Título original: Daniel isn’t real Año: 2019 Nacionalidad: EEUU Duración: 96 min. Género: Drama, Terror Director: Adam Egypt Guión: Adam Egypt y Brian Deleeuw Reparto: Miles Robbins, Sasha Lane, Hannah Marks, Patrick Schwarzenegger, Faith Logan, Jacqueline Honulik, Lynn Marocola, Katie Chang, Chukwudi Iwuji, Jamar Greene, Cara Ronzetti, Michael Cuomo, Andrew Ayala, Andrew Bridges, Daniel Marconi y Nathan Reid
Sinopsis
Un joven sufre una serie de violentos problemas familiares que le hacen recuperar a su amigo imaginario de la infancia para afrontarlos...
Valoración
Lo mejor: la media hora inicial es una joya fílmica que debería proyectarse en cualquier clase magistral de cine, concentrándose en ella un abanico de sucesos a cada cual más traumático e impactante que el anterior; la adaptación que ocupa (concretamente de una pequeña novela cuyo título es “In this wai I was saved”) recuerda a tiempos pasados en los que la literatura era una buena fuente de ideas, algo que en plena época de predominación de tendencias o sobresaltos prefabricados por la industria cuya comercialidad aborrece a cualquiera; el desarrollo de un delirio mental tan peculiar (y por desgracia espantosamente común en la sociedad actual) como la esquizofrenia es simplemente sublime, estremeciendo la manera en la que se plasma el desdoblamiento de personalidad de un protagonista con el que es imposible no empatizar desde el primer segundo no solo por la enorme (inmensa) labor del actor que le da vida sino por unas características entre las que prima una enfermiza falta de autoestima.
Lo peor: el último tercio de cinta se antoja un tanto presuntuoso, pecando de banal (pese a tratar de se trascendental) en su afán por no estigmatizar la enfermedad sobre la que pivota la historia hasta concebirla catárticamente con una sobrexposición del clásico pacto faustiano; el uso de los efectos especiales digitales desvirtúa la primacía de unos artesanales que logran entusiasmar, detonando los universos (re)creados con una estética próxima al imaginario del maestro Clive Barker (repleta de espacios visuales surrealistas con tendencia al infinito) un vacío argumental a causa de un desenlace en el que se descuida el deprimente planteamiento (y parte del nudo) que hace de la película un potente e inteligente drama con una mitología propia que tiende hacia lo cósmico hasta ese momento; la vertiente carnal (entendiendo como tal aquella centrada en los encuentros íntimos) no termina de convencer, resultando cuanto menos discutible (por no ser autoritario) su necesidad racional a juzgar por el cometido.
Daniel Espinosa
Noche de bodas
(Matt Bettinelli y Tyler Gillett, 2019)
Ficha técnica
Título original: Ready or not Año: 2019 Nacionalidad: Canadá Duración: 91 min. Género: Comedia, Suspense Director: Matt Bettinelli y Tyler Gillett Guión: Guy Busick y Ryan Murphy Reparto: Samara Weaving, Andie Dowell, Mark Obrien, Adam Brody, Henry Czerny, Nicky Guadagni, Melanie Scrofaneirer y Kristian Bruun
Sinopsis
Durante la noche de su boda, la recién casada recibe la invitación por parte de la rica y excéntrica familia de su marido para participar en una tradición ancestral que se transforma en un juego de supervivencia...
Valoración
Lo mejor: la escena del cobertizo justifica por sí sola el visionado de la película, tanto por su realista e impactante violencia como por su sorpresiva e irreverente consumación, mereciendo por ello constar como primer alegato positivo en la presente crítica, no tan ácida como la plasmada en la pantalla; la contagiosa naturalidad con la que la absoluta protagonista borda su cometido interpretativo logra que el espectador se implique en su supervivencia como si su propia vida dependiera de ella, y es que la macabra anarquía a la que se enfrenta (basada en una tradición que obliga a los nuevos miembros a participar en un juego elegido al azar por un misterioso objeto de recóndita procedencia) rezuma, para desesperación de ella, humor negro e intriga a partes iguales; el desenlace es, sin discusión alguna, uno de los más salvajes de la historia del séptimo arte, sirviendo además de evidencia sobre si las supersticiones albergan preludios y si el poderío de las creencias puede llegar a erradicar cualquier atisbo de cordura.
Lo peor: la huida de la recién casada es, en determinados momentos, fortuita e incomprensible, traduciéndose los giros argumentales en un enorme divertimento adulto y a la vez en una descomunal incoherencia fílmica en la que prima el costumbrismo en detrimento de la diplomacia; la repartición de armas es calculada e interesada, no gozando de las mismas probabilidades de éxito todos los integrantes de la familia de sangre azul ligeramente disfuncional en la que el sentimiento de pertenencia (y su consensuada aceptación) lo es todo; el derroche de diversión e ingenio de la trama no consigue que aquel más ejercitado detecte fácilmente casualidades cuanto menos sospechosas, tales como el estado del barrote de la verja y la desactivación del sistema de vigilancia, no restando ello enteros a múltiples ocurrencias que, de originales e hilarantes que resultan (la reproducción de la canción en vinilo que sirve de cuenta atrás para el comienzo de “el escondite” es sublime), entusiasman hasta al más reacio aunque trate de impedirlo.
Daniel Espinosa
Velvet buzzsaw (Dan Gilroy, 2019)
Ficha técnica
Título original: Velvet buzzsaw Año: 2019 Nacionalidad: EEUU Duración: 109 min. Género: Suspense, Terror Director: Dan Gilroy Guión: Dan Gilroy Reparto: Jake Gyllenhaal, René Russo, Zawe Ashton, Toni Collette, John Malkovich, Tom Sturridge, Natalia Dyer, Billy Magnussen, Daveed Diggs, Valentina Gordon, Peter Gadiot, Pisay Pao, Steven Williams, Kevin Carroll, James Paxton, Kassandra Voyagis, Pat Healy, John Fleck, Mark Steger, Andrea Marcovicci, Christopher Darga, Marco Rodríguez, Kristen Rakes, Sal López, Jasmin Marsterser y Scott Peat
Sinopsis
En el despiadado mundo del comercio del arte de las artes plásticas una mujer encuentra por accidente un auténtico tesoro y, decidida a sacar buena renta de ello, comienza a exponerlo ante los interesados ojos de algunos de los pesos pesados de la industria que la rodean...
Valoración
Lo mejor: el feroz retrato de la despersonalización comercial mediante multitud de frases lapidarias de índole crítica (“es más fácil hablar de dinero que de arte”, “los ricos son impacientes”...), concienciadora (“ante lo sublime te tiembla el cuerpo”, “no existen estrategias para poder acorralar el reino infinito de lo nuevo”...), filosófica (“la dependencia mata la creatividad”, “solo confiando en ti mismo puedes ir más allá de tus miedos”...), reprochadora (“los escombros serían mejores que la exposición”, “no vendemos bienes duraderos sino percepción”...) y reveladora (“en nuestro mundo tú eres Dios”, “valoro por adoración”...); la excéntrica elegancia que rezuma cada plano, incluso aquellos pertenecientes a las escenas más macabras (es decir, a las siete muertes, seis explícitas y una deducible, perpetradas por una fuerza demoníaca), cristalizando el metraje en una exquisita experiencia audiovisual (la sinergia entre la fotografía de Robert Elswit y la música de Marco Beltrami es total) de inabarcable atribución adjetival, pudiéndose mencionar algunos (pronunciados en el mismo para proponer así una especie de actividad paralela con el objetivo de identificarlas) como drenante, estimulante, fascinante, hechizante, inspiradora, intrigante, original, pasional, perspicaz, vanguardista, visionaria; el abanico de ejemplificaciones de la frivolidad y la superficialidad plasmadas, sin ir más lejos a partir de los trágicos sucesos que, provenientes de un alma torturada, ajustician a asesores y representantes de muy distinta manera (asesinados por entidades en rellanos, absorbidos por cuadros en lavabos, ahorcados por corbatas en escenarios, desangrados por esculturas en galerías, asaltados por robots en almacenes, infestados por pinturas en cubículos y atacados por tatuajes en jardines) pero idéntica pertinencia, convirtiéndose dos obras (“el mendigo” y “la esfera”) en objetos a recordar siempre jamás.
Lo peor: la eterna espera para que la dupla formada por Dan Gilroy y Jake Gyllenhaal (la tríada si se suma René Russo) vuelvan a coincidir, presentando en esta ocasión una producción no tan soberbia como la anterior (ya no superar sino igualar a Nightcrawler es una verdadera quimera) pero igualmente absorbente y diferencial, muy recomendable por los citados motivos (y muchos más obviados para no escribir decenas de líneas a tal efecto), amén del atractivo en el que se traduce la participación de John Malkovich (pasivo e imponente en este caso); la seducción (y consumación) carnal entre los dos personajes principales (así como la gratuita exhibición de sus cuerpos) no parece albergar lógica alguna más allá de entusiasmar al público menos exigente y reafirmar sin necesidad aparente que la ambición (en aras de lograr fama y éxito) es el mayor de los peligros del ser humano, confirmando esto que dicho recurso goza de tan poca repercusión (de hecho ni siquiera dispone de seriedad) como la de la multiventana (hasta media docena de pantallas confluyen al unísono) que en determinado momento se observa; el aire de superioridad que desprende el protagonista (por estricta exigencia del guión para enfatizar el mensaje que se pretende difundir) que, promovido por sus habilidades e intereses (tanto profesionales como sociales), termina consumido por su codicia puede irritar tanto como los créditos iniciales (técnicamente maravillosos, qué duda cabe), adelantándose en ellos demasiado contenido y, por ende, resultando más desafortunados e impertinentes que la valiosa colección de cierto artista de relevancia marginal, cuyo turbio pasado fundamenta la invitación a reflexionar sobre las prioridades propias y en el que reside el busilis de la historia.