The collection
(Marcus Dunstan, 2012)
Ficha técnica
Título original: The collection
Año: 2012
Nacionalidad: EEUU
Duración: 82 min.
Género: Suspense, Terror
Director: Marcus Dunstan
Guión: Marcus Dunstan y Patrick Melton
Reparto: Josh Stewart, Emma Fitzpatrick, Christopher McDonald, Lee Tergesen, Randall Archer, Daniel Sharman, Andre Royo y Brandon Molale
Sinopsis
Durante una fiesta a la que Elena va con sus amigos, un psicópata enmascarado asesina a los invitados, resultando ella la única superviviente pero, antes de que pueda escapar, el asaltante la encierra en un baúl que es transportado a un lugar desconocido; afortunadamente para ella, hay un hombre que sabe exactamente dónde está...
Crítica
Hace cuatro años Marcus Dunstan sorprendió a propios y extraños con una magnífica película titulada The collector con la que consiguió todos y cada uno de los objetivos, carentes de afán y presuntuosidad, que se propuso de la manera al realizarla más directa posible al tratarse de una propuesta rabiosa, entretenida, repulsiva, inteligente, divertida y, sobre todo, espeluznante, una vuelta de tuerca al terror mecánico impuesto por la saga Saw (de hecho el autor era y es, al repetir cometido, guionista de las cuatro últimas entregas, respetando la creencia de la exitosa franquicia de que la obligación de confiar entre desconocidos goza de buena acogida) enmarcada en un escenario único con pocos pero solventes actores y una atmósfera realmente conseguida, fuertes positivismos que solamente se observan en la presente al comenzar con un inicio de lo más sanguinario, desgarrador y frío que pueda haber (si la escasa duración de la producción, la cual roza la de un mediometraje prolongado prácticamente diez minutos más por los créditos conclusivos contuviera más de lo mismo ya sería celebrable pero no es así y, es más, el contenido puramente visceral, el mayor de los reclamos, ha sido minimizado en gran medida para poder ser proyectado en salas comerciales, algo que sin duda merma la posibilidad de impactar); The collection, la tremendamente esperada secuela de aquella delicia, comparte casi todos sus referentes pero pierde ésta una baza importante, la capacidad de sorprender (ya no es asumible mostrar las andanzas del sádico enmascarado de la primera, lo que el espectador quiere es saber más de por qué actúa del modo del cual lo hace y sumar en su retina el número de cadáveres que éste deja a su paso, cumpliéndose el último de los deseos mencionados con creces pero no haciéndolo en absoluto el básico al no desvelarse demasiados misterios sino limitarse a mover a los personajes de manera errática por escenas que acercan la propuesta más a una falsa continuación de la citada franquicia que a la idea primigenia, un magnifico relato de caza sufrida por un inmoral ratón por parte de un implacable gato), restando únicamente la brutalidad explícita que, para más inri, se hace repetitiva y pesada merced al nefasto ritmo del metraje conteniendo el mismo, no obstante, impases de fervor sanguinario verdaderamente memorables.
Se antoja poco discutible elucidar que se trata de un grave error haber convertido el principal elemento clave de la original (que nadie caiga en equívocos, la casa en la que transcurría toda la acción fue el símbolo identificador de la misma) en algo más parecido a un parque de atracciones (el coleccionista que inquietó en la primera parte es trasladado para la ocasión a su guarida, un lúgubre hotel con infinidad de trampas estratégicamente situadas en aquellos puntos por los que cree transitaran sus indeseados visitantes), lamentable opción que, unida al catastrófico hecho de rodear al solvente superviviente de una mediocre banda de mercenarios que parecen salidos directamente de una cinta de serie b, acaba por hacer perder los nervios hasta al más pasivo, pues el cine slasher (subgénero caracterizado por no ser apto para estómagos delicados) en el que se enmarca la obra despierta más si cabe el odio hacia ellos y el ansia por verlos agonizar de la manera más impía posible lo cual, al menos, sí se da; no fueron pocos los espíritus libres de complejos que vaticinaron ésta segunda entrega pero sí pocos los que podían imaginar de qué manera podía llegar a decepcionar, y es que el depredador de ojos de animal regresa con una aparente voracidad aumentada haciendo un excesivo uso de ferocidad en contraposición de la sencillez con que se manifestaba en el dos mil nueve (es representativo que antes del primer cuarto de hora, exactamente entre el minuto diez y el catorce, ya haya una masacre en a base de trilladoras y segadoras manipuladas a tal efecto) sin tan siquiera dar síntomas de haber podido alcanzar las virtudes casi supremas de su antecesora, mostrando una estética envidiable que sin embargo resulta inútil entre tanta huida épica.
La joven y huérfana de madre Elena (Emma Fitzpatrick, la cual controla el desasosiego en todo momento como se la exige a pesar de que esto se perciba inapropiado) se dispone a disfrutar de una alocada noche junto a sus amigos para olvidar momentáneamente la insatisfactoria existencia que lleva al estar limitada por su discapacidad auditiva (precisa de un audífono para escuchar adecuadamente) y presenciar la paulatina degeneración de su padre (Christopher McDonald, apenas se observa su persona en pantalla pero la llena con su siempre estimable presencia), quien permanece postrado en una silla desde que sufriera junto a su hija un fuerte accidente cuando apenas era una niña; si bien es cierto que la noche no la olvidará jamás no lo es menos que este hecho se deberá a motivos completamente distanciados de sus desinhibidas pretensiones, pues ello se deberá a que el activo asesino en serie conocido bajo el pseudónimo de The Collector (Randall Archer, su rostro no se muestra pero su figura es inmensamente imponente) que asola la ciudad en la que reside, el cual no sigue un patrón definido (la policía no da con él principalmente por este motivo) pero sí el estricto ritual de raptar a sus víctimas para hacer sufrir tanto a la misma como a los familiares de ésta, inesperado invitado que acude a la velada para seguir sembrando el caos y hacer que descubrir que su novio la está engañando con otra sea la menor de las preocupaciones de la que está a punto de convertirse, repentina e injustificadamente, en su nueva presa.
Tratando de escapar del insaciable demente coincide en los aseos de tan popular discoteca tornado macabro lugar con Arkin (Josh Stewart, cede el protagonismo a la integrante femenina del reparto pero suya es de nuevo la actuación más lograda de la trama), quien escapa del viejo baúl en el que permanecía encerrado (éste, junto con muchos otros que se atisban a lo largo de la trama, sirve de medio de transporte humano) para huir del emplazamiento y ser a partir de entonces en su gran esperanza de supervivencia al ser el único que conoce con exactitud (a partir de las cicatrices que se hizo en su brazo en el trayecto que padeció, lo cual resulta, en efecto, un sustento inconcebiblemente pobre) el abandonado y aislado lugar al cual se dirige con asiduidad para convertir sus locuras mentales en deshumanizadas realidades; así, el progenitor de la desaparecida solicita los servicios de un grupo policial especializado (nada se desvela acerca del motivo por el cual llegan a la conclusión de que disponen a lo sumo de cuarenta y ocho horas antes de que muera pero así lo afirman sin titubeos) comandado por el agente Lucello (Lee Tergesen, el insoportable cometido que le es atribuido lo borda hasta llegar a ser empático su personaje en los instantes finales) para que, junto al sufridor en carne propia tiempo atrás (no se puede concretar con certeza si han transcurrido horas, días o años desde que sucediera su insufrible experiencia) de la sádica imaginación de tan voraz parricida, inicien la búsqueda aprovechando los conocimientos de todos ellos, comprensiones que no servirán de nada cuando comiencen las hostilidades entre los presumibles rescatadores y el maníaco...
Todas las colecciones, desde la de dedales decorados o teteras estilo imperio en porcelana rosa hasta la de insectos claveteados por un alfiler tienen un punto de enajenación si no se comparte el afán y la admiración por dicha recopilación temática pero, evidentemente, ninguna es comparable con la de personas (aunque la de amantes y huesos funcionaron a la perfección en la pasada década con, ya sea fruto de la casualidad o la causalidad, Morgan Freeman como rostro repetidor de esta especie de movimiento cinéfilo), y eso es precisamente lo que sucede con la cinta, que si no se posee una predisposición a obviar cuantos fallos narrativos se dan en virtud del entretenimiento más primitivo se percibirá como un inoportuno insulto personal, algo que tampoco sería adecuado dilucidar teniendo en cuenta el origen de tan siniestro trabajo y el propósito del mismo; The collection confirma que The collector fue una bendita aunque mera casualidad, un éxito inesperado más involuntario que buscado, y la razón a la que ceñirse para afirmar esto sin duda alguna es tan simple como contar el número de cadáveres de una y otra, pues mientras que en la primera se podían contar con los dedos de una mano en esta segunda la cifra asciende a decenas apenas empezada la trama, lo cual demuestra fehacientemente que Marcus Dunstan se ha olvidado de mantener en vilo al público con el juego que se traían entre manos ladrón y asesino en aquella para optar por la vía fácil en ésta, repitiendo todo lo plasmado en la anterior pero magnificado, sin lograr en ningún caso el resultado (de claustrofobia, suspense y, en último término, tensión) que generaba tan modélica producción al tratarse de una sucesión de atrocidades visuales (la mayoría de ellas artesanales, algunas logradas y otras no tanto pero en cualquier caso loable la negativa virtual) sin apenas correspondencia.
Daniel Espinosa