Exorcismo en Georgia 25-04-2024 21:51 (UTC)
   
 

Exorcismo en Georgia
(Tom Elkins, 2013)


Exorcismo en Georgia




Ficha técnica


Título original:
The haunting in Connecticut 2: Ghosts of Georgia
Año:
2013
Nacionalidad:
EEUU
Duración:
100 min.
Género:
Suspense, Terror
Director:
Tom Elkins
Guión:
David Coggeshall
Reparto:
Abigail Spencer, Chad Michael, Katee Sackhoff, Emily Alyn, Andrea Frankle, Brad James, Lance Nichols, Wayne Pére, Lauren Pennington, Morgana Shaw, Grant James, Hunter Burkes y Cicely Tyson


Sinopsis


La familia Wyrick se mudan a una nueva casa en Georgia; cuando llegan allí, la pequeña Heidi comienza a tener extrañas reuniones con Gordy y Con, dos amigos que solo ella puede ver y sentir, pero sus padres no tardarán mucho tiempo en comprobar por ellos mismos que existen una serie de extraños fenómenos que forman parte de un gran misterio.



Crítica


Nada hacía pensar que la intrascendental Exorcismo en Connecticut (la cual era una adaptación del libro “In a dark place” escrito por Ray Garton que contaba cómo una familia sufría multitud de fenómenos paranormales en un hogar que anteriormente había sido utilizado como depósito de cadáveres) de Peter Cornwell (cuatro años atrás aconteció el descalabro en taquilla de la misma con una buena acogida por parte del público doméstico tratando temas tan profundos como el cáncer y la tanatopraxis banal pero asumiblemente) fuera a tener su correspondiente secuela, pero como hierva mala nunca muere (lapidaria frase que cada vez parece fundamentarse más en el actual panorama cinéfilo) una nueva historia basada en supuestos hechos reales (ambas presumen de ello pero curiosamente, mientras que la primera encuentra cierta refutación en la citada novela, si se intenta buscar información por cualquier vía existente para contrarrestar la segunda absolutamente nada se encuentra aun teniendo la desfachatez de mostrar teóricas fotografías de los protagonistas de tal vivencia al término de la cinta) ve la luz; en esta ocasión el maestro de ceremonias Tom Elkins (el hecho que en su reducido currículum figure como montador de La otra hija y White noise 2 no hacía presagiar nada bueno, pero tampoco un resultado tan denunciable como el que se da) el que, plagiando con exactitud la anterior parte salvo la localización en la que transcurren los acontecimientos, sume un título más a la larga lista de decepciones descomunales de mísera calidad y es que, a grandes rasgos, podría afirmarse que uno de los productores del anterior trabajo conservaba los derechos sobre el título y quería crear con esta segunda entrega una especie de franquicia (ésta sería la explicación más febril y racional para encontrar el leve símil que pudiera existir entre aquella y este inoperante filme de sobremesa) ralentizando y reincidiendo la fórmula original (ciertos compases se hacen eternos y determinados recursos se repiten).


Si bien la antecesora no sentó ningún precedente utilizaba recursos primarios del género de forma artesanal como lo solía hacer el buen cine de terror clásico para componer un ejercicio de estilo estético y formal de genial retrospectiva que no abusaba del efectismo narrativo ni visual deudor de la peor escuela de montaje psicotrópico herencia del videoclip (en esencia, ninguna maravilla en el horizonte pero satisfactoria contienda), pero nada de esto se mantiene en Exorcismo en Georgia (de hecho el propio título es un equívoco más al no suceder como tal el ritual religioso que anuncia), una falsa continuación convertida en subproducto sazonado por todo tipo de recursos gratuitos, meandros injustificados, lugares comunes repletos de luces incandescentes, sonidos estridentes que suponen la visitación a la época más perezosa y agónica del talento; sin dejar de ser más que la consabida cinta de fantasmas en una propiedad centenaria a la que se muda una familia, se presume interesante el amparo del director en los buenos atributos que el formato digital, los filtros y los efectos especiales actuales permiten infundir a una película, destacando entre todos ellos la fotografía y la contundente sonoridad que intensifican la eficacia de unos sobresaltos esperados a la par que tramposos, acompañando a las numerosas erratas señaladas (a las que cabrá sumar las que se recogen con posterioridad) puntuales éxitos y quedando la recomendación del visionado a expensas de la subjetiva predilección que el espectador sienta hacia la temática central (reciclada de otras tantas propuestas de semejante índole pero no por ello menos aprobante) y el deseo que tenga
éste de experimentar (únicamente si se reduce a lo ordinario gustará).

Los miembros de la familia Wyrick, Andy (Chad Michael, quien como ansiada víctima perfecta resulta propicio como demostrara en La casa de cera pero como héroe defensor de la luz se aproxima a la indecencia más absoluta), Lisa (Abigail Spencer, sublime en los momentos que requieren más emotividad) y la hija en común de ambos Heidi (Emily Alyn, prometedora carrera la suya al denotar un talento innato que solamente enturbia su inexperiencia) se trasladan a su nuevo hogar ubicado en uno de los lugares más remoto de la espesura georgiana; prontamente se une la cuñada del primero Joyce (Katee Sackhoff, añadida al reparto actoral por algún motivo imposible de adivinar) a su cotidianeidad al ocupar una caravana abandonada situada a pocos metros de la casa, disfrutando todos ellos de una convivencia idílica hasta que la pequeña comienza a entablar conversaciones con Gordy (Grant James, imponente aunque vocalmente no pronuncie una sola palabra) y Con (Wayne Pére, incalificable al aparecer en todo momento con una inadmisible máscara o en blanco y negro a modo de reconstrucción situacional), dos seres a quienes solamente ella puede ver y sentir.


Las extrañas reuniones entre la curiosa niña y los dos extraños espíritus servirá para que ésta inicie la ceremonia que todo integrante de su rama materna han tenido que afrontar, aunque muchos de ellos se negaran a aceptar el don que poseían en un principio como a ella la ocurre (lo cierto es que es así por pura imposición de su madre, la cual permanece atormentada desde la ausencia de su madre, la cual la visita cada noche para insistir en que debe aprender a convivir con tal anomalía y aprovechar los beneficios de ésta); si desean ayudar al jefe de estación (así se denominaba a quienes ayudaban a los esclavos negros de la Guerra Civil a escapar por túneles bajo tierra o salvaguardarse en sus hogares el tiempo que les hiciera falta, época cuya ambientación se limita a las vestimentas) cuya pasión era la taxidermia (dato sumamente relevante en el devenir de la trama) para que pueda descansar en paz y deje de atosigar insistentemente a Heidi, Andy y Lisa deberán unir fuerzas para descubrir cuál es el misterio que se haya tras él, reduciéndose todo a una aborrecible, arrítmica y patética lucha entre espíritus malévolos y benévolos (la típica dualidad entre el bien y el mal).


El tétrico color grisáceo que multitud de escenas presentan (tan llamativo como inservible más que para ubicar al espectador en una época pasada) y la penosa caracterización del amorfo ser antagonista de la trama (la apariencia física podría llegar a suscitar cierto temor pero los primeros planos del rostro desechan cualquier atisbo de él) son dos claros ejemplos de la mediocridad con la que ha sido rodada la película, aunque si se consigue afrontarla desde una perspectiva mucho más entrañable e incluso inocente en aras de alabar las deficiencias de un producto genuinamente perteneciente a la mal denominada serie menor (el presupuesto de menos de un millón de dólares bien podría justificar dicho enfoque aun triplicando el de su predecesora) la catalogación sería bien distinta, aunque para suponer tal caso existiría el deber de examinarla como un telefilme y no como una producción ideada para ser estrenada en salas de cines siendo, por ende, una postura inválida; ¿quién puede barajar la idea de dejar a su hijo deambular solo montado en su bicicleta por un frondoso bosque cuando además éste tan siquiera sabe pedalear?, ¿cómo se puede asumir con total naturalidad la existencia de entes fantasmagóricos?, ¿cuándo se dejará de intentar vender falso patriotismo empleando para ello tan macabras como innecesarias atrocidades?, ¿qué familia posee generación tras generación poderes sobrenaturales considerándolos una maldición?, ¿por qué una sintomatología de la posesión aceptada comúnmente es la de expulsar por la boca serrín e insectos? y ¿dónde se ubica la delgada línea que separa la ocurrencia de la recurrencia? serían las principales cuestiones sin respuesta (entre muchas otras) que alberga la obra, preguntas sin solución que terminan por determinar lo que la misma supone, una mala copia de cualquier episodio de la recomendable Entre fantasmas, la serie protagonizada por Jennifer Love Hewitt cuyas remisiones televisivas son constantes gozando de gran audiencia.



Daniel Espinosa




 
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