Título original: Red letter day Año: 2019 Nacionalidad: Canadá Duración: 72 min. Género: Suspense, Terror Director: Cameron Macgowan Guión: Cameron Macgowan Reparto: Dawn Schoot, Kaeleb Gartner, Hailey Foss, Arielle Rombough, Michael Tan, Roger Leblanc, Peter Strand, Tiffany Helm, Ryan Irving, Greg Spielman, Violet Tilley, Aurora Sol, Marni Reis y Cameron Gerlitz
Sinopsis
Mientras se adapta a una nueva vida en una comunidad suburbana una madre de dos hijos adolescentes recibe cartas misteriosas que le indican que maten a ciertas personas antes de que estas los maten...
Valoración
Lo mejor: el apartado visual (léase el maquillaje) cumple con creces con su cometido (sin ir más lejos la escena de apertura consigue que uno aparte la mirada de la pantalla con un efecto tan archiconocido como efectivo, siendo inmediatas e irremediables las reminiscencias a la mítica Die hard), mas tratándose de una cinta de corte independiente como la que ocupa (la síntesis sería la emisión de misteriosos sobres rojos para participar en una siniestra e incívica actividad conocida como “red letter day” basada en las interrelaciones personales de los círculos más próximo a una distancia física de cinco quilómetros o menos incitando a sospechar del vecindario, como en Disturbia, con cierto contenido cínico, machista, racista y de otra índole igualmente detestable) el logro es más meritorio si cabe; el anuncio publicitario para promocionar la comunidad de viviendas en la que transcurre la historia es tan convincente que despierta el deseo de adquirir un domicilio a través de la empresa, traduciéndose en un claro ejemplo de cuán engañosas pueden ser (y de hecho son) dichas campañas; la crítica a la privación de la intimidad que ha supuesto tanto avance tecnológico es tan certera como el mensaje de trasfondo sobre la que pivota la trama, apoderándose la paranoia y el caos (la presunta viralización de la reivindicación social es sensacional) tanto del público que la cinta se antoja digna de proyectarse en cualquier festival especializado que se precie por su cruenta consumición e inmediata digestión, patentándose una variante de La purga en su versión más forzada e intrascendental, obviando las enormes e insalvables distancias entre ambas, pues no tiene cabida semejante comparación.
Lo peor: la ambientación apela a la retrospección de un modo tan superficial que resta la sensación de haberse desaprovechado una inmejorable oportunidad, y es que limitar todo a la estética (atendiendo a minucias como videojuegos añejos pero descuidando alusiones como herramientas modernas o incluso la propia consola) no es suficiente, y menos atisbándose tantos frentes propicios para ensalzar dicho aspecto; el guión es, posiblemente, el más deshonroso e inconsistente de la década (cómo diantres se puede estar con la pareja románticamente y surgir la pregunta de a quién y cómo mataría el otro sin ningún tipo de alegato preliminar es algo que como mínimo sorprende) aunque, pese a ello, la película se disfruta holgadamente durante sus poco más de setenta minutos de duración, no alargándose más de lo necesario y, aún así, se plantean varias situaciones totalmente prescindibles y otras tantas decisiones lamentables (como dejar solos en casa a dos adolescentes para ir a visitar a otro allegado cuando todo el clan ha padecido una anónima e indirecta amenaza de muerte por parte de un neoliberal grupo anarquista); la familia protagonista, clasicista y esnobista (en servidor debe reconocer que no había tenido conocimiento de este término hasta ahora) donde las haya, despierta el sentimiento más común e indeseable en el séptimo arte (y de hecho en cualquier vertiente cultural), nula empatía, tratándose de una especie de obra teatral de suspense (la vertiente dramática representada en una breve anécdota pasada recordada instantes antes del desenlace es simplemente bochornosa) que, de penosamente escrita e interpretada, termina siendo una de comedia.