Título original: Play or die Año: 2019 Nacionalidad: Bélgica Duración: 87 min. Género: Suspense, Terror Director: Jacques Kluger Guión: Amiel Bartana y Jacques Kluger Reparto: Charley Palmer, Roxane Mesquida, Marie Zabukovec, Thomas Mustin, Daphné Huynh, Hippolyte Poucques, Caroline Donnelly, Koah Edwards, Igor Dessel, Helena Chambon y Alizée Gaye
Sinopsis
Dos jugadores deciden participar en un muy peligroso escape room...
Valoración
Lo mejor: el detalle de respetar las consignas básicas de cualquier escape room que se precie sin demasiado desatino e inmensa habilidad (seis aspirantes que equivalen a otros tantos jugadores) a excepción del tiempo concedido para resolver todas las pruebas (al menos no en una incesante cuenta atrás de sesenta minutos como de costumbre), aunque solo sea en pleno nudo de la “trama” (si se puede considerar como tal tan desaprovechado e inconexo argumento); el desencadenante que propicia que los dos protagonistas retomen su antaño reto de alzarse con el suculento premio de un millón de euros del juego que les destruyó como pareja, que no es otro que la noticia de la desaparición de dos cisnes negros del zoológico cuando tal especie nunca ha habitado dicho emplazamiento que derive en el primer código encriptado (“24, ten cuidado”); la variedad de ideas (algunas realmente plausibles y otras totalmente aborrecibles) es cuanto menos curiosa, obligando al respetable a empatizar con la dupla principal en su ardua tarea de interpretar anagramas, candados, coordenadas, esposas, informes, laberintos, melodías, multiplicaciones, naipes, partituras, patrones, recreativas, rompecabezas, sacrificios, símbolos y un interminable etcétera de elementos a modo de acertijos.
Lo peor: el sopor que invade al espectador durante los primeros veinte minutos es dilapidador, traduciéndose en casi un cuarto de película y, por ende, en un pésimo e injustificable descuido por parte del director que, además, vuelve a pecar de simplista la última media hora al perder por completo la esencia a la que apela hasta ofrecer uno de los desenlaces más desconcertantes e incongruentes del séptimo arte; la solución a la mayoría de enigmas planteados es sencillamente ridícula o completamente imposible, no haciendo honor a la novela que se alude explícitamente y en la que se basa una producción cuyas lagunas se suceden sin cesar (sin ir más lejos con el repentino despertar de los participantes aislados unos de otros sin explicación alguna); el ritmo es, en gran medida, tan lento que uno termina por desconectar de una trama (ya de por sí muy limitada) hasta cuestionarse cierta pregunta formulada (“¿qué sentido tiene vivir si no puedes confiar en lo que ves?”), no despareciendo nunca la incertidumbre que produce no dilucidar siempre qué es verdad y qué pantomima con tanta repentina transición entre estancias y giros argumentales constantemente pivotantes sobre un sanguinario villano que al inicio se intuye, más tarde se modifica y finalmente se improvisa.