Mr.Jones 19-03-2024 10:01 (UTC)
   
 

Mr.Jones
(Karl Mueller, 2014)


Mr.Jones




Ficha técnica


Título original:
Mr.Jones
Año:
2014
Nacionalidad:
EEUU
Duración:
81 min.
Género:
Suspense, Terror
Director:
Karl Mueller
Guión:
Karl Mueller
Reparto:
Jon Foster, Sarah Jones, Mark Steger, Ethan Sawyer, Faran Tahir, Jordan Byrne, Stanley Herman, Diane Neal y Rachel Meara


Sinopsis


Una joven pareja se muda a una casa en el bosque; su vecino es el Sr.Jones, un laureado escultor tan retorcido como sus siniestras obras...



Crítica


Qué mejor modo de iniciarse en la dirección (así como en la escritura del guión) que optando por la fórmula más funcional de los últimos años (la relación entre el mínimo coste que supone y los altos beneficios que producen así lo corrobora), la que une material encontrado (la subjetividad narrativa es esencial en estos casos para dotar de credibilidad a una trama desarrollada mediante la grabación previa en primera persona del propietario de la cámara que, más tarde, será hallada por autoridades varias, aunque en esta ocasión se modifique ligeramente esto) con tenebrosas revelaciones (referidas a actos religiosos en la inmensa mayoría de casos, no estando exento de ello el presente pese a que el percal central de la historia cobre tintes más filosóficos y metafísicos); lo referido anteriormente es precisamente lo que ha debido de pensar Karl Mueller a juzgar por Mr.Jones, el primer trabajo de su carrera (con suerte no se añadirán muchos más a la lista) que sólo comparte con el drama romántico protagonizado por Richard Gere una década atrás el título (curioso pero cierto, ambas producciones han visto la luz con exacta nomenclatura), amén de las urticarias que producen las dos por diferentes motivos (aquella por empalagosa y ésta por abusiva), y que de tan limitado que resulta (en todos los sentidos, tanto en cuanto a reparto se refiere, con apenas tres rostros habituales, como en tesis, con un nudo delusoriamente pobre) se antoja insultante.


Con una fantasiosa atmósfera que recuerda (con la excepción de que aquella contagiaba y ésta repele) a los míticos episodios de la serie televisiva “Pesadillas” (de la cual, por cierto, se ha iniciado el proceso de rodaje de la oportuna adaptación al largometraje hace escasos meses) y un intenso aroma a la serie b más impresentable que se pueda urdir (el recurso de la cámara que enfoca en ambas direcciones para capturar lo grabado y el rostro de quien procede a ello es sumamente tedioso), el filme transita entre lo tristemente mediocre y lo excesivamente inverosímil; simple fuente de inspiración o sufridor objeto de plagio (difícil de sentenciar en primera instancia, aunque ahondando un poco más en las intenciones del responsable parece aproximarse más a la segunda casuística), lo cierto es que la sombra de El proyecto de la bruja de Blair está tan presente que compararla con ella es inevitable y, por ende, los alegatos positivos no se encuentran por más que se la intente conceder pequeñas concesiones a tal objetivo, siendo deprimente al antojarse absurdo a la postre ateniendo a la cantidad de deslices congregados en poco más de horribles (verdaderamente pavorosos y no precisamente por efectivos sino por muy calamitosos) ochenta minutos.


Scott y Penny (Jon Foster y Sarah Jones, comparten nulidad de carisma y sobreactuación, sobre todo cuando simulan agonía, por lo que el deseo de verlos morir, algo a lo que evidentemente están predestinados es inmediato) forman una pareja de inquietos reporteros que planean filmar un documental sobre la naturaleza en su sentido más puro, mudándose para ello a un solitario bosque, más concretamente a una casa ubicada cerca de la de un hermético escultor de fama mundial, del cual se proponen elaborar un libro fotográfico de sus piezas; el excéntrico artista responde al nombre de Mr.Jones (Mark Steger, poderoso presencialmente e incatalogable interpretativamente), es considerado un excéntrico perturbado de fama mundial (habladurías varias por parte de cuantos entrevista el integrante masculino de la pareja se encargan de informar al público al respecto) y ve en los tótems, las máscaras tribales y demás talismanes figuras guardianas que evitan que los espíritus malignos que residen en la oscuridad se adueñen no sólo de los emplazamientos sino de las propias personas, creaciones de hombres santos con propósitos ceremoniales para patrullar las fronteras de ambos mundos, el lúcido (conocido comúnmente como real) y el de los sueños (con muchas paradojas espaciotemporales), al superponerse.


Para confeccionar el resumen argumental, en ocasiones abarcador de dos párrafos de cientos de letras, se ha optado por un minimalismo equiparable al que supone la complejidad de la producción (es decir, poco menos que inexistente) para que nadie caiga en equívocos sobre lo que implica proceder al visionado de Mr.Jones como sí se presume ha pretendido el responsable, quien no han dudado en hacer uso de las más vejatorias (respecto a otras semejantes) pericias clónicas no tanto de incógnitas (apenas las hay) como de conjunto (innecesaria e inoportunamente vulgar), lo cual afecta especialmente al parecer (y padecer) final después de una narración dividida en jornadas (arrítmica como pocas, pasando del día uno al cincuenta y con constantes cortes), muy próximo a la infamia; extraños ruidos (aves y entes malignos son causantes de ellos), inexplicables robos (no se limita a las llaves de un coche sino que también abarca el de objetos inútiles), pecaminosos allanamientos de morada (cuyo objetivo no es recuperar algo substraído previamente sino investigar cada recóndito lugar), sonoras pisadas anunciadoras de inminentes peligros (aún así seguir atentando contra el derecho a la intimidad de un desconocido parece ser la mejor opción), laberínticos sótanos (profanados inconscientemente cual zona conocida), clandestinos hurtos (el beneficio no se observa por ningún lado), fugaces tormentas (recreadas a partir de triviales luminiscencias)... todo esto y mucho más encontrará el espectador en este imperio de la irracionalidad hecho película y, en plena crisis emocional de los protagonistas tras sufrir inquietantes sucesos, pasionales relaciones sexuales (la carnalidad copulativa apenas se puede llegar a intuir entre tanto movimiento visual)...


Probablemente lo mejor de la cinta sea el primer cuarto (prolongando en exceso la atracción del aura mística presentada tempranamente, la cual se desvanece en virtud de un problema existencial que podría haber dado mucho más de sí), haciendo querer apartase de la sociedad y vivir en el fin del mundo (el tema del enigmático antagonista también está muy bien creado, casi como una leyenda urbana, y sus apariciones son curiosas cuanto menos), siendo el resto (en especial el desarrollo y lo odiosos que resultan los personajes) una insufrible retahíla de absurdeces que, sólo tal vez, hubiese sido más accesible de mantenerse en el iniciador punto perturbador de los espantapájaros sin derivar tanto a una vertiente psicológica muy mal determinada; así, difícil de ver (literalmente, nada de dobles sentidos se aplican en éste caso) e incómoda (no en el sentido terrorífico que se esperaba pero sí en otro más inteligible), la película se presenta irregular hasta desembocar en una media hora final para el olvido, y es que la primera parte es de terror básico (plano y fácil de soportar) pero la segunda es de epiléptica locura que sobreexcita y poco más y, aun agradeciéndose por parte del responsable esa distintiva de no sucederse los hechos cámara en mano en todo momento, lo que acaba observándose es demasiada pretenciosidad y un desenlace demasiado abierto que, si además se ha intuido (cosa no muy complicada), no se encontrará mucha razón de ser, restando la sensación de que con más profesionalidad directiva, un guión mejor urdido y una mayor calidad en la fase de montaje el resultado sería otro bien distinto, pues ciertos detalles (la idea de trasfondo alternando la percepción de la realidades paralelas con desdoblamientos de personalidad, tanto de cuerpo como de comportamiento, es sublime) fundamentan la suposici
ón.


Daniel Espinosa




 
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