Título original: El hoyo Año: 2019 Nacionalidad: España Duración: 94 min. Género: Drama, Suspense Director: Galder Gaztelu Guión: David Desola y Pedro Rivero Reparto: Ivan Massagué, Zorion Eguileor, Antonia San Juan, Emilio Buale, Alexandra Mas, Algis Arlauskas, Miriam Martín y Óscar Oliver
Sinopsis
Una plataforma con comida va descendiendo por diferentes niveles...
Valoración
Lo mejor: la alegoría con claras implicaciones humanas (sociales, políticas y religiosas) en la que se traduce la cinta funciona a las mil maravillas durante la mitad de la misma, tornándose no obstante tan existencialista viaje (abundante en belicosidad y provocación) en una experiencia próxima a la política más populista que uno llegue a conjeturar a causa de un desarrollo que va perdiendo fuerza a medida que avanza; la distópica ficción patria plasmada es una más que decente alternativa a obras de culto como High rise y Cube, bebiendo directamente de esta segunda de encomiable e ingeniosa manera pese a la manipuladora repetición del mensaje que versa sobre el pensamiento no solo del bienestar propio sino también del prójimo; la simbología subyacente en muchos aspectos (el del materialismo con la subtrama del “samurái plus” es sublime) genera momentos de auténtica desesperación (en el mejor de los sentidos), motivo por el cual muchos (no en el caso de un servidor) consideran el trabajo como justo vencedor del Sitges Film Festival 2019 recayendo sobre él el premio a la mejor película de la sección oficial a competición junto a un largo listado de galardones (entre ellos a los efectos visuales en el Cine Europeo, los Goya y los Gaudí del año de su estreno) que no hace sino evidenciar cuán distintivo es en su búsqueda de una “solidaridad espontánea” a partir de muchas (demasiadas) situaciones fácilmente suprimibles (sin ir más lejos el tórrido encuentro de transición entre ciertos comensales) en semejante libertad (o no) comportamental.
Lo peor: la premisa se antoja tan ambigua como abstracto el escenario (fomentando sin aparente sentido tanto la comedia negra como el gore), enturbiando la filosófica discusión planteada (empleando términos borgianos) una serie de ocurrencias de índole escatológica (con un tono confuso e indefinido que transita desde el puro drama hasta la sarcástica parodia) que unido a la primacía de la violencia más gratuita impiden cualquier atisbo de aceptación ética en el hoyo (o como el equipo de la administración del lugar prefiere llamar el “centro vertical de autogestión”) que da título a la claustrofóbica cinta; la técnica argumental de presentar al protagonista tan desconocedor de la situación como el espectador despierta un sentimiento de empatía mayúsculo (en gran medida por la magistral interpretación del actor que lo encarna), pero la crítica a la jerarquía social que no entiende más que de clases (aludidas como “niveles”) termina por asediar e incomodar (desde una perspectiva peyorativa) en una situación cambiante (puede que de manera radical) mensualmente para ciertos presos (encerrados de forma voluntaria con un único objeto a elección de cada cual según se aclara explícitamente) de misteriosos e interesantes (“obvio”) nombres; la focalización en la comida como eje central se presume algo redundante al ir reiterándose el concepto a lo largo de toda la trama), pues aunque bien es cierto que no hay nada más esencial en la vida de todo ser humano que cubrir dicha necesidad la inmersión en la crueldad sin ahorrar en sangre es desmesurada.