Gravity 19-03-2024 07:34 (UTC)
   
 

Gravity
(Alfonso Cuarón, 2013)


Gravity




Ficha técnica


Título original:
Gravity
Año:
2013
Nacionalidad:
EEUU
Duración:
90 min.
Género:
Ciencia ficción, Suspense
Director:
Alfonso Cuarón
Guión:
Alfonso Cuarón y Jonás Cuarón
Reparto:
Sandra Bullock, George Clooney, Ed Harris y Orto Ignatiussen


Sinopsis


Ryan Stone es una ingeniera médica en su primera misión espacial al mando del veterano astronauta Matt Kowalski que se ve sorprendida cuando, en una misión aparentemente rutinaria, la lanzadera se destruye, dejándolos totalmente solos girando en la inmensidad de la oscuridad.



Crítica


Puede que Alfonso Cuarón no haya gozado del merecimiento que debiera hasta la fecha, y tal vez por ello se haya propuesto llamar poderosamente la atención con Gravity, metraje que puede parecer a primera vista predecible (las reminiscencias a Solaris son inevitables tanto por la temática como por la presencia de George Clooney) pero para nada es así, y es que el autor consigue jugar con el espectador cual todopoderoso con una hormiga contando con una lupa en su haber, no pudiéndose tan siquiera imaginar lo que ha preparado, un viaje al terror más abrumador como posiblemente (no conviene sentenciar categóricamente tal afirmación al ser, como lo es siempre todo lo concerniente a un trabajo tan peculiar, la subjetividad la que lo dictamine) nunca jamás se haya realizado, pues la grandiosidad de cada plano es tal que costaría entrar en comparativas con otros (muy curioso es que pueda antojarse una especie de Buried (Enterrado) a otro nivel pero una vez finalizado el correspondiente visionado para opinar con criterio pocos puntos en común pueden trazarse); el mejicano, responsable de películas tan imaginativas como Harry Potter y el prisionero de Azkaban y reivindicativas como Hijos de los hombres (por ésta última recibió dos Óscar, los de Mejor Guión Adaptado y Mejor Montaje), se vale de un presupuesto que podría considerarse estándar para un filme de semejante índole (ochenta millones de dólares que en comparación con inusuales bajos costes como los cinco de Expediente Warren: The conjuring parece una cifra desorbitada pero es aproximadamente el común de inversión) y apenas dos actores (de acuerdo, en el reparto constan más nombres pero éstos se limitan a prestar sus voces en representación de los diferentes mandos de la estación espacial a la que pertenecen los protagonistas) para brindar la oportunidad de disfrutar de una de las experiencias más viscerales que el séptimo arte ha ofrecido alternando peligrosos cortes de respiración provocados por la tensión plasmada con sobrecogedoras sorpresas (el concepto de imprevisibilidad cobra tintes épicos) dando como resultado una
enorme calidad (la sensación de ingravidez es increíblemente realista), siendo áltamente aconsejable asistir a la proyección en versión original para no perder un solo detalle sonoro, sin duda el apartado más destacable.

Presentando una maravillosa técnica que apela al éxito mediante el corazón y el alma (la sincera trascendencia que los mensajes contienen no puede quedar sin mención), la obra encuentra su mejor atributo en el hecho de haber sido narrada de forma sencilla aun siendo muy complejo el apartado visual, mostrando elocuentemente las dotes de un cineasta que pretende (y al menos en esta ocasión lo logra con creces) alejarse de convencionalismos para no hacer especial hincapié en el argumento (esto se traduce en que el mismo nunca alcanza la imaginación que la estética recoge pero en sus mejores compases maravilla sin remedio) ni dotar a la trama de lecturas filosóficas, singularidades que deben valorarse (y así se hace) con unos parámetros igual de particulares; la odisea gana todavía más enteros visionándola en su formato en tres dimensiones, pues en contra de lo que suele suceder, dota de más sentido a una historia con escaso contenido por sí sola si no se ve complementada con este engorroso (las ventajas de tener que portar las oportunas gafas se limitan a capturar burlescas imágenes con los dispositivos móviles de última generación para colgarlas en las redes sociales y así compartirlas con los amigos) recurso, imprescindible para disfrutar en todo su esplendor el emocionante y genuino resultado que los efectos especiales suponen (por el contrario, observar con el detenimiento que permite la tridimensionalidad a la dupla actoral se traduce en el sintomático cambio físico del masculino y los numerosos retoques en la femenina) con una descomunal capacidad inmersiva que no deja de lado el sentido del humor en ningún momento para amenizar una trama que de lo contrario hubiese sido desoladoramente dura haci
éndolo pasar, no obstante, mal aun disfrutándose dicho malestar.

La doctora Ryan Stone (Sandra Bullock, la cual firma el mejor papel de su carrera a la vez que demuestra no anclarse definitivamente en la comicidad más absurda como parec
ía), una brillante ingeniera médica que tras haberse estado preparando durante seis meses en simuladores (poner en práctica los conceptos aprendidos distará mucho de la teoría) se embarca en su primera misión a bordo de la Shuttle (nombre que recibe el transbordador espacial que la sirve de vehículo) al mando de Matt Kowalski (George Clooney, es increíble cómo puede llegar a convencer tanto en la vertiente dramática como en la burlesca), un veterano astronauta que la acompaña en una misión rutinaria para añadir experiencia real al currículum de la primera (curiosamente se trata del último trabajo que prestará el segundo para la NASA al planear retirarse tras el presente); cuando menos se lo esperan les informan (las voces, que no los rostros, de todos los que van comunicándose con ellos las prestan Ed Harris, Orto Ignatiussen, Paul Sharma, Amy Warren y Basher Savage) acerca de un accidente que ha tenido lugar a una proximidad relativamente lejana a ellos, por lo que en principio no debe preocuparles y así es de hecho, siguiendo ambos con sus variadas labores (y retos secundarios, pues una de las cosas que más obsesiona al curtido cosmonauta es superar el récord de mayor tiempo levitando).

Sin embargo, multitud de piezas de dicha explosión comienzan a aproximarse peligrosamente a sus coordenadas, por lo que les ordenan que abandonen la empresa que están llevando a cabo (instantes en los que luce de maravilla el croma verde que se empleó para filmar el largometraje) y traten de volver al interior de la nave para salvaguardarse, un anunciado desastre que lejos de tener menores consecuencias de las presumidas hará que se encuentren sujetos el uno al otro alejándose cada vez más del que creían su lugar seguro, y es que aunque tratan de hacer todo lo que les ordenan los restos les alcanzan y la lanzadera se destruye, dejándolos totalmente solos e incomunicados con el resto del equipo (es decir, con todo aquel que se encuentre en el globo terráqueo, pues entre ellos sí siguen compartiendo comentarios a través de los transmisores que incorporan sus trajes); girando (o más en consonancia con el título gravitando) en la oscuridad en medio de la nada (aterrador e infinito espacio en el cual deberán adentrarse si desean tener una mínima oportunidad volver a casa) y escuchando un silencio ensordecedor (la manera en la que se alternan estridentes ruidos con insoportables mutismos es sencillamente magistral) que les hace perder toda esperanza de ser rescatados (la misma resurge de nuevo en el tramo final mediante una delirante escena no exenta de simbolismo), convirtiéndose ese miedo en pánico cuando cada bocanada va terminando con el poco oxígeno que todavía portan, viéndose obligados a tomar una serie de decisiones de trascendencia suprema (una de ellas implica el
único disparate de la propuesta al utilizarse un extintor a modo de propulsor) para el devenir de sus respectivas vivencias venideras.

Gravity
no sólo se traduce en un logro técnico (que también), sino cinematográfico, pues se trata de una película de belleza tal que sencillamente resulta irrefutable, pues el memorable despliegue que se da en ella crea tensión de primer nivel e incluso hipnotiza por momentos (no tanto por la inmensidad de lo desconocido sino por el trasfondo humano que contiene, infundiendo terror psicológico del de veras), y es que las vistas a seiscientos kilómetros sobre la Tierra son impresionantes aunque la vida sea imposible, siendo el espectador tan protagonista como los propios (la cámara subjetiva hace especial hincapié en ello) de una propuesta que será tildada de correcta y poco más por un sector minoritario (el compuesto por aquellos que exigen acción a raudales y no aprecien la forma en la que se plasma el afán de superación que el ser humano puede lograr interiorizar cuando se encuentra en situaciones extremas) pero prevalecerá como un ineludible capítulo de la historia del cine a través de la fascinación de millones de personas que tendrán el placer de ver semejante joya; el afamado director James Cameron (precisamente el propulsor de una subcategoría de trabajos que sacan verdadero provecho a la tecnología punta en lugar de ser un complemento a raíz de patentar la revolucionaria Avatar de la cual se espera una secuela para dos mil quince) declaró en una entrevista que concedió a la conocida revista Variety que la cinta le dejó absolutamente derrotado y que muy probablemente se trate de la mejor película sobre el cosmos jamás hecha siendo la que estaba deseando ver desde hacía muchos años lo cierto es que para nada exageraba, pues lo cierto es que el filme no puede hacer más que entusiasmar y esperar que producciones similares a ella vean la luz más a menudo en lugar de otras que de tan recurrentes (el terror aquí nace de problemas asumiblemente posible y no por la improbable presencia de monstruos que en ellas suelen ser los viscosos antagonistas) se antojan, no sin motivaciones suficientes para pensarlo con fundamentos válidos, prescindibles sino denunciables, dañando las que de veras valen la pena.


Daniel Espinosa




 
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