Destino Final 5 20-04-2024 01:56 (UTC)
   
 

Destino final 5
(Steven Quale, 2011)


Destino Final 5




Ficha técnica


Título original:
Final destination 5
Año:
2011
Nacionalidad:
EEUU
Duración:
95 min.
Género:
Suspense, Terror
Director:
Steven Quale
Guión:
Eric Heisserer y Gary Dauberman
Reparto:
Arlen Escarpeta, Courtney Vance, David Koechner, Ellen Wroe, Emma Bell, Jacqueline MacInnes Wood, Miles Fisher y Tony Todd


Sinopsis


Un grupo de jóvenes sobreviven a una muerte segura, gracias a la premonición de uno de ellos; uno a uno irán muriendo en el mismo orden que lo hubieran hecho, y es que a la muerte no se la puede engañar...



Crítica


Tras haber presenciado los catastróficos infortunios de cuatro grupos (sometidos respectivamente a un accidente de avión, una colisión multitudinaria en la carretera, un parque de atracciones mortal y una carrera de coches accidentada) le toca el turno a un quinto, que comprobará en sus propias carnes que una infraestructura en mal estado (en concreto un interminable puente) puede costar la vida a decenas de personas; como no podía ser de otra manera en los tiempos que corren, Steven Quale, el director de esta quinta entrega, recurre a la tridimensionalidad para intentar dotar de profundidad a la cinta, y lo cierto es que lo consigue en prácticamente toda ella (en escasos momentos da la sensación de que estamos viendo un telefilme de sábado tarde, a lo que contribuyen las horribles actuaciones, pero en su conjunto la sensación audiovisual es excelente y, por consiguiente, oportuna).


La premisa no cambia un ápice a la de costumbre: un grupo de personas (en este caso vinculados por pertenecer todos ellos a una empresa) consiguen salir con vida de un accidente en el que debieran morir; entre los miembros que logran despistar a la muerte encontramos a Dennis (el singular y siempre absurdo David Koechner, un encargado de lo más peculiar), a Sam (Nicholas D’agosto, una especie de Ashton Kutcher en horas bajas que encarna al personaje que presiente el indeseado acontecimiento momentos antes de que acontezca), a Molly (una joven pero paradójicamente envejecida Emma Bell, que interpreta el papel de la ex novia de Sam, una chica tan sosa como perenne), a Peter (un desconocido y penoso Miles Fisher, que da vida al lunático de turno), a Candice (Ellen Wroe, la becaria de Peter, que está completamente enamorada de éste), a Olivia (la exuberante Jacqueline MacInnes Wood, que se va desinflando a medida que avanza la historia), a Nathan (Arlen Escarpeta, dueño de una empresa de mecánica que tiene las horas contadas) y a Isaac (P.J.Byrne, que realiza un papel similar al de Christopher Mintz-Plasse con su inolvidable McLovin en Supersalidos, aunque aquel fuera mucho más atrayente), un grupo muy dispar.

Sam tiene una premonición, el autocar en el que va a bordo se desploma puente abajo (a la vez que éste va descomponiéndose como si de arena estuviera construido), mientras sus viajeros van muriendo uno a uno de forma trágica, sangrienta y espectacular; al final consigue que todos salgan con vida del altercado, pero a la Muerte no le gusta que la engañen (como bien recuerda el presencialmente intermitente Tony Todd, que retoma el personaje de El Forense que llevara a cabo en las dos primeras partes de la franquicia), y vuelve a por ellos de modo omnipresente en el mismo orden que hubieran fallecido; en ese momento los supervivientes se darán cuenta de que sólo hay un modo de permanecer con vida, matando a otro para que el equilibrio se mantenga.

Hacía tiempo (concretamente desde la paródica Piraña 3D) que no me lo pasaba tan bien viendo una película; y es que desde el primer momento podemos intuir (adjetivo que resulta perfecto para esta ocasión) que pasaremos un rato agradable, con escenas maquiavélicas (como es la muerte de Isaac en un centro de relax), claustrofóbicas (sirva de ejemplo la secuencia de Olivia en la operación de vista), brutales (no hay nada mejor en el mundo de la gimnasia rítmica que intentar superarse, pensaba la pobre Candice...) y espectaculares (el derrumbamiento del puente cobra tal grado de realismo que ni el mismísimo Roland Emmerich en uno de sus recurridos ensayos del fin del mundo podría mejorarlo), además, el formato de presentación en tres dimensiones al fin cobra algo de lógica, y es aprovechado en multitud de ocasiones para hacernos más evidentes las muertes y dotar de más salvajismo a todas las escenas pertenecientes a este apartado, que ya de por sí solas contienen bastante de ello; lo mejor del filme es, sin ninguna duda posible, el final, que enlaza directamente con el inicio de la primera entrega (aquella que en el año 2000 protagonizara un por entonces querubín Devon Sawa, quien salvara a varios estudiantes de su colegio de un accidente de avión siguiendo el mismo patrón premonitorio de todas las entregas), y el posterior homenaje que el director tiene el detalle de mostrarnos a la saga de Destino final, en el que tenemos el enorme placer de disfrutar de algunas de las muertes más impactantes de las anteriores entregas, con un detalle todavía mayor al que presentaban los propios metrajes (puesto que las vemos en tres dimensiones, algo que agradecerán los fieles a esta larga sucesión de cintas que componen una franquicia que cada vez cuenta con más títulos en su haber).

No será la película más innovadora (ni mucho menos) que podemos ver, tampoco se convertirá en una joya del cine, pero lo que es seguro es que muchas de las muertes que en ella tienen lugar costará un tiempo olvidarlas, y la hora y media de duración es de pura diversión, hecho que se agradece enormemente; por lo tanto, y a la espera de que una sexta entrega vea la luz (algo más que previsible), el listón de la saga queda en un lugar bastante aceptable (y más teniendo en cuenta la bochornosa cuarta entrega que precedía esta quinta), por lo que el propósito de entretenimiento  que el director pretendía generar (en entrevistas anteriores al estreno reconoció que ése era el único propósito de esta película) se ha alcanzado sobradamente, y sirve para poner punto y final (o a parte) a un verano que apenas nos ha dejado títulos ciertamente destacables (a voz de pronto solamente recalcaría El origen del planeta de los simios) con una sonrisa en la boca y ese ridículo aspecto que tenemos todos cuando nos atrevemos (eso sí, cuando las luces se apagan) a ponernos las necesarias gafas de visión tridimensional (acción que esta vez, siendo la excepción que confirma la regla, merece la pena).



Daniel Espinosa

 
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