Nymphomaniac 28-03-2024 22:38 (UTC)
   
 

Nymphomaniac
(Lars von Trier, 2013)


Nymphomaniac




Ficha técnica


Título original:
Nymphomaniac
Año:
2013
Nacionalidad:
Dinamarca
Duración:
241 min.
Género:
Drama, Suspense
Director:
Lars von Trier
Guión:
Lars von Trier
Reparto:
Charlotte Gainsbourg, Stacy Martin, Stellan Skarsgad, Shia LaBeouf, Willem Dafoe, Jamie Bell, Connie Nielsen, Udo Kier, Christian Slater, Uma Thurman, Sophie Kennedy, Mia Goth y Jens Albinus


Sinopsis


Una fría noche de invierno Seligman descubre a Joe tirada en un callejón después de que la hayan dado una paliza; la lleva a su casa y la cuida mientras ella le cuenta la exuberante y multifacética historia de su vida.



Crítica


Golem Distribución
se ha posicionado en los últimos tiempos como una compañía muy a tener en cuenta en el terreno de la comercialidad arriesgada, aquella que pocas empresas asumirían debido al peligro que supone dar la oportunidad a producciones de difícil digestión (ya sea por el contenido verbal o visual que contienen, siendo el más inmediato ejemplo, en otro orden de noticias directamente vinculadas a ésta, el descomunal revuelo que acompañó a la proyección de A serbian film en el marco del Sitges Film Festival cuatro temporadas atrás) de que se estrenen en salas comerciales, mas con la película objeto de la presente crítica, Nymphomaniac, se consolida sin duda como la más atrevida distribuidora española del momento; en esta ocasión es la novena obra que ve la luz en el territorio patrio (tras Rompiendo las olas, Los idiotas, Bailar en la oscuridad, Dogville, Manderlay, El jefe de todo esto, Anticristo y Melancolía) del prestigioso y visionario director Lars von Trier, un filme (bueno, estrictamente dos) excelso en imagen e inteligente en diálogos cargado de polémica del que solamente se ha aprobado una única versión internacional dividida en dos partes (si bien existe un producto genuino de cinco horas y media de duración que será presentado exclusivamente en eventos puntuales), llegando en forma de gran acontecimiento mundial la primera el último mes del recientemente acabado dos mil trece y la segunda uno más tarde, trasladándose ya, por ende, al siguiente, comprendiendo dos anualidades destinando  esfuerzos a inmoralidades varias de complicada asimilación, siendo irremediable apartar la mirada de la pantalla con asiduidad por la crudeza de las divagaciones plasmadas como si de criticas sociales tan acidas y en ocasiones inoportunas se tratase, residiendo detrás de tan exuberante trama una fuerte defensa de los derechos de la mujer frente al machismo tras hacer alusión a todos los tópicos posibles de tan repulsiva corriente, contradicción que se consuma  con multitud de apuntes históricos (a los que suelen acompañar metáforas de diferente índole) formidablemente traídos y experiencias insidiosas para evidenciar que hasta la integridad del más modélico ser puede quebrantarse.

Sexo explícito (el propio Shia LaBeouf, especialmente majestuoso de entre un reparto que desborda talento y entrega, confirmó en una entrevista para el canal televisivo MTV News que la película cuenta con escenas de actos no simulados en las cuales participa) plasmado con mucha delicadeza y mayor locuacidad en contraposición a personajes poco definidos (algunos de ellos, sobre todo secundarios como Jamie Bell, Connie Nielsen, Uma Thurman, Sophie Kennedy, Mia Goth y Jens Albinus, son presentados mediante una letra para abrir infinitamente el abanico de personalidades mundanas a las que atribuirlas las características humanas de las mismas y hacer la trama más cercana si cabe más allá del propio contacto carnal) es uno de tantos laboríos que el autor ha cuidado con sumo detalle, singularidad que supone un desafío interpretativo extremo para un abanico actoral que apenas se ha circunscrito en tan controvertidos lares hasta la fecha aun demostrando albergar dotes más que notables en ellas; rebelde y provocador sin mesura, excesivo mayormente y cometido fugazmente, sin llegar a antojarse un gran disparate sinsentido, si bien la justificación de algunas secuencias es cuanto menos complicada, el danés firma, con un presupuesto de poco más de siete millones de dólares (la reconversión a euros se sitúa en seis con setecientos mil), el final de la que ha recibido la certera nomenclatura de la trilogía de la depresión, la conclusiva continuación de Anticristo y Melancolía (en las tres contando con la inestimable aportación, en mayor o menor medida, de la absoluta protagonista de la presente) que no dejará indiferente a nadie (el sentido existencial que sirve de telón de fondo es sutil pero fácilmente observable), ya sea porque le entusiasme sobremanera o le desagrade mayúsculamente, y es que posicionarse en otro lugar que no sea el blanco o el negro respectivamente será complicado, uno de los mayores (y mejores) dramas de todos los tiempos sin correcciones políticas ni mucho menos éticas o morales que inslitamente termina por convencer de lo más descabellado (incluyendo la defensa de la pedofilia sosteniendo que solo el cinco por ciento lleva a la práctica su detestable apetito viviendo el resto en una perpetua pesadilla al reprimirla).


“A los dos años descubrí mi coño”, con estas palabras da inicio literalmente la obra, no habiendo lugar para medianías como se advierte en ellas desde el primer instante, transitando la adhesión que padece la protagonista (las actrices que la dan vida, desde
Stacy Martin hasta Charlotte Gainsbourg llevan a cabo su labor inmaculadamente) desde el inocente despertar del periodo de su adolescencia hasta la asunción de la misma al comprobar cuan pecaminosa es su rutina mientras la es recriminada su falta de creencia religiosa (del cristianismo sólo se queda con la interpretación del pecado por un acogedor desconocido que no actúa tanto como oyente interesado como para hallar la retroactividad (es por ello que todas las acciones de la perdida mujer son analizadas por él mediante el prisma del intelecto) y castigarla sutilmente, haciendo que reflexione sobre su desaconsejable estilo de vida (no la importa convivir con el dolor y de hecho lo acepta como pecadora que se cree) y expiándola de los pecados que va confesándole con un evidente sentir de culpabilidad, aunando en su persona la necesidad de la provocación pero también la de la inseguridad; qué duda cabe que el pudor que suscita la temática se verá reflejado en la diferencia de afluencia del sector masculino respecto al femenino, no siendo por ello menos respetuoso ni más indiscriminado, pero el aprovechando de los amplios conocimientos que debido a su ajetreada vida ha interiorizado la infeliz para decidir dedicarse impolutamente de manera profesional al cobro de deudas mediante la extorsión más versátil tras tratar de encontrar una solución a su sensación de soledad permanente recurriendo a opciones diversiformes, tanto asumibles como la homosexualidad y la internacionalidad como otras menos corrientes como el fetichismo y el sadomasoquismo, debe ser valorable por cualquiera, y se cita este hecho como se podría hacer con decenas, aunque la inmediatez de tal ocurrencia no ofrece vacilaciones y se interioriza muy fácilmente.

Es posible que algunos consideren que no merece la pena ver las dos entregas por separado al desubicar enormemente la partición pero, en su conjunto, aunque sumen alrededor de cuatro horas de duración (la fase de montaje ha recortado aun así más de noventa minutos), son tan hipnóticas que uno no puede sino rendirse ante la evidencia perspicaz de tan (merecidamente o no es una cuestión subjetiva) responsable, y es que si bien es cierto que la primera acaba en un momento muy sensato para dar pie a la segunda da la impresión de que jamás se deberían haber divido al tener la sensación (como de hecho es) de que no se está ante un todo y el viaje, para entenderlo, hay que conocerlo en su totalidad, algo que es menester para disfrutar el trabajo como se merece y disfrutar de la extraordinaria agilidad narrativa que alberga, sucediéndose las horas cual segundos; más allá de su estructura episódica y que cada uno de los episodios (ocho para ser exactos, cinco y tres respectivamente, titulados muy sensatamente “El pescador completo”, “Jerome”, “La señora H”, “Delirio”, “La pequeña escuela del órgano”, “La iglesia oriental y occidental”, “El espejo” y “La pistola”), a cada cual más pródigo y poético, teniendo todos como eje central las peripecias carnales de una fémina desde su nacimiento hasta los cincuenta años de edad que a partir de su adolescencia no puede disfrutar de orgasmo alguno por más que varía el método para ello, alternativas plagadas de presagios satánicos a ojos del virgen matemático religioso (Stellan
Skarsgad, cuya solvencia interpretativa y paciencia como oyente no le deparará precisamente un destino benevolente) que la escucha atentamente y eleva la teoría de la perversión polimórfica sostenida por Sigmund Freud a niveles no banales sino apabullantemente bárbaros.

La obligada excitación (en el sentido más amplio que uno pueda figurarse) perenne que se consigue transmitir, así como el cercano miedo atroz a la incomprensión de la existencia humana que se muestra al rechazar por completo las relaciones y no querer creer en el amor como medida preventiva al daño que muy posiblemente origine, actuando por ello de manera mecánica sin saber nunca con certeza qué camino es el más aconsejable de seguir (en una de las metáforas más divertidas de la película, con erecciones de por medio, se recoge el más inmediato ejemplo del miedo a elegir a alguien con el que establecer un lazo de efecto y en otra, mediante un sentido del humor donde la muerte y el caos se tiñen de sensualidad, la imperiosa necesidad a vislumbrar el significado de la familia), son lecturas que van encaminadas hacia la resolución de la mayor de las preocupaciones que el ser humano padece (como cualquiera), la de lidiar con el eterno sentimiento de yermo y buscando continuamente (la mayoría de veces sin éxito) la forma de alcanzar a la felicidad; a pesar de que tenga un estilo visual distinto (de hecho la característica en cuestión no debe ser considerada errónea sino particular), Nymphomaniac no es un metraje que se preste a la división y es en este aspecto en el que se peca de aprovechamiento taquillero (otra razón para que así sea no es comprensible), mas dejando a un lado tal estrategia comercial, se trata de uno de los largometrajes (conviene referirse a las dos partes unidas) más particulares y entretenidos sino de la historia de la última década, por lo que es completamente obligatorio aconsejar su visionado, un trabajo de sensacional factura que removerá conciencias e irremediablemente estimular
á no pocos órganos a la vez.


Daniel Espinosa




 
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