), dos a los National Boards of Review (Mejor Película del Año y Mejor Actor de Reparto para Leonardo DiCaprio) y cinco a los Oscar (Mejor Película, Mejor Fotografía, Mejor Sonido, Mejor Guión y Mejor Actor de reparto para Christoph Waltz), así como los premios ya obtenidos por parte del American Film Institute y el Hollywood Film Festival a la Mejor Película del Año y el Mejor Guión Original respectivamente, reconocimientos que no hacen sino evidenciar la estupenda acogida de la que está disfrutando la propuesta y la ineludible predilección que irracionalmente demuestra la crítica internacional hacia el director (completamente justificada pero un tanto desvirtuada); Quentin tarantino vuelve a sus orígenes ofreciendo una trama repleta de contribuciones al cine negro y elevando la calidad del mítico western a categoría suprema a través de un cruento retrato de esclavitud cuya perfecta distribución (la primera hora está dedicada a la relación entre los dos protagonistas masculinos y el resto al verdadero propósito de la obra, el de plasmar una relación amorosa mediante la desesperación y crueldad más brutales) hace de él un admirable relato de superación altamente disfrutable y recomendable que, sin embargo, no termina de convencer plenamente a causa de los pequeños matices señalados a lo largo de la presente crítica (es genial pero no magistral).