Palmares (Sitges Film Festival 2013) 24-04-2024 04:30 (UTC)
   
 

Big bad wolves
(Aharon Keshales y Navot Papushado, 2013)


Big bad wolves




Ficha técnica


Título original:
Big bad wolves
Año:
2013
Nacionalidad:
Israel
Duración:
110 min.
Género:
Drama, Suspense
Director:
Aharon Keshales y Navot Papushado
Guión:
Aharon Keshales y Navot Papushado
Reparto:
Lior Ashkenazi, Tzachi Grad, Rotem Keinan y Dov Glickman


Sinopsis


Una serie de brutales asesinatos ponen en rumbo de colisión la vida de tres hombres; el padre de la última víctima sediento de venganza, un detective justiciero y el principal sospechoso de los homicidios.



Crítica


Muchas voces han señalado (y proclamado a los cuatro vientos de manera un tanto arriesgada, que no exagerada) Big bad wolves como una de las más destacables películas del año sin pararse a pensar las enormes repercusiones preconceptivas que ello genera, pues aun tratándose de la flamante ganadora de múltiples galardones en diversos festivales (entre ellos el Premio a la Mejor Película en la Sección Oficial del Fantasia International Film Festival 2013) dicha afirmación tiende, generalmente, a malcriar al espectador aumentándole esas odiosas expectativas que ya de por sí pudiera fabricarse sin tan siquiera percatarse (puede que esto sea lo más denunciable, pues una intención lucrativa estaría al menos justificada), culminando casi siempre en una incitación a recriminaciones al haber gustos y decepciones de toda clase; uno de los inconscientes osados ha sido ni más ni menos que Quentin Tarantino, quien no dudó en señalarla como la mejor de la temporada, afirmación que no inspiraba demasiada confianza al provenir de alguien que añadió un undécimo lugar a su lista de las mejores producciones de dos mil doce para incluir Los tres mosqueteros aunque, a pesar de que el éxito del largometraje no siempre estará garantizado al ser evidente que lo que propone no dista demasiado de todas aquellas propuestas sobre venganzas y pedofilia vistas en ocasiones anteriores (7 days, Asesinato en 8 mm y Snowtown, por citar algunas), pero la manera en la que la dupla direccional responsable de la notable Rabies tres años atrás se desenvuelve tras las cámaras con una historia que recuerda la insolvencia de las leyes sociales.


Es inevitable no tener dudas y sentirse desubicado cuando las esperanzas que se arrastran a la hora de ver una cinta miden lo mismo que un rascacielos, no resultando propicio negar que hay varios momentos en lo que se mira a la pantalla con mediana decepción al no encontrar originalidad alguna, pero todo aquel que sepa interpretar como es debido la donosura del juego con celeridad pasada la primera media hora de pertinente historia comprobará cómo la oportunidad de recostarse sonriente en su asiento al tiempo que el descubierto giro copernicano se instaura en su hasta entonces errática percepción lo colma hasta límites creídos inalcanzables; ésa es la principal razón por la cual la producción encandila y a la vez se antoja prematuramente tediosa, y es que la excelencia que alcanzan Aharon Keshales y Navot Papushado en su obra espera con demasiada latencia al respetable bajo un ritmo algo vago (el adjetivo no debe confundirse con el de lento al no significar en absoluto lo mismo) que precisa prácticamente la mitad de su duración para facilitar captar cuál es la trama que está siguiendo, y es entonces cuando uno empieza a ser consciente de la volátil bomba de relojería que encuentra deslizándose entre las palmas de las manos, pudiéndose sucintar esto con el hecho de que el filme se mueva sigilosamente (quizá demasiado, pues de la parsimonia depende la parcialidad de todo su acogida positiva siendo su contrapunto crucial) aun incidiendo cruelmente (en la vertiente más positiva del término) sobre la sensibilidad cuando se suceden los compases menos puritanos y más reseñables sin escatimar lo más mínimo en derramamiento de sangre.


Para la ocasión, resulta conveniente no realizar un resumen clásico sino atípico, repleto de explicativa poética y, así, se podría decir que el largometraje es el tremendamente perturbador híbrido resultante de dos de los cuentos infantiles más populares, “Hansel y Gretel” y “Caperucita roja”, el primero por el modo de proceder del temible antagonista (se resume en empatizar con los niños a base de gominolas para que acepten gustosamente la ingesta de una porción de pastel cuyo ingrediente secreto es una generosa cantidad de somníferos gracias a los cuales podrá raptarlos sin oposición alguna para profanar todos sus orificios sin obviar ninguno y, una vez recuperen la conciencia para disfrutar al máximo con el terrible sufrimiento que les tiene deparado, romperles los dedos, arrancarles las uñas y decapitarlos, enterrando la cabeza en un lugar que solamente él conoce a modo de trofeo) y el segundo en la comparecencia de personajes al haber tantas jóvenes de capa roja como críos y no uno sino tres lobos, no apareciendo en escena el leñador para salvar a las sufridoras víctimas; la combinación de todos estos elementos, propios de una fábula sumamente horripilante, funciona inmaculadamente conformando un producto profundamente reflexivo no a partir de un aborrecible guión presuntuosamente filosófico sino merced a una sátira de diálogos perfectamente entrecruzados con la dosis exacta de brutalidad (cuando parece que lo ideal va tornarse excesivo un recurso suavizador, mayormente burlesco, acontece) yendo de la mano la tensión y la violencia para atrapar irremediablemente a cualquier espectador.


La parte (cuasi nimia) negativa de la película que se comentaba en el segundo párrafo es la única que puede observarse, pues no hay más contrapuntos, el resto de apartados en ella se antoja absolutamente perfecto (sensacional reparto, sólido guión, hipnótica fotografía, apoteósica banda sonora..., especialmente ésta última al contribuir enormemente en el impacto recreado entre un exquisito humor más negro que el carbón), no falla nada, todo está donde debe estar e introducido en el instante justo para lograr su cometido, siendo por un lado dulce, jocosa y adictiva buscando sacar macabras explosiones gustativas que siempre culminan en una amplia y satisfecha sonrisa y por otro desgarradora, malvada y mordaz, y es que lo es todo, una comedia, un thriller vengativo, un drama parental y, en esencia, una brillante cinta de dificultosa superación; la propuesta sigue (ya sea por culpa de o gracias a su fiel estética) la estela del ya citado Quentin Tarantino leve y redundantemente al presentar la historia satírica, intrépida e inteligentemente, no pudiéndose ni mucho menos designarla con el eufemismo de feliz pero, al igual que ocurre con el cine del prestigioso autor de origen estadounidense, los responsables consiguen provocar carcajadas no mediante un humor convencional o paródico sino a través de uno macabro, de aquel que encuentra chistosa la tragedia del prójimo porque detesta a sus propios personajes, ridiculizándolos sin olvidarse de que se trata de un trabajo englobado dentro del género de terror.


El ardid de toda la intríngulis que sin prisa pero sin detenimiento va desglosándose a lo largo del metraje no es otro que el de hacer reflexionar acerca de las respetadas (no por comprenderse sino por imponerse) normas sociales cuando en el fondo cualquiera puede ser (y de hecho es habitualmente sin percatarse) afectado por éstas, pues la magia perceptible de la falsa y deseada libertad al sino de la sociedad se plasma a la perfección con correlaciones del surcoreano Bong Joon-ho y algunos de sus más majestuosos filmes como Memories of a murder y Mother, asemejándose el presente por el sentido lánguido y satírico pero a su vez mordaz y trágico en el que se sustenta; se trata de una gran obra maestra insidiosamente jocosa que hará las delicias de los amantes del cine oscuro y también la peor pesadilla visual de cualquier padre al contarse la misma trama de siempre de un modo sorprendente, divirtiendo e indignando a partes iguales mientras se torna progresivamente adictiva, transcurriendo los algo más de cien minutos que abarca cual fugaz pestañeo a excepción del más pausado inicio, lo cual que también la convierte en una cinta absorbente y embriagadora, un visionado obligatorio que no merece sino alabanzas y absolutamente todos y cada uno de los premios que ha obtenido hasta la fecha y los que les depare el futuro (de buen seguro muchos) porque Big bad wolves es, por todo lo expuesto y en resumen, la excelencia hecha película.



Daniel Espinosa








Borgman
(Alex van Warmerdam, 2013)


Borgman




Ficha técnica


Título original:
Borgman
Año:
2013
Nacionalidad:
Bélgica
Duración:
113 min.
Género:
Comedia, Drama
Director:
Alex van Warmerdam
Guión:
Alex van Warmerdam
Reparto:
Jan Bijvoet, Hadewych Minis, Annet Malherbe, Jeroen Perceval, Tom Dewispelaere, Eva Wijdeven, Sara Hjort y Alex Warmerdam


Sinopsis


Camiel Borgman surge en las calles tranquilas de una periferia acomodada para golpear en casa de una asentada familia burguesa...



Crítica


Ver una película sin prestar atención a los diálogos, insonorizándolos o eliminando los subtítulos si los actores hablan en un idioma que uno no entiende puede resultar interesante, pero cuando se trata de una cinta como la que propone Alex Warmerdam evidentemente el experimento es inútil y exasperante aun habiendo ciertos casos donde la imagen domina claramente sobre unos diálogos secundarios y prescindibles o incluso en casos más comunes donde estos aportan información el ignorarlos fuerza a desentrañar el sentido de una historia no solo a partir de la imagen sino de los gestos de los personajes y del contexto en que se mueven en cada momento, sirviendo únicamente para comprobar hasta qué punto el filme es capaz de contarse visualmente, un trabajo con todo más propio de un deber académico al que nadie querría verse sometido en circunstancias normales siendo no obstante consciente de que su posible utilidad ayuda a encarar algún caso que se presente inicialmente contra la voluntad propia (las circunstancias pueden ser tan diversas como los gustos); aunque la deducción a la que se hacía mención anteriormente no es muy difícil porque sobre todo en sus primeras secuencias el metraje apuesta por una clara prevalencia del cuadro sobre el sonido aunque éste contribuye al calado surrealista y en parte filosófico de una cinta que cuenta entre sus principales méritos su combinación de ambigüedad y explicitud, lo cual se pone de manifiesto sobre todo en algunas secuencias intrigantes e inevitablemente hilarantes como el plan trazado por el protagonista junto con sus compinches para asesinar al jardinero para que tome su lugar tras afeitarse, subtrama que está al servicio de la progresiva demonización que pretende ejercer este grupo marginado sobre la aventajada pareja, sus niños y su niñera, pero tal objetivo solo se desvela al final, siendo lo afortunado de esta secuencia que se basa en gran parte en el gag visual, sucediéndose acciones extravagantes y chocantes que mantienen al espectador en vilo y que en último lugar lo satisfacen por la conexión que se establece entre todas ellas, un plan tan brillante como inverosímil que funciona siendo consciente del sustrato fantástico de la cinta, sino se antojará paradójica.


Todo en la película sucede sin prisa, pero lo bueno es que no dejan de suceder cosas, pues el protagonista del filme es como una hormiga que no para de trabajar, siempre moviéndose, siempre maquinando, su frialdad a la hora de actuar deja perplejo al público y su sentido del humor es simplemente genial, ayudando a que la propuesta sea inquietante como mínimo, algo a lo cual contribuye enormemente el (también lo firma el mismo director), cuidado hasta el mínimo detalle y avanzando de forma firme hacia un final que aunque no es inesperado debido a que el filme respeta una constancia lineal sin acontecer ningún giro importante sí tiene un cierre más que digno; en una entrevista realizada en el pasado Festival de Cannes 2013 el autor aseguró que con la edad se está volviendo malvado, parecer vil que ha inyectado a sus personajes dotándoles de una pócima perversa que corroe por dentro a sus criaturas y las mantiene por fuerza con un cierto aire de normalidad, y es que la inquietud deja paso al sarcasmo retorciéndose sobre sí mismo cual parábola de corto recorrido para dotar al mensaje, genérico y desenfocado, de cierta genuinidad que lo aleje de un prescindible homenaje autocrítico resultado de mezclar sus experiencias amorosas, lo cual se logra a base de ingeniosas maniobras narrativas basadas en la manipulación más hábil y efectivista que uno pueda imaginar, la del encandilamiento paulatino demostrativo de la unión de dos refranes, las apariencias engañan  y la primera impresión es la que debe prevalecer.

Tres cazadores (entre los que se encuentra un cura, un herrero y otro hombre sin profesión conocida) rastrean el subsuelo de un bosque en el que habitan varios mendigos con el propósito de expulsarlos de su hábitat subterráneo (las motivaciones no se dan), siendo uno de los afectado un tal Camiel Borgman (Jan Bijvoet, realmente brillante en su complicado cometido e incluso majestuoso en los compases en los que debe pasar desapercibido por exigencias del guión), un asesino buscavidas que consigue huir dejando atrás sus pertenencias hasta conseguir entrar (tras varios intentos fallidos) en un chalet inmaculado gracias a la pena que provoca su situación en la dama de la casa pretendiendo introducirse en la misma con artimañas argumentales y morales (éstas enseguida recuerdan a las de Funny Games, siendo así la impresionante y pictórica secuencia introductoria que muestra sin explicaciones de por medio la esencia de la producción en su conjunto); a partir de entonces la narrativa gira en torno a la estancia de este extraño en el hogar de una familia de clase alta perturbando su hasta entonces apacible y próspera cotidianeidad con una trama similar a la que se ha usado en otras películas aparte de la de Michael Haneke, sin embargo, la operatividad del invasor quedará grabada en la mente de tal forma que la historia tendrá asimismo desde un principio la connotación de una lucha de clases e incluso de la revolución de la clase baja, representada ésta última por hombres y mujeres demoníacos liderados por el enigmático, misterioso y seductor ser que más adelante altera su apariencia haraposa por una mucho más elegante poniéndose al frente de otros cuatro para hacerse con el hogar burgués (aunque pueda parecer que haber mencionado esto último es sinónimo de destripar por completo el desenlace no lo es en absoluto, de veras), de forma sutil pero dejando marca, sin pausa pero sin prisa, hasta tener el control absoluto de lo que al principio era un clan de diseño y no acaba siendo más que un grupo de marionetas en manos del recién llegado inquilino como el que más aun residiendo en la pequeña cabaña de verano adjunta.


La película finalmente es tan satisfactoria como prometía ser durante la mayor parte de su metraje (funciona espléndidamente los cuarenta primeros minutos y en la segunda mitad flaquean determinados compases) al mantener una fuerza espeluznante y descentrada tal que un mero thriller doméstico se antoja astuto, traicionero y a ratos hilarante, una especie de fábula maliciosa con notables dosis de malicia (aunque en muchas ocasiones no se sepa con certeza con qué función e intención se ha introducido), un cuento para adultos donde los malos enamoran y los buenos desencantan, una pieza delicada y sugerente con un precioso corte y confección, una película (muy) dura albergadora de un buen número de imágenes que costarán de olvidar durante mucho tiempo y por las que la misma se convierte en una pieza de culto instantánea al mostrar explícitamente más bien poco (no obstante lo que se plasma se hace con suma violencia) e insinuar en desmesura, puede que incluso más de lo debido al no resolverse lo sugerido en su totalidad; también ayuda a crear la sensación de plenitud el conjunto de escenarios con mobiliario de diño escandinavo y una trama que, estando muy bien entrelazada que pone el foco en los límites de la perversión humana, despertando un irracional pavor que más que verse en la pantalla, aparece en la mente del espectador, un terror psicológico que plasma a la perfección el mundo paralelo en el que vivían las tres hermanas protagonistas de aquella obra maestra titulada Canino, cinta que guarda enormes similitudes con la presente a pesar del gigantesco espacio que se para a una de la otra y la diferencia de resolución final entre la una y la otra, ya que mientras que aquella optaba por la incisión más extrema y ésta hace lo propio dejando al respetable un tanto frío al no respetar en demasía la tónica habitual de modo de operar del todopoderoso personaje principal, algo que al mismo tiempo dota de más misticismo e ideologismo a una propuesta repleta de mensajes (la comparativa entre el hombre y la naturaleza que se da a partir de cimentar la cabeza de un difunto para lanzarlo al agua y observar así la similitud entre éste y una alga marina es sublime a la par que inquietantemente graciosa).


Sin embargo, no todas las escenas aportan algo significativo de cara a su indudable mensaje ni todos sus elementos contribuyen a la pretendida dosis de turbación e hipnotismo (la escasa música, por ejemplo, podría haber acentuado dicha sensación pero en vez de ello pasa desapercibida, por lo que casi habría sido mejor prescindir también de ella), fruto de un considerable descenso de ritmo a partir del ecuador aun manteniendo, por el contrario, una coherencia meritoria de estilo elegante con una cámara siempre sostenida por algún soporte y apoyada por una fotografía nítida y colorida (no se utiliza pues el recurso inmaduro de la narrativa agitada y las capturas sombrías para transmitir desasosiego, sino que el mismo resulta precisamente de la reversión y la perversión que se ejercen sobre un decorado familiar y acogedor); técnicamente y conceptualmente Borgman es por todo lo expuesto un trabajo conseguido, aunque dramáticamente tenga sus altos y sus bajos, desde la exterminación fallida a cargo de unos prohombres igual de inmorales que los desgraciados que pretenden eliminar hasta la inexorable victoria que estos últimos alcanzan sobre unos miembros menos preparados de la sociedad contagiándoles de su malicia y arrastrándoles de vuelta a su hábitat inicial, un cuidado esfuerzo el de este cineasta holandés que deja cierto poso pese a su irregularidad y donde al fin y al cabo las palabras y subsiguientes elucidaciones están de más pero glorifican más si cabe un producto más que decente aun sin llegar a poder catalogarse de notable al no ser fácil etiquetarla en un género específico a pesar de satisfacer al contener sorpresas varias a través de una narrativa algo densa pero plagada de un exquisito humor negro que hace olvidar sus defectos.



Daniel Espinosa








Coherence
(James Ward, 2013)








Ficha técnica


Título original:
Coherence
Año:
2013
Nacionalidad:
EEUU
Duración:
87 min.
Género:
Ciencia ficci
ón, Suspense
Director:
James Ward
Guión:
Alex Manugian y James Ward
Reparto:
Emily Baldoni, Maury Sterling, Nicholas Brendon, Elizabeth Gracen, Alex Manugian, Lauren Maher, Hugo Strong y Lorene Scafaria


Sinopsis


El paso de un cometa hizo que los habitantes de un pueblo finlandés quedaran completamente desorientados; décadas más tarde, un grupo de amigos recuerda el caso mientras se preparan para ver pasar otro...



Valoración


Lo mejor
: la alusión, y escenificación, a la paradoja del gato de Schrodinger que versa sobre un ejemplar felino encerrado en una caja con el cincuenta por ciento de posibilidades de sobrevivir al inhalar un veneno mortal, un experimento mental en el que la postura de físicos tradicionales y cuánticos difiere al asegurar los primeros que estará vivo o muerto y sostener los segundos que ambas alternativas coexisten simultáneamente ya que solamente convergerán en un único evento cuando se abra el recipiente en cuestión; el notable debut, casi teatral, de James Ward, cuya experiencia, en este caso, se limita a una ínfima aportación como codirector de una serie de televisión sin repercusión alguna en el territorio patrio, Special unit 2, valiéndose de una sala de estar como único escenario para escalofriar y un grupo de intérpretes para hacer sentir al espectador que es el noveno comensal de la velada, una reunión en la que costumbristas teorías sirven de primer plato, rocambolescos contrasentidos de segundo y dogmáticas confrontaciones de postre y, por si alguien considerara poca laboriosidad todo ello, un omnipresente y a la vez invisible anfitri
ón, el universo o, en su defecto, cuantos existan, sazona cada plato para que la repetición de la cena, es decir, del visionado del filme, resulte prácticamente irresistible para degustarlo en todo su esplendor, ampliando y afinando cada vez un poco más sus numerosos matices; la planeada improvisación desprendida por un grupo de amigos cuyo reencuentro, plagado de conversaciones acerca de existenciales privaciones y místicas temáticas, entre insólitos hechos, recrea la actual dependencia tecnológica del ser humano al tiempo que evidencia en ansia de pertenencia de la inmensa mayoría de personas, dispuestas a encontrar su lugar en el mundo por más sacrificio que ello suponga, incluso si el detonante es una misteriosa caja hurtada de un domicilio próximo al propio albergadora de fotografías numeradas y una pala de ping-pong, una excusa como cualquier otra para decidirse a afrontar las problemáticas integradas en la conciencia de cada cual.

Lo peor
: la insolente claustrofobia que la cámara ocasiona al aproximarse en demasía a la acción, recurriéndose a planos, más que cercanos, prácticamente subjetivos, sumergiendo desconsideradamente en una trama narrada de tal forma que el efecto es similar al de las producciones filmadas cámara en mano; la cantidad de cortes para cambiar de una secuencia a otra, tan exagerada como la simplista obviedad de la resolución, y más teniendo en cuenta todas las posibilidades dibujadas hasta la misma con una paranoica divergencia fruto de una alucinación masiva o una conciencia superior, siendo la lectura de la respuesta correcta muy sencilla el término del metraje; la información proporcionada, tan abundante que el hecho de que uno se colapse en un momento dado o varios, en especial si la cinta se disfruta como debe ser, en versión original subtitulada, sería lo más normal, ofreciendo si se dedica cierto tiempo a un exhaustivo análisis mucho menos de lo que se trata de abarcar, sin duda comprensible al ser una quimérica
misión, primando la concisión sobre la complejidad con colúricos detalles al estilo hermanos Wachowski en su franquicia Matrix.

Daniel Espinosa


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