Título original: Silent Hill Año: 2006 Nacionalidad: Canadá Duración: 118 min. Género: Ciencia ficción, Terror Director: Christophe Gans Guión: Roger Avary Reparto: Radha Mitchell, Laurie Holden, Sean Bean, Deborah Kara, Tanya Allen, Alice Krige, Jodelle Ferland, Kim Coates y Collen Williams
Sinopsis
Una joven madre que trata de encontrar curación para su hija huye con ella hasta llegar a una pequeña ciudad aparentemente deshabitada...
Valoración
Lo mejor: la adaptación que firma Christophe Gans del homónimo juego de Konami (imprescindible, por cierto) es, posiblemente, la mejor que se haya hecho jamás, respetándose el argumento del mismo con sumo escrúpulo e identificándose escenarios tan emblemáticos como el pueblo fantasma (con si intensa niebla), el apartamento contiguo (son su mortal separación), el colegio abandonado (con sus laberínticos pasillos) y la iglesia maldita (son sus fieles adeptos), observándose cuantiosas frases religiosas en todos ellos; la sensación de estar controlando a la protagonista es tal que más de uno no logrará distinguir su lo está haciendo de veras, agitando sus dedos como si entre las manos sujetara un mando de consola, aproximándose a una de las experiencias de realidad virtual que en la actualidad tanto éxito cosechan; la brutal secuencia a las puertas del santuario es tan impactante como apegada a la esencia de una saga que ha conseguido ir renovándose con los años, ofreciendo cada entrega una trama igual de absorbente que sus predecesoras (hasta la tercera parte, eso sí), algo que no se puede afirmar de un director que, con la película que ocupa, apenas ha hecho lo propio en otras ocasiones siendo, además, su única producción de origen canadiense (el resto, El libro de los muertos, Crying freeman, El pacto de los lobos y, la más reciente e indigna, La bella y la bestia, provienen del territorio francés).
Lo peor: la investigación paralela a la principal, llevada a cabo por el integrante masculino de la pareja que no cesa en buscar a su hija desparecida, no suscita demasiado interés aun aportando algún que otro detalle importante para fundamentar el sangriento desenlace; la banda sonora, compuesta por multitud de temas de la obra original (de hecho Akira Yamaoka es, junto a Jeff Danna, el responsable de la misma), no termina de armonizar con la acción narrada, siendo muy diferente la percepción que causaba en aquella y en esta traslación cinéfila pese a las enormes similitudes audiovisuales que ambas guardan; la selección de villanos se antoja acertada pero demasiado desconcertante para los no amantes de la franquicia, quienes no reconocerán a ninguno de ellos ni valorarán uno de los mayores cambios que el responsable introduce respecto al trabajo de Keiichiro Toyama para PlayStation, la radical alternativa de progenitor inmerso directamente en la incesante persecución ya no solo del paradero de su descendiente adoptiva (proviene de un orfanato) sino del por qué de la muy oscura venganza que desea cobrarse la propia muerte sobre los allí residentes después de un incendio por el que todavía llueve ceniza.
Daniel Espinosa
Silent Hill revelation
(Michael Bassett, 2012)
Ficha técnica
Título original: Silent Hill revelation
Año: 2012
Nacionalidad: Francia
Duración: 94 min.
Género: Ciencia ficción, Terror
Director: Michael Bassett
Guión: Michael Bassett
Reparto: Adelaide Clemens, Sean Bean, Kit Harington, Carrie Moss, Radha Mitchell, Malcolm McDowell, Deborah Unger, Martin Donovan, Erin Pitt, James Collins, Peter Outerbridge, Milton Barnes y Arlene Duncan
Sinopsis
Heather Mason, quien junto a su padre ha intentando hallar explicación a las horrorosas pesadillas que la han atosigado desde que era una niña, descubre el día antes de cumplir la mayoría de edad que su progenitor ha desaparecido; la joven empieza a tener de nuevo los espeluznantes sueños que esta vez la revelan que procede de Silent Hill, un pueblo fantasma muy tenebroso en el que terminará tras sufrir un accidente.
Crítica
La nueva adaptación de la prolífica franquicia de videojuegos Silent Hill llega a la gran pantalla (o en su inmensa mayoría a la pequeña, pues el estreno en prácticamente todos los territorios está previsto que sea directamente en formato doméstico) bajo la dirección y el guión de Michael Bassett (Deathwatch y Solomon Kane son los dos trabajos firmados por el mismo que propician un inevitable rechazo al relacionar su nombre con cualquier cinta venidera), el cual sigue una trama similar a la anterior producción cinematográfica de Christophe Gans que vio la luz en dos mil seis (curiosamente aquella calcaba la primera entrega y ésta hace lo propio con la tercera en un sintomático e incorrecto intento de contentar a los numerosos seguidores a base de pintorescas claves fácilmente relacionables con las respectivas tramas urdidas previamente sin respetar el orden cronológico estipulado), volviendo a pecar la propuesta del sentido transgresor exigible (los sucesos relatados bien podrían haber alcanzado dicha catalogación de haber sido aprovechados debidamente) en virtud de una mínima elocuencia narrativa (aunque ésta termina por traducirse en la pedantería más aborrecible); si bien es cierto que audiovisualmente el producto alcanza un nivel extraordinario, no lo es menos que tanto el inadecuado desarrollo como la pretenciosa puesta en escena la sitúan en un plano mucho más común del deseado, dilapidando algunos aciertos (tales como las decenas de detalles recogidos) y reluciendo esencialmente la poca credibilidad que la ciencia ficción más bochornosa puede aportar, un espejismo de aceptabilidad que se paulatinamente se desvanece entre monstruos de rostros elaborados con tanta fidelidad como demagogia (no se alude a la interesante mitología de la saga escrupulosamente para homenajearla sino con afán de lucro).
Pocas dudas pueden originarse ante la certeza de que el nuevo enfoque será recibido con desagrado mayúsculo, pero el opcional formato dimensional (sería absurdo sentenciar que se trata de un factor asumible al estar disponible exclusivamente en la proyección comercial ofrecida en tierras estadounidenses y puntuales festivales especializados pero se antoja imprescindible) en la que es presentado el metraje logra solventar numerosas lindezas (en el sentido más peyorativo del término) e impactar realmente, y es que si no se menciona tal detalle nada más es realmente reseñable por el simple hecho de ubicarse en la mediocridad más deplorable (dentro del amplio abanico de intrascendencia se situaría en los primeros eslabones, pero aun así es tremendamente mejorable la profundidad concedida a una trama digna del mejor creador de ideas); con una atmósfera envidiable y una recreación de los emplazamientos más míticos de la franquicia formidable (desde el temible parque infestado de conejos hasta la tenebrosa noria oxidada, los primeros magnificados en manos del inquietante anciano del autobús y la segunda dotada de una tipificación brutal), se presume inevitable alabar ciertos aspectos del filme e incluso idolatrar al autor por haberlos cuidado con tanta delicadeza aun sin contar con el presupuesto que hubiera requerido para pulirlos debidamente (tal hecho se observa especialmente al comprar las inmejorables caracterizaciones de los personajes con la poca fluidez con la que los diseños creados por ordenador se relacionan con los mismos cuando se desecha la siempre útil vertiente manual, si bien ésta también es inaceptable debido a la poco menos que nefasta utilización del maquillaje, extravagante y excesivo en desmesura).
Mientras intenta hallar una explicación racional a las horrorosas pesadillas en las que grita el nombre de un desconocido pueblo que la ha perseguido desde que era una niña a pesar de innumerables intentos de eludirlo mudándose decenas de veces de vivienda y cambiándose de nombre hasta en tres ocasiones, Heather (Adelaide Clemens, indudablemente semejante en cuanto a físico al personaje que encarna aunque banal resulte su labor interpretativa al mostrarse fría y poco emotiva) padece junto a su padre Harry (Sean Bean, fugazmente formidable al aparecer en pantalla apenas los minutos iniciales, al igual que sucede con dos de las integrantes recicladas, Radha Mitchell y Jodelle Ferland, la madre adoptiva de la joven que regresa en forma de continuas apariciones y la hermanastra de la misma a la que apenas da tiempo a atisbar escasos segundos) un auténtico sin vivir; un día antes de cumplir la mayoría de edad (detalle sumamente importante a la postre al traducirse en motivación sectaria) y tras conocer al investigador privado Douglas (Martin Donovan, la mala suerte de la que goza sintoniza con el ridículo papel encomendado a su persona), el cual la advierte de que su seguimiento ha sido llevado a cabo con el objetivo de contentar a la orden religiosa que le ha contratado (cuyo símbolo insignia se corresponde con los puntos de control del videojuego), decide deambular por el centro comercial de la nueva ciudad en la que reside para comprobar que discernir entre realidad y ficción no será sencillo desde entonces (la primera escena para ser concebida tridimensionalmente acontece en estos compases iniciales, aunque no será la única).
Al volver a casa tras lo que había comenzado siendo una inocente tarde de compras y terminó traduciéndose en una horripilante experiencia de difícil olvido, comprueba que su progenitor ha desaparecido sin dejar más rastro que un mensaje en la pared (concretamente la alegoría ya mencionada con anterioridad, presente en todo momento a modo de clave fragmentada) que la invita a visitar el lugar que en tantas ocasiones ha asistido a través de viajes mentales, el sombrío pueblo de Silent Hill (la niebla trayendo tras de sí la ceniza del incendio que devastóla población es un añadido de incalculable valor e infinita pertinencia al formar parte del tétrico ambiente que infunde grandes dosis de tensión), al que llega tras escapar de la policía al cruzar de algún modo un portal, pero esta vez los delirios van más allá y la revelan su verdadera identidad, íntimamente relacionada con el tenebroso emplazamiento fantasma en el que la angustia reina y la existencia de una variedad de criaturas y una oscuridad viviente que transforma todo lo que alcanza (la metamorfosis de los decorados vuelve a ser espectacular) son peligros habituales; para que la chica descifre su origen deberá contar con la inestimable ayuda de su compañero de instituto Vincent (Kit Harington, intrascendental más allá de suponer un complemento argumental necesario) cuyo oscuro pasado no parece atormentarle (incomprensible cuanto menos), y es que los máximos representantes del clan al cual intenta derrocar (Carrie Moss y Malcolm McDowell, secundarios de lujo inservibles a causa de la poca participación digna de la que gozan) junto a Dahlia (Deborah Unger, otra pieza más del desordenado puzle presentado que padece el declive de tan precaria secuela), una enigmática mujer que trata desesperadamente de encontrar a su hija considerada el mal provocador de la oscuridad que asola el pueblo, no les pondrán las cosas nada fáciles a la hora de llegar a comprender la entramada jerarquía que la sociedad respeta devota e inflexiblemente y, finalmente, el abominable objetivo basado en la fe generacional por el cual quieren disponer de ella con tanta insistencia y alcanzar su ansiada (y atemporal) salvación.
En definitiva, Silent Hill revelation seguramente será considerada una película más que entretenida para los amantes de la serie b y poco menos que bochornosa para los fans incondicionales de la laureada saga lanzada al mercado por la prestigiosa compañía Konami (debido a las ya mencionadas inconexiones e irrisorios efectos especiales compaginados con otros mucho más decentes) que cumple las pocas expectativas que suscitó su difusión, más por escueta que por certera (apenas traspasó su lugar de origen y, de hecho, el vídeo promocional recoge algunas de las secuencias más destacadas en un claro intento de llamar poderosamente la atención, cosa que consigue aun pudiéndose recriminar a los responsables la falta de tacto mostrado a la hora de intentar no desvelar acontecimientos prematuramente); desgraciadamente la cinta transcurre entre el terreno de la mediocridad y la corrección formal (algunos sobresaltos, algo de sangre pero de la que no mancha y un argumento medianamente salvable son los tres aspectos más definitorios de ésta), siendo el peor factor (tremendamente decisivo) el resultado global final, de buen seguro nada convincente para los amantes de las aventuras de las consolas u ordenador y desde luego ni mucho menos disfrutable plenamente para el espectador casual al contener uno de los males más comunes del cine de terror, el perderse en tierra de nadie a mitad de la historia (hasta el ecuador lo cierto es que la película agradará sin remedio a cualquiera al sucederse con fluidez los acontecimientos, pudiéndose dividir la propia producción en imprescindible e insufrible con anterioridad y posterioridad) para concluir de cualquier forma (y apresuradamente) el cierre de la misma aun suponiendo una conexión para una tercera parte al corresponderse con otra entrega (concretamente Silent Hill origins, que se lanzó en exclusiva para PSP aunque más tarde terminó por reconvertirse también para Play Station 2).