Oculus 27-04-2024 10:18 (UTC)
   
 

Oculus
(Mike Flanagan, 2014)


Oculus




Ficha técnica


Título original:
Oculus
Año:
2014
Nacionalidad:
EEUU
Duración:
94 min.
Género:
Suspense, Terror
Director:
Mike Flanagan
Guión:
Jeff Howard y Mike Flanagan
Reparto:
Karen Gillan, Brenton Thwaites, Annalise Basso, Garrett Ryan, Katee Sackhoff, Rory Cochrane, James Lafferty, Miguel Sandoval, Kate Siegel, Scott Graham, Mochael Fourtic, Justin Gordon y Bob Gebert


Sinopsis


Un asesinato dejó a dos niños huérfanos, culpando las autoridades al hermano del crimen mientras que la hermana creció creyendo que el verdadero culpable fue un antiguo espejo maldito; ahora, completamente rehabilitado y con veinte dos años, él está listo para rehacer su vida, pero ella está decidida a demostrar que fue lo que destrozó a su familia...



Crítica


En dos mil seis, Mike Flanagan realizó un cortometraje en el que un hombre se enfrentaba a un misterioso espejo, el título del trabajo en cuestión era Oculus chapter 3: The man with the plan y ha sido retomado en la actualidad como origen del mal dotando a la anécdota de más misticismo y mayor fundamentación, teniendo como principal protagonista no corpóreo a una especie de maldición ancestral contenida en el mismo y una venganza dentro del entorno de un clan de corte clásico (los componentes son un matrimonio y dos hijos, uno de cada sexo), un debut en el siempre complicado y sumamente diferente respecto al del de corta duración terreno del largometraje que cumple y sobresale de entre el predecible género de terror actual, castigado con secuelas y revisiones tan prescindibles como delusorias, al plasmar cuán terribles pueden ser las consecuencias de un trauma del antes en el después, del pasado en el presente; haciendo uso de una atrayente estructura temporal, el autor experimenta con dos laicismos de manera práctica disolviendo la barrera estacional mezclando los miedos propios de la infancia con los que muchos adultos comparten, consiguiendo logrados climas con efectivas actuaciones pero, sobre todo, acertadas decisiones desde la vertiente direccional, siendo por ende una grata, interesante y espeluznante experiencia que nada tiene que envidiar a grandes obras alabadas por crítica y público, y es que ésta pieza repleta de espejismos e ilusiones de apenas cinco millones de dólares presupuestarios resulta tan atractiva como interesante, destacando la formidable labor de Michael Fimognari en la fotografía de entre el resto (todos cuanto menos notables salvo escasas excepciones) de apartados.


Once años atrás (los eventos se circunscriben en dos períodos diferentes narrándose paralelamente a través de múltiples revelaciones sin respetar lo más mínimo el concepto de cronología), el programador de computadoras Alan Russell (Rory Cochrane, odioso papel pero notable labor) se muda a una nueva casa junto a su esposa, Marie (Katee Sackhoff, sencillamente sublime en todo el dramático abanico que interpreta), y sus dos hijos, Tim y Kaylie (Brenton Thwaites y Annalise Basso, ambos más que convincentes pero igualmente eclipsados por sus respectivas encarnaciones juveniles, Garrett Ryan y Annalise Basso), de diez y trece años, adquiriendo al poco de mudarse un antiguo espejo para decorar su oficina; esa misma noche comienza a tener alucinaciones de una mujer con ojos brillantes y, con el paso de los días, el padre de familia se vuelve progresivamente psicopático, siendo el causante de tan radical cambio de comportamiento el citado objeto ornamental, el cual tiene el poder, entre muchos otros, de alterar por completo la percepción de aquellos que se encuentran en su esfera de influencia hasta propiciar no sólo su muerte (hacer olvidar las necesidades básicas como beber agua y alimentarse cada ciertas horas, es su proceder habitual, algo que no se cita explícitamente pero se deja entrever suficiente y tenazmente) sino también la de quienes pueden contactar (tanto física como telefónicamente, pues la manipulación de los dispositivos móviles es una recurrencia usual) con el mismo, y sucede precisamente con el clan en cuesti
ón, dejando a los niños huérfanos.

Las consecuencias de tan atroz acto criminal comprenden que Tim acabe recluido en un correccional para enfermos mentales destinado al cuidado de menores al ser condenado por el doble asesinato y Kaylie sea enviada a un hogar de acogida, reuniéndose de nuevo por motivo del veintiún aniversario de él tras ser considerado completamente rehabilitado y poder salir al fin de la institución pero, el encuentro con su hermana, tempranamente le obliga a recordar lo sucedido y emprender un peligroso experimento junto a ella en aras de demostrar su inocencia al tiempo que comprender lo realmente ocurrido mediante la puesta en práctica de la teoría de ésta, según la cual todo se debió a la manipulación del influjo del imponente espejo (el largo historial de víctimas es relatado por parte de la integrante femenina de la dupla parental); el intrincado sistema urdido para proceder a ello (alarmas, filmadoras y demás artilugios preventivos) y activar, cuando sea oportuno, el interruptor de la muerte (un afilado péndulo que teóricamente lo destruirá a menos que se detenga cada media hora) para evitar que más dueños se conviertan en difuntos poseedores, pero la tarea no resultará nada sencilla y es posible que las autoridades acudan al lugar de los hechos, una vez más, por motivos bien diferentes a los pretendidos...


El término que da título a la película hace referencia al ojo en el campo anatómico y a la yema de una planta en el botánico, siendo ambos significados cuanto menos elocuentes (uno por razones obvias y el otro si se dibuja una delgada línea entre los humanos y los vegetales ateniendo a la compartición del proceso existencial de ambos, naciendo, creciendo y muriendo fragmentada e indivisiblemente como bien se recoge en determinados compases a modo de muestra del poderío que el ente que acecha a los protagonistas alberga) en el buen uso de las perspectivas enfrentadas que hábil (qué duda cabe del valor que tiene urdir una historia atípica) y complejamente (bebiendo directamente de clásicos como El resplandor y Terror en Amityville se muestran destellos de imaginación que, dejando la lógica a un lado en algunos momentos de dudosa credibilidad racional, producen una creciente sensación de pavor sustentado en la primacía del suspense sobre la sangre) se da gracias en gran medida a un genuino montaje en el que la colocación de la cámara en lugares lógicos pero poco comunes logra aumentar paulatinamente la tensión; el arranque es meteórico y, aunque luego la trama se adentra bastante en densas explicaciones que lastran la exposición de los acontecimientos realmente importantes (hasta la impactante e intensa finalización del filme el espectador desconocerá lo ocurrido primeramente, dejándose de todas maneras muchos detalles sin explicación), el meticuloso cuidado que se observa en las escenas más truculentas, sin ser demasiado explícitas pero consiguiendo el golpe de efecto necesario, así como el muy moderado uso de la grabación en primera persona (mucho menos de lo habitual en este género pero aportando una subjetividad de considerable oportunismo), hacen que la promesa de una inminente secuela (el desenlace deja una gigantesca puerta abierta a dicha segunda entrega) se perciba como celebrable.


Habrá quienes aseguren que Oculus sólo presenta una buena atmósfera pero un nulo contenido (lo cual no es del todo cierto pero el hecho de ir resolviendo los diferentes percales que acontecen según el responsable desea basándose en los artificios a los que recurre el objeto reflectante de la cinta, perfecto antagonista donde los haya, no termina de convencer), pero ¿acaso es exigible algo más en esta clase de producciones?, la respuesta es inmediata, no, porque argumentar que el tal vez algo desmedido uso de la música de suspense durante todo el metraje se debe a la pobreza de la historia no es viable, pareciendo bastante evidente que se lleva a cabo para enfatizar la dureza de aquellas escenas que requieren más refuerzos y magnificar la belleza de la fotografía, un apartado visual que mezcla pasado y presente con paulatino raciocinio (al principio no se da explicación alguna y se trata de una sucesión de situaciones a cada cual más extraña que desorienta enormemente, pero después empiezan a aclararse en gran medida, aunque no todas, observándose ciertas lagunas un tanto criticables); se trata de una película eficaz y sensata manejada sutil e inteligentemente a través de un reparto fenomenal que sufre la ira de unos fantasmas que no suponen el factor terrorífico, sino que éste lo encarna el interesante juego de contextos (puede que por ello decepcione al gran público ávido de terror), apelando a la vivacidad de su bien estructurado guión y la correcta ejecución del operador, no siendo un clásico ni una cinta revolucionaria pero sí un estupendo vehículo de entretenimiento recomendable para todo aquel que disfrute del cine inventivo, acertado y no pretencioso, tres factores que costosamente confluyen acertadamente y que aquí lo hacen.



Daniel Espinosa




 
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