Título original: Open grave
Año: 2013
Nacionalidad: EEUU
Duración: 101 min.
Género: Drama, Suspense
Director: Gonzalo López
Guión: Chris Borey
Reparto: Sharlto Copley, Thomas Kretschmann, Josie Ho, Joseph Morgan, Erin Richards, Jonathan Frakes y Max Wrottesley
Sinopsis
Un hombre se despierta en una tumba repleta de cadáveres y, desconcertado, intenta entender qué ha podido ocurrir y cómo ha podido llegar hasta ese terrorífico lugar; sospecha de todas aquellas personas que le rodean, pero su mayor preocupación llega cuando sin saber cómo ni por qué empieza a creer firmemente que él ha sido el causante.
Crítica
Son de admirar los cineastas (ya sean patrios o no) que, sin complejos, se lanzan a la conquista hollywoodiense cruzando por el desprestigio que la propia nacionalidad les confiere las fronteras, Gonzalo López es uno de esos directores a los que hay que reconocer su valentía, pues llegó al Sitges Film Festival (concretamente en su edición del dos mil siete) con El rey de la montaña para volver a hacer lo propio cuatro años después con su primer filme de corte internacional, el falso documental de ciencia ficción y terror en el espacio Apollo 18, labrándose un respeto tan merecido como permanente, pues su nuevo trabajo compite en la presente edición de tan prestigioso certamen en la sección oficial, consolidándose como un habitual del mismo y como un autor muy a tener en cuenta estando limitado el disfrute en esta ocasión a aquellos buscan un metraje con el que entretenerse un buen rato; así, el recién llegado guionista Chris Borey, con la complicidad del director español, elabora una historia llena de suspense y cierto terror que empieza con fuerza pero que hacia su ecuador pierde gran parte del ritmo que presentaba hasta entonces, siendo a partir de ahí una especie de vehículo que trata de subir una cuesta (muy empinada por cómo se ha construido el sustento) a medio gas, algo a lo que la música lenta no acompaña demasiado bien a las imágenes, por lo que termina por relajar (no se presume premeditada pero sí involuntariamente) al tornarse la trama, ciertamente interesante, en un escaso frenetismo de cierta intriga que deriva en una resolución inesperada pero tramposa, pues la sostenible trama no deja de set la clásica historia de zombies explicada al revés al estar descubierta la oportuna cura desde el principio aun obviándose por desmemorización.
Completamente amnésico, John (Sharlto Copley, el peso del protagonismo principal únicamente le pasa factura en aquellos instantes más emotivos, como ya le sucediera en su carismática interpretación en District 9) despierta inesperadamente magullado y herido en una fosa común, una tumba abierta repleta de cadáveres en estado de descomposición, cuerpos entre los que encuentra un revolver (dicha arma será su mejor aliada) y, en el exterior, una joven asiática (Josie Ho, ningún nombre se la otorga, solamente el mote de Brown Eyes, pero con éste se vale para sacar a relucir las excelentes dotes que ya demostrara albergar en Dream home aun siendo tediosa su labor), muda y misteriosa, le ayuda a salir lanzándole una cuerda, descubriendo tempranamente en una casa cercana rodeada por el espeso bosque en el que está atrapado que hay cinco personas en la misma tesitura en la que él se encuentra, tres hombres y dos mujeres (una de ellas la chica ya citada); conversando con ellos descubre que algunos tienen recuerdos confusos pero ninguno arroja luz sobre las circunstancias a excepción de su salvadora, la cual parece conocer las respuestas y los acontecimientos de un pasado que involucra a todos pero, no obstante, no puede ni siquiera comunicarse por escrito porque parece conocer únicamente el idioma chino (la desesperación de que no pueda hacerlo es insana en ciertos compases que se agradecería lo hiciera), por lo que comienzan a rondar por la cabeza del protagonista las típicas preguntas que uno se formularía ante semejante percal (¿quién soy?, ¿dónde estoy?, ¿estoy en manos de un loco? e incluso, es más, ¿el loco soy yo?).
Buscando pistas (respuestas se situarían en otro nivel) que les ayude a resolver el misterio, el grupo (no se antoja imprescindible analizar al resto del reparto con detenimiento debido a la escasa relevancia en la que se traducen sus respectivas aportaciones pero citarlo al completo nunca está de más, así que amén de los dos ya mencionados se encuentran también Sharlto Copley como John, Thomas Kretschmann como Lukas, Joseph Morgan como Nathan, Erin Richards como Sharon y Max Wrottesley como Michael) comienza a inspeccionar la casa y sus alrededores, descubriendo desagradables sorpresas y encuentros inesperados (la esencia de la genuina franquicia Hostel está muy presente en la mayoría de ellos de un modo descafeinado, así como el curioso desfase de agradable visionado que acontecía en The Collector, por no trazar un claro símil con Mentes en blanco en cuanto a premisa se refiere); desconcertados al tratar de entender qué ha podido ocurrir y cómo han llegado hasta ese terrorífico lugar la incertidumbre y la angustia se apodera paulatinamente de ellos, debiendo tener (o al menos simularlo) fuerza y valor para averiguar quién es el auténtico responsable de esas muertes, sospechas que son más inquietantes todavía cuando se halla una grabación que cuestiona la posible involucración del último en llegar de forma activa en tan indeseable situación y, entre las dudas, recomponer los recuerdos que resurgen a modo de flashbacks (todos ellos a través de escenas muy cortas) para resolver el juego macabro que les tiene preparado el responsable, una verdad que poco a poco va aflorando a medida que el pánico se avecina y el tiempo se acorta (el día dieciocho del mes en que se encuentran, a apenas cuarenta y ocho horas de llegas, está marcado en un candelario que hallan como una fecha trascendental), empezando a encajar las piezas hasta conformar un rompecabezas de (por desgracia finalmente) escasa conveniencia.
Open Grave realiza un buen uso de los exteriores, esos frondosos bosques húngaros donde fue rodado (de hecho el único emplazamiento reconocido en el que se filmó), envolviendo la ambientación al espectador ayudando a crear aún más misterio a la situación inicial planteada pero, a medida que avanza la historia, la misma deja atrás el thriller para entrar de lleno en el terreno del terror, el cual no se termina de explotar, dando la sensación de que el director estaba más interesado en plasmar el suspense que no el horror (los cadáveres atados con cuerdas y alambres de espino a los árboles de la zona a modo de espantapájaros de caminantes sirven para enfatizar la intriga y no para infundir miedo), aunque intentos de hacer saltar al respetable de la butaca los hay (lamentablemente son como un cohete mojado, siendo algunos ejemplos de ello el hombre herido que pide auxilio, la mujer atrapada que salta sobre los protagonistas y el perro grande que aparece de golpe); la trama mantiene la curiosidad del espectador a través de situaciones extrañas, llenas de preguntas (que el protagonista sepa latín es cuanto menos intrigante) y elementos atrayentes (una enigmática fotografía, varios objetos escondidos entre la maleza...), resultando la fotografía de José Montero brillante y la cámara, mediante el formato Scope, perfecta creadora de la sensación de amplitud temporal y confinamiento.
Que venga a la mente M.Night Shyamalan en lo que respecta al deseo de mantener una revelación final lo más sorprendente posible después de todo un rompecabezas donde las piezas se ensamblan compilando los fotogramas es inevitable,pero para el más experimentado el secreto a descubrir se predice demasiado pronto aunque el filme comience como Buried (Enterrado) para evolucionar haciendo un pequeño guiño a Memento llegando a recordar, a medida que avanza y muy de pasada los horrores de Las colinas tienen ojos, todo ello para acabar dejando al público al borde de un precipicio como en el desenlace de cualquier episodio de Perdidos, es decir, una previsibilidad tal que impide que se elabore una situación de peligro real, lo cual desecha en gran medida el estupendo planteamiento; en definitiva, Open grave ofrece un relato de curiosa intríngulis aparentemente indescifrable envuelta en un aura de espesor de paranoia jugando bien en la reconstrucción de la realidad a través de las pistas recuperadas a lo largo del camino y siendo por ello eficaz a la hora de plantear las cuestiones sociológicas y filosóficas (tales como la confianza en los demás, la identidad individual y la conciencia de grupo), ingredientes que sirven para cambiar varias veces la perspectiva que tienen los personajes de los acontecimientos pero que no varía lo más mínimo la apreciación de los asistentes, por lo que el carácter sorprendente brilla por su ausencia aun siendo el producto disfrutable.