Título original: Take shelter Año: 2011
Nacionalidad: EEUU
Duración: 121 min.
Género: Drama, Fantástico
Director: Jeff Nichols
Guión: Jeff Nichols
Reparto: Michael Shannon, Jessica Chastain, Shea Whigham, Tova Stewart, Katy Mixon, Kathy Baker, Robert Longstreet, Ray Kinnon, Lisa Hamilton, Natasha Randall, Heather Caldwell, Stuart Greer y Bart Flynn
Sinopsis
Un marido y padre de clase obrera sufre una serie de terribles sueños...
Crítica
Lo mejor: la originalidad (y el atrevimiento) del autor, a pesar de haber sido múltiples y variados las cintas que han tratado (y a su vez ensalzado) las premisas de un apocalipsis (es decir, los acontecimientos anteriores al fin del mundo), de especular con la posibilidad de que tan espinoso asunto se pueda considerar una categoría de análisis cultural, de una característica común en una raza humana que siempre ha tenido un enfoque similar al percal, concretamente singular o a nivel mundial pero nunca como algo innato colectivamente; la forma con la que el comentado desastre global se expone, dotando de gran importancia al terror social e íntimo que, sin remedio, se apodera de la pantalla para convertirse en una opresiva alegoría de la opresión en tiempos difíciles, resultando indiscutible que en un mundo en crisis, en el que todo parece desmoronarse, la locura puede consumir la cordura se cualquiera; el tercio final del metraje (cuando el modélico y respetado padre de familia que tiene miedo de padecer una esquizofrenia hereditaria padece las secuelas físicas, vinculadas directamente al aspecto mental, de sus pesadillescas premoniciones) es especialmente maravilloso, aflorando el insufrible vacío existencial del mismo (sobre si todo lo que acontece en su mente no se tornará realidad en un futuro muy próximo) en el propio público para asombrarlo e impresionarlo con un desenlace emotivo y espectacular que rehúye por completo de entusiastas congratulaciones.
Lo peor: la motivación actitudinal del protagonista, que no es otra que la posibilidad de curar a su hija pequeña, se antoja un alegato demasiado típico, mas teniendo en cuenta que ésta padece sordera el sentimentalismo de índole comercial es más que evidente (aun brindando dicho recurso narrativo formidables momentos); el pausado ritmo (entendible en cierta medida, y más tratándose de una película cuya duración se extiende hasta las dos horas) que impera puede llegar a desesperar y aborrecer incluso al más paciente (si bien el trasfondo es tan magnífico como necesario dentro del panorama del séptimo arte a pesar de su simpleza y obviedad); el (pretendidamente) agobiante mensaje de no sentirse plenamente realizado nunca mediante la difícil confrontación entre el deber (porque de hecho se trata de una obligación más que de una opción) de aparentar tener todo bajo control y sentir que, en realidad, poco o nada se encuentra bajo dominio propio está siempre presente, una sensación de descontrol total con la que resulta muy sencillo empatizar por un motivo personal u otro (sin profundizar en la sociología, la psicología, la psiquiatría social, la filosofía o las diferentes vertientes de la despersonalización), atentando contra la salud de más de uno generándole una depresión.