Sucker punch 18-04-2024 03:07 (UTC)
   
 

Sucker punch
(Zack Snyder, 2011)


Sucker Punch




Ficha técnica


Título original:
Sucker punch
Año:
2011
País:
EEUU
Duración:
109 min.
Género:
Acción, Ciencia ficción
Director:
Zack Snyder
Guión:
Zack Snyder y Steve Shibuya
Reparto:
Emily Browning, Jena Malone, Vanessa Husgens, Richard Cetrone, Jamie Chung, Scott Glenn, Jon Hamm y Abbie Cornish


Sinopsis


Baby Doll es una joven ingresada en una institución mental por su padrastro, que pretende que a la joven sea lobotizada en cinco días.


Crítica


Se puede afirmar sin temor a equivocarse que Sucker punch es una de las películas más espectaculares del año ya que, aunque recién ha empezado 2011, el espectador difícilmente se encontrar
á con algo parecido (y mucho menos superándolo) visualmente; el proyecto es sumamente ambicioso, ya que cuenta con un presupuesto de más de ciento treinta millones de dólares (una barbaridad), que bien quedan patentes en cada toma rodada, el problema radica en que apenas se sostiene la historia, puesto que todo se basa en buscar la manera de poder introducir efectos especiales en la trama, generando un festival de ellos pero una ausencia casi completa de argumentación decente.

El filme comienza con un prólogo en el que una voz en off nos introduce en la pesadilla de una joven y su hermana, que pierden a su madre, quedando así en manos de su malvado (y pervertido) padrastro, todo ello narrado a cámara lenta con ese estilo tan característico de narración del que su director siempre hace gala; en dicha introducción se nos muestra como la joven mata por accidente a su hermana (de una forma poco convincente, pues dispara al aire y por arte de magia alcanza a la niña), tratándola de librar del tutor (retratado como un personaje atroz, que llega a ser casi caricaturesco, en todo momento), por lo que éste decide internarla en un psiquiátrico para niñas con la intención de que le realicen una lobotomía (trato al que llega mediante una buena suma de dinero con el celador, Oscar Isaac, práctica que será llevada a cabo por High Roller, personaje encarnado por Jon Roller, un experto en la materia).

De repente la historia se torna oscura drásticamente, y se nos descubre lo que realmente es el psiquiátrico: una casa de citas en la que las jóvenes allí residentes deben seducir (mediante el baile) y satisfacer a los clientes, siempre a los órdenes del celador), todo ello obedece a la mente de Baby Doll (la preciosa pero a la vez inexpresiva Emily Browning), que desde su trastornada perspectiva se encuentra recluida en un salón de bailarinas de los años cincuenta, donde un malvado propietario (el celador, en este mundo Blue Jones) trata a las chicas como mercancía (la casa de citas a la que hacía mención); es allí donde descubre que bailando (bajo las órdenes de Vera Gorski, encarnada por Calra Gugino se sumerge en un sueño (un mundo dentro de otro) en el que se convierte en una dura luchadora, que se tendrá que enfrentar a todo tipo de peligros en su lucha por la supervivencia, con la ayuda de sus compañeras de baile, enajenadas mentales también en realidad y entre las que se encuentran Sweet Pea (Abbie Cornish), Rocket (Jena Malone), Blondie (Vanessa Hudgens) y Amber (Jamie Chung), las cuales se trasladarán a la Segunda Guerra Mundial para combatir con nazis, a un castillo medieval donde unos orcos custodian a un gigantesco dragón que esconde algo protagonistas necesitan para escapar y otros lugares exóticos e irreales que responden a las necesidades de libertad que buscan incesante y torpemente las protagonistas de la historia.

Todas estas pruebas mentales a las que se tienen que enfrentar no son más que objetos que Baby Doll cree indispensables para escapar: un mapa, un mechero, un cuchillo y una llave (amén de un quinto elemento, que se revela al final de la historia), por lo que cada vez que tenga que conseguir uno de estos ítems habrá de pasar por una prueba (aunque sólo exista en la imaginación de la protagonista) mientras ésta baila (una danza supuestamente muy sexy aunque no la llegamos a ver) para distraer y seducir a los clientes, con ayuda de Wiseman (Scott Glenn), un enigmático personaje imaginario, todo ello a ritmo de una estruendosa banda sonora que mezcla sonidos electrónicos con pop convencional salpicado de tintes góticos (como curiosidad señalaré que algunos temas son interpretados por las propias actrices, y de hecho se nos muestra algún ejemplo en los títulos finales); se trata obviamente de una fantasía épica de acción que lleva a la imaginación de una joven cuyos sueños, ofrecen el mejor escape a su realidad más oscura, sin la contención de los límites de tiempo y lugar, ella es libre de ir donde su mente la lleve en increíbles aventuras que deambulan en las líneas entre lo real y lo imaginario, llegando así a la conclusión de que se trata de un divertimento de acción carente de sentido alguno, construido sobre un drama carcelario de tintes surrealistas en el que apenas (que no es poco) hay lugar para los efectos de ordenador, protagonistas absolutos en los intervalos en los que nos situamos en la mente de Baby Doll y compañía.

Zack Snyder vuelve a demostrar que es un virtuoso de la realización, forjándose en un estilo propio, des de sus inicios prometedores con Amanecer de los muertos, pasando por la consagración obtenida con 300 y alcanzando la plenitud que significó Watchmen, y es que con estos antecedentes sólo se podían presagiar buenos proyectos de la mano del director de Wisconsin, pero entonces llegó Ga’hoole, que dejó algo frío al respetable al tratarse de una adaptación de una serie de novelas que no gustó demasiado ni a niños ni a adultos; a pesar de ello vuelve a retomar el vuelo (hilando la expresión con su última producción) con Sucker punch, aunque el director deja muchos cabos sueltos al término de la película, pero no en el sentido de dejar un final abierto al público y que éste haga un ejercicio mental para interpretar todo lo sucedido según su libre albedrío, sino que concluye de una forma poco lógica teniendo en cuenta los  hechos ocurridos durante el metraje, motivo por el cual la cinta deja un regusto amargo (los excesivos cambios argumentales nunca son buenos, ya que terminan por marear y desconcertar al espectador, y en esta ocasión es lo que sucede), por lo que de la propuesta es recomendable solamente quedarse en la retina con el impacto visual que ofrece (y produce) el proyecto, con la multitud de metáforas que propone y con la idea fundamental (y sobre la que versa todo el metraje) que se extrae de la misma, la libertad está en nosotros mismos; de este modo de valorará como es debido el esfuerzo (parcialmente errónea en cuanto a la plasmación de ideas en la pantalla se refiere) que se ha llevado a cabo en esta producción (en la que se han invertido tantos millones de dólares como ideas, pero éstas han sido sacrificadas en gran medida en virtud de los sobreexplotados aunque disfrutables efectos especiales).


Daniel Espinosa




 
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