Título original: The Den
Año: 2014
Nacionalidad: Canadá
Duración: 73 min.
Género: Suspense, Terror
Director: Zachary Donohue
Guión: Zachary Donohue
Reparto: Melanie Papalia, David Schlachtenhaufen, Adam Shapiro, Matt Riedy, Lily Holleman, Brian Bell, Anna Margaret y Cassie Jordan
Sinopsis
Una joven que estudia los hábitos de los usuarios de un chat desde la aparente seguridad de su apartamento se sumerge en una pesadilla.
Crítica
El “Chat Roulette” es un sitio web basado en la videoconferencia creado por Andrej Ternowskij, un estudiante ruso de apenas diecisiete años, que empezó a funcionar en noviembre de dos mil nueve pasando de tener quinientos visitantes al mes a cincuenta mil (un tercio de los cuales provenientes del país estadounidense) cuya originalidad radica en la aleatoriedad de los participantes, quienes empiezan a conversar con un extraño pudiendo en cualquier momento abandonar la conexión con el mismo y comenzar con otro igualmente desconocido, siendo evidente el enorme riesgo que implica la facilidad de que alguien con unos mínimos conocimientos de las técnicas básicas de crimen cibernético atente contra algún incauto; se trata de una herramienta simple sumamente atractiva por las pequeñas particulares que integra, todas ellas en relación con el resto de usuarios (tales como ver sólo a aquellos que posean cámara, insonorizar las conversaciones, bloquear a indeseables y seleccionar únicamente a quienes se ajusten a determinados perfiles, contando en todo momento con servidores que posibilitan buenas conexiones y la disponibilidad de miles de usuarios en línea), un movimiento en constante crecimiento de adeptos (el hecho de comunicarse con otros sin la necesidad de mostrarse, pues la mayoría cubren sus rostros o se limitan a exponer sus partes íntimas en correspondencia a lo que ansían, encuentros tórridos a distancia, un abanico de posibilidades perfectamente plasmado en la cinta) en el que se inspira, y más concretamente los peligros que implica tan aisladora corriente, Zachary Donohue para firmar el que supone su gran debut.
El estreno cinematográfico de corte independiente en el que se traduce ésta primera incursión sorprende por su originalidad (si bien se podría definir como una excéntrica mezcla entre Chatroom de Hideo Nakata y Freeze frame de John Simpson por las enormes similitudes que guarda con ambas) y entusiasma por la vertiginosidad de su ritmo (la alternancia entre imágenes emitidas por ordenadores convencionales y dispositivos móviles dotados de 4G es dinámica como pocas), aterrando asimismo por la simplicidad con la que se desarrolla una trama perfectamente creíble que evoluciona por sí sola y que tiene la capacidad de aturdir, tornándose cada vez más espeluznante conforme avanza hasta el brutal final propiciado por un giro lógico y sorprendente que bien podría haber surgido del imaginario de Eli Roth (de hecho la inspiración en Hostel se antoja obvia); los aspectos técnicos son francamente espectaculares, sin alardear pero cumpliendo notablemente, al igual que la puesta en escena y las interpretaciones, haciendo que el espectador se adentre en las ventanas (y otras aplicaciones) a las que la protagonista presta atención, invitando en último término a reflexionar sobre cómo ha mutado la sociedad moderna y en especial la comunicación social debido a los avances constantes de internet sin banalizar al respecto, sufriéndose tanto el suspense como la tensión.
Elizabeth (Melanie Papalia, muy categórica a pesar de que su recorrido actoral se restrinja a dos títulos, la canadiense Encerrada de Andrew Erin y la estadounidense Smiley de Michael Gallagher, ambas olvidables aunque con sendas magistrales aportaciones de la misma), una alumna de último de curso de doctorado, propone a su profesorado realizar el trabajo de fin de carrera en relación al exhaustivo análisis de las características de portales como “The Den”, espacio que frecuenta habitualmente y que ejemplifica la popularización de la evolución (o tal vez convenga dictaminar involución) de la red y la permisión de que personas que nunca interactuaron antes puedan conectarse fácil y rápidamente para hablar aleatoriamente con gente de todo el mundo de forma anónima (la natural de internet); promovida por la subvención que la han concedido con el afán de resolver la perenne pregunta de “¿quién está al otro lado?” inicia el proyecto, el cual abarcará una semana durante veinticuatro horas al día, tiempo en el que permanecerá conectada ininterrumpidamente (si bien esto no se cumple al ir ausentándose) con el propósito de registrar todo e interactuar con el mayor número de personas posible sin importar a qué raza, clero o religión pertenezcan.
Con la ausencia de barreras la comunidad de la automatización se comporta como una población la observación del comportamiento humano en su estado más transparente es inmediato, siendo testigo de movimientos sensuales, lametones felinos, torturas auditivas, travestis excéntricos, vicios fetichistas, publicidad fraudulenta, calentamientos adolescentes, ruletas rusas y cargas armamentísticas e incluso degollamientos sangrientos, instante en el cual se plantea si las atrocidades que está presenciando en directo son meras bromas virales o alarmantes asesinatos reales; su portátil comienza a fallar debido a un virus que ha afectado al sistema operativo, posibilitando la infección que un tercero (al principio es sólo uno pero después se revela que detrás de tan macabros actos se encuentra una organización cuya labor no es otra que la de conformar narrativas de las víctimas de acceso público previo pago, un concepto tan oscuro como asumible) controle los programas que ejecuta y, lo que es peor, ser conocedor de los detalles más íntimos tanto de su hermana como de su pareja y sus amigos, inmiscuyéndose en su vida e interfiriendo en la de sus allegados haciendo acto de presencia en las viviendas de todos ellos o manipulando la información que reciben para que acudan a donde él desea y tenerlos a su entera merced...
The Den no puede ser considerada ni mucho menos una de las mejores película del año ni tampoco la cinta de terror de la temporada, de hecho ni se trata de un mockumentary (es decir, material que, tras ser grabado en formato doméstico, es abandonado por unos motivos u otros, normalmente a causa del fallecimiento del propietario, y finalmente es encontrado fortuitamente por un alguien para, curiosamente, terminar facilitando el visionado del terrorífico contenido en salas comerciales u otras vías de difusión) al uso, pero es sin duda una excelente muestra del gratificante cambio que el subgénero ha experimentado en los últimos tiempos gracias al cual las historias no sólo pretenden entretener sino hipnotizar; no es necesario ser devoto de las filmaciones subjetivas (cámara en mano o, como en esta ocasión, añadiendo una computadora como canal conector) para disfrutar de la producción, pues ésta afirma, mediante un sinfín de aciertos (incluso el aspecto presumiblemente menos convincente, el psicópata de turno que selectivamente aparece en pantalla y relega su cometido a un grupo de malhechores con pasamontañas que sí acaparan más planos, cumple su cometido de aterrar de veras portando una sencilla máscara que recuerda al personaje del Espantapájaros de la franquicia del hombre murciélago más famoso) que lejos de estar muerto y enterrado está advirtiendo la resurrección que muchos imploraban y, fruto de ello, brindando propuestas tan escalofriantes, creíbles y hasta fascinantes como la presente, a la que se la puede atribuir al menos los dos primeros adjetivos al presentarse las intenciones fílmicas muy bien definidas y mejor ejecutadas, siendo digna de formar parte de una de las secciones complementarias a la oficial de certámenes como el Sitges Film Festival.