Patrick 19-03-2024 07:32 (UTC)
   
 

Patrick
(Mark Hartley, 2013)


Patrick




Ficha técnica


Título original:
Patrick
Año:
2013
Nacionalidad:
Australia
Duración:
100 min.
Género:
Fantástico, Terror
Director:
Mark Hartley
Guión:
Justin King
Reparto:
Charles Dance, Sharni Vinson, Rachel Griffiths, Peta Sergeant, Martin Crewes, Eliza Taylor, Damon Gameau, Simone Buchanan, Jackson Gallagher, Camilla Jackson, Brendan Bacon y Shane Nagle


Sinopsis


Un chico está en coma; cuando una joven y bella enfermera llegue al hospital, él intentará comunicarse con ella de un modo muy peculiar...



Crítica


El cine australiano sigue en una línea de esas ascendentes que parecen no tener fin, incluso tras lo que podría parecer una herejía, una revisión de la cinta dirigida en mil novecientos setenta y ocho por Richard Franklin termina transformándose en la que parecía ser una de las sorpresas del dos mil trece, pero nada más lejos de la realidad, toda publicidad que se pueda verter sobre Patrick está de más, pues se trata de una propuesta completamente decepcionante a pesar de situarse tras las cámaras un tipo con los conocimientos y el dominio del medio como Mark Hartley (sus dos documentales, Quite Hollywood, una radiografía del llamado “ozploitation” australiano, y Machete maidens unleashed!, sobre el cine “exploitation” filipino son un verdadero primor); pocas veces antes cobró tanta veracidad la frase que versa sobre el desaconsejo de vender la piel del oso antes de cazarlo, y eso es precisamente lo que ha sucedido tras desaprovecharse, una vez más, la premisa de la cinta original acerca de un muchacho con poderes telequinéticos en estado de coma que se lo hacía pasar muy mal a los habitantes del hospital donde residía optando por realizar una nueva versión fuera de lugar en la que los intentos por dotar a la historia de novedades respecto a aquella son lastimosamente nefastos, haciendo replantearse por qué se decide llevar a cabo semejante trabajo pudiéndose emplear el dinero que éste ha costado en otros mucho más interesantes o en difundir otros tantos que ya existen.


En lugar de una historia de terror se plasma una en todo caso romántica (con tintes sobrenaturales pero al fin y al cabo el género más cercano, que no absolutamente adecuado, sería ese), algo ya de por sí raro al pretenderse primigeniamente dotar de un punto más macabro a la trama de tan singular asesino en serie y, aunque pareciera que no iba a decepcionar demasiado la propuesta al no haber trascendido su predecesora el umbral de lo aceptable (la idea era muy buena pero no se consiguió crear el ambiente necesario en las escenas de tensión) es así, pues es horrorosa y está desarrollada tan precariamente que las sensaciones que suscita en el anonadado espectador al desternillarse cuando debiera sentir pavor; por si fuera poco el único apartado debidamente logrado, el de los sobresaltos (en efecto, lo hay, en una cantidad considerablemente alta), se fabrica sin sutileza arrancándolos más que elaborándolos (que la mayoría de ellos se justifiquen por involuntarias contracciones musculares tampoco ayuda demasiado a encontrar alegatos defensivos)  a pesar de presentarse un inicio no tan nefasto como el resto de producción, a la cual parece no habérsela aplicado un montaje profesional a juzgar por la infinidad de cortes que acontecen, no pudiéndose aceptar los mismos como válidos ni habiéndose tratado de un producto pura y dignamente independiente.


Kathy (Sharni Vinson, especialmente bella y comprometida) es una joven enfermera que, tras haberse separado recientemente de su novio, empieza a trabajar en una remota clínica psiquiátrica regentada por el impositor doctor Roget (Charles Dance, el cual salva con destreza un papel lamentable), quien en riguroso secreto utiliza al paciente en coma profundo de la habitación número quince, Patrick (Jackson Gallagher, más enigmático que el propósito por el cual se ha realizado la presente obra es cómo catalogar a alguien que no pronuncia una sola palabra durante de toda la trama), para experimentar en él sus novedosos (y radicales) estudios sobre la vida y la muerte; la recién llegada consigue tempranamente conectar con el presuntamente ser en estado vegetal hasta descubrir quién es en realidad, un verdugo con poderes sobrenaturales capaz de provocar fenómenos paranormales (tampoco sería erróneo señalar para anormales separadamente) promovido por el fuerte sentimiento que concebía hacia su madre antes de asesinarla por motivos desconocidos (la temática sexual aparece aquí) y forzar su ingreso con un intento de electrocución, un peligro en reposo que se beneficia del tratamiento que le administra el excéntrico facultativo para comunicarse con la que cree su nuevo amor (mediante la transferencia de sus pensamientos, escritos en el ordenador que casualmente hay situado enfrente de su camilla e incluso el envío de textos de mensajería instantánea, haciendo especial hincapié en la contestación de cuestiones escupiendo una vez para afirmar y dos para negar, alternativa cuanto menos repugnante y tan repetitiva que termina por asquear en lugar de atraer), afecto que se torna rápidamente en una obsesión mortal y sangrienta para todo el que la rodea, sin excepción al tener el poder tan temible enfermo de trasladarse en el espacio tal como es conocido.


El único punto positivo de la cinta es el del villano, Charles Dance, y es que quien se iniciara en el mundo de la interpretación cinéfila a los veintidós años (con anterioridad se dedicaba al teatro) debido a que su tartamudeo (la adolescencia para algunos se manifiesta en forma de acné o en una actitud rebelde pero en él fue de esta manera) le cerró muchas puertas (problema que ha superado hasta el punto de prestar su voz a un videojuego que se lanzará al mercado el año próximo) dándose a conocer mundialmente merced a su papel de Tywin Lannister en la exitosa serie televisiva Juego de Tronos borda una vez más su cometido (dentro de las pocas posibilidades de las que disfruta) creyendo firmemente que como en la época jacobina las atrocidades nunca eclipsan la idea de estar viendo una ficción, encarnación malvada que repite en esta ocasión y a la que parece haberse encasillado tras un tiempo en el que hacía de galán; conviene centrarse en estas anecdóticas líneas a fin de no seguir añadiendo negatividades a una crónica ya de por sí negativa, como no puede ser de otro modo tras sufrir la oportuna proyección de Patrick, cargada de ellas, pero es que no hay motivo alguno por el cual no afirmar con rotundidad que no se trata de una bazofia en toda regla, pues cuando la opinión general es tan unánime (tanto para bien como para mal, en este caso el segundo supuesto) no hay lugar posible para la discusión (en todo caso para comentar qué ha sido lo menos malo, no lo más bueno) y mucho menos para el disfrute.


A pesar de todo, a la cinta merece la pena concederla un visionado a fin de comprobar personalmente hasta qué punto se puede estropear algo ya de por sí falto de sustento, una formidable demostración de todo aquello que no debe hacerse a la hora de afrontar un reto fílmico por más que la falta de recursos invite a ella (para presentar algo semejante a esta mal denominada producción que nada tiene de película propiamente dicha es preferible no hacer nada tanto para el bien propio como para el de aquellos que, esperanzados aunque ella prevenidos, inviertan la duración que abarca el metraje en el mismo malgastando nada menos que cien minutos de sus vidas); es una lástima verse obligado a adoptar una postura tan rotunda porque tanto la actriz principal como el director son personas humildes a la par que simpáticas (la presencia de ambos en la proyección acontecida en el Cine Retiro dentro del marco de la Sección oficial Fantàstic Galas del Sitges Film Festival 2013 no hizo sino corroborar ello), pero la condición humana nada tiene que ver con la artística y a pesar de que la primera vuelva a transmitir tanto como en Tú eres el siguiente (de hecho en las dos, de un modo muy diferente, ejerce de heroína de turno) la trama está tan poco definida temporalmente (cuesta adivinar si hay que ubicarla antes o después de los hechos ya narrados en la otra situándose a medio camino entre un infame remake y una insultante secuela), la redundancia es tan recurrente (las técnicas son escasas y se emplean abundantemente) y la historia tan bochornosa (en especial el desenlace, tan precipitado como denunciable) que solamente se puede considerar indicada para llevar a cabo un visionado parcial junto con la pareja, abandonándose el mismo por motivos relacionados con la compartición de arrumacos tras algún susto propiciador del ansiado abrazo iniciador del amorío que con posterioridad acontecerá.



Daniel Espinosa




 
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