Grave encounters
(Colin Minihan y Stuart Ortiz, 2011)
Ficha técnica
Título original: Grave encounters
Año: 2011
Nacionalidad: Canadá
Duración: 92 min.
Género: Suspense, Terror
Director: Colin Minihan y Stuart Ortiz
Guión:Colin Minihan y Stuart Ortiz
Reparto: Mackenzie Gray, Juan Riedinger, Merwin Mondesir, Shawn McDonald, Sean Rogerson, Michele Cummins y Ashleigh Gryzko
Sinopsis
Lance Preston y el equipo de un show televisivo de cazadores de fantasmas llamado Grave Encounters están grabando un episodio dentro del abandonado hospital psiquiátrico Collingwood, donde durante años se han informado de fenómenos inexplicables; cualquier cosa en nombre de la televisión vale, así que se encierran durante una noche dentro del lugar, pero no tardarán en darse cuenta de que el edificio está más que maldito, está vivo, y no tiene la menor intención de dejarles salir de allí.
Crítica
Los canadienses The vicious brothers(inteligente y sugerente pseudónimo con el que han querido darse a conocer los directores) firman su carta de presentación dirigiendo Grave encounters, un filme paranormal que de buen seguro les servirá para hacerse un hueco en el difícil terreno del terror dentro del extenso y ramificado séptimo arte, ya que la cinta es el debut soñado por cualquier director merced a una serie de características que detallaré a continuación; es de admitir que siempre suscitan especial predilección las películas que optan por transmitir el terror que sufren los protagonistas en primera persona (subgénero iniciado por Holocausto canibal, modernizado por El proyecto de la bruja de Blair y convertido en fenómeno de masas a raíz de Paranormal activity), pero únicamente se alaban aquellas que consiguen su propósito sin necesidad de recurrir a tópicos y centran sus esfuerzos en intentar lograr ese ansiado (y sumamente difícil) fin de una forma atrevida y directa y es por ello que en esta ocasión la sensación provocada esla de haber visionado un producto original y refrescante (algo que no obstante considero muy subjetivo), no tanto por la forma de acontecer la historia sino por la manera de exponer los sucesos y el enorme gancho que tiene la premisa de la que parte, un psiquiátrico encantado en el que un grupo de televisivos reporteros decide experimentar dichos fenómenos paranormales encerrándose en el edificio durante un tercio de día (bueno, para ser correctos, de noche).
Grave encounters hace referencia al nombre de un programa de televisión creado por el productor de vídeos californiano Jerry Hartfeld (Ben Wilkinson), que se podría traducir como “Encuentros de Ultratumba”, en el que unos intrépidos reporteros se dedican a frecuentar lugares malditos, sitios en los que las experiencias paranormales son habituales según testimonios de los residentes en ellos; el grupo, formado por Lance Preston (quien lleva a cabo las entrevistas y narraciones que sus documentales comprenden; un increíble Sean Rogerson, que sólo flojea en los momentos de mayor emotividad), Sasha Parker (una especialista en ocultismo; Ashleigh Gryzko), Matt White (el técnico de sonido; Juan Riedinger), T.C.Gibson (el camarógrafo; Herwin Mondesir) y Housten Grey (un privilegiado con capacidad para percibir presencias extrañas; Mackenzie Gray), se dispone a filmar el sexto capítulo de la serie, titulado “El asilo embrujado”, en el que pretenden visitar el antiguo y abandonado Centro Psiquiátrico Collingwood, hogar de más de 80.000 personas enfermas y perturbadas mentalmente años atrás (de ello pone al corriente Morgan Turner, un experimentado historiador local interpretado por Shawn McDonald).
El centro es fuente de multitud de historias (algunas de ellas totalmente ficticias, como se pone de manifiesto con la entrevista que concede al grupo Javier Ortega, el jardinero sobornado del lugar interpretado por Luis Javier), especialmente por un supuesto experimento mental realizado por el emblemático doctor Arthur Freidkin (Arthur Corber), profesional del sector cuya idea desembocó en varias muertes, incluyendo la suya; Kenny Sandavol (el actual responsable del mantenimiento del edificio; Bob Rathie) les abre las puertas para que permanezcan encerrados ocho horas dentro, elaborando el reportaje en la más absoluta oscuridad y grabando todo lo que acontezca con tres cámaras de visión nocturna y otras tantas colocadas en puntos estratégicos, en los que la actividad paranormal suele tener lugar; no obstante, la cosa se tuerce cuando, llegado el momento pactado de apertura de la puerta Kenny no aparece y, lo que es peor, al forzar dicha puerta sorprendentemente se encuentran con otro pasillo del psiquiátrico.
Sumidos en un laberinto de pasillos interminables y aterrorizados por los fantasmas de antiguos pacientes, no tardarán en cuestionarse su propia cordura, descubriendo la verdad que esconde el oscuro hospital, siendo su única esperanza utilizar el equipamiento que portan, un medidor EMF (para captar campos electromagnéticos), un sensor de temperatura (para identificar la presencia de figuras espectrales), una grabadora (para registrar posibles psicofonías) y un sensor Geiger (para detectar la radioactividad que desprenden los espíritus), aunque ni tan siquiera tales aparatos les brindarán la seguridad de sobrevivir; las más de ochentas horas de grabación nos mostrarán las innumerables vivencias del grupo (supuestamente un mockumentary verídico, es decir, imágenes encontradas), así como el fatídico final que sufrieron; los gigantescos brazos negros como el carbón que invaden la pantalla (y que sirven de antesala para el frenético final) son sólo un ejemplo de la poca cordura que el metraje presenta, aunque esto sólo se refiere a la excéntrica puesta en escena que luce la cinta, ya que argumentalmente ocurre todo lo contrario, puesto que todo tiene un motivo medianamente racional para suceder de la manera que lo hace, y es que la crudeza de algunas imágenes puede llegar a revolver el estómago (en especial la secuencia que capta cómo Lance se alimenta en los túneles de un curioso, y común en esos lares, alimento), pero lo cierto es que la sutileza en la que es plasmada resulta fácilmente elogiable y difícilmente olvidable, aunque si algo verdaderamente abunda en la película son las explicaciones en torno al mundo de lo paranormal, como la referida a la diferenciación entre un espíritu residual (una especia de eco del pasado que cambia de lugar temporal constantemente) y un espíritu inteligente (aquel que tiene la intención de interactuar con la gente con sus respectivos propósitos).
La historia (o mejor dicho, historias) que envuelve al antiguo psiquiátrico es fascinante, y los momentos de tensión están perfectamente plasmados en secuencias tan creíbles como aterradoras, alternando planos en primera persona con otros fijos, una técnica que consigue combinar de forma excelente sensaciones de pánico con otras de una inquietud extrema; no obstante, y a pesar de todo lo bueno que la película ofrece, hay que admitir que, en el ecuador de la misma, ya podemos intuir (y no nos equivocaremos) cuál será el desenlace (quizá demasiado obvio), pero hasta llegar a ese punto (e incluso después, gracias a la apasionante sucesión de acontecimientos) Grave encounters atrapa al espectador irremediablemente y, lo que es más importante, expone desde el inicio de la trama todo el arsenal del cual irá haciendo gala hasta llegar al desenlace (algo que cintas de semejante índole no suelen hacer, y no hacen más que distraer y marear sin necesidad ni lógica); en definitiva, nos encontramos ante una propuesta irracional a la par que elocuente, tan excéntrica como elegante, una combinación de elementos e ideas que se entremezclan de forma extraordinaria y que dejan con ganas de (mucho) más, hecho que implicará el éxito de los singulares y prometedores debutantes conocidos como The vicious brothers.
Daniel Espinosa
Livid
(Alexandre Bustillo y Julien Maury, 2011)
Ficha técnica
Título original: Livid
Año: 2011
Nacionalidad: Francia
Duración: 88 min.
Género: Suspense, Terror
Director: Alexandre Bustillo y Julien Maury
Guión: Alexandre Bustillo y Julien Maury
Reparto: Marie Pietragalla, Béatrice Dalle, Jérémy Kapone y Félix Moati
Sinopsis
Una joven es contratada para cuidar a una señora que permanece en coma en su antigua y enorme mansión; la chica descubrirá que en el interior de la casa hay un tesoro y llama a dos amigos para tratar de encontrarlo, sin embargo, durante la noche, una serie de sucesos convertirán sus deshinibidas vidas en una auténtica pesadilla...
Crítica
Es difícil definir lo que supone el regreso de la dupla formada por Alexandre Bustillo y Julien Maury para los amantes del cine de terror y gore tras su último e inolvidable trabajo, hace cinco años, Inside (más comúnmente conocida como À l’intérieur, pero lo que sí parece claro es que la decepción se ha apoderado de la sala al visionar una cinta de la que todo el mundo esperaba mucho más; no obstante, la sobrecogedora atmósfera y la fantástica tensión de las que hace gala el filme hacen de él un producto muy aconsejable aunque, como se indicaba anteriormente, deja mucho que desear atendiendo al enorme interés suscitado.
Lucie (una espléndida Marie Pietragalla) es una joven huérfana (su madre es interpretada por Béatrice Dalle, la inconfundible villana de la ya mencionada ópera prima de los directores Inside) que actualmente trabaja como cuidadora, guiada por su mentora (Catherine Jacob), que resultará ser una maníaca asesina (apenas presenciamos escenas de éste hecho pero resulta evidente); la toca visitar la casa de la señora Jessel, una anciana que años atrás se dedicaba a dar clases de danza en su enorme mansión y que en la actualidad yace en coma cerebral postrada en la cama; al descubrir que ésta quizá esconde un tesoro en algún rincón de la casa, Lucie y sus amigos, Ben (Félix Moati) y Wilson (Jérémy Kapone) deciden adentrarse en el caserón bien entrada la noche con el objetivo de encontrarlo; no tardarán en comprobar que los recovecos de la mansión están plagados de sorpresas no precisamente agradables, todos ellos custodiados por una serie de espíritus (o funestas personas) que tratarán de impedirles que logren el ansiado hallazgo.
La dupla de directores vuelve a realizar un trabajo digno del mejor cine de terror, una de esas obras que resulta imperdible, pero bien es cierto que la historia no está a la altura de las circunstancias, y aunque visual y sonoramente presenta una calidad inmejorable, la enrevesada trama (muy bien estructurada en un principio pero poco cohesionada en su conclusión) hace que cueste sumergirse en una película que pretende ser algo más (y no lo logra) que puro entretenimiento; si uno consigue adaptarse a la compleja idea que sirve de telón de fondo, bella y siniestra como pocas, puede disfrutar de una cinta extremadamente fantástica, teñida en rojo (sangre) y negro repleta de imágenes que retumbarán en la cabeza durante mucho tiempo (especialmente el final, potente y bestial como en Alexandre Bustillo y Julien Maury es habitualmente normal).
Es una lástima que el nivel que al inicio presenta la trama se diluya en una historia forzada y simple en su conjunto, basada en la intriga más incoherente, ya que aunque al final se vuelva a retomar ese buen camino que al comienzo presentaba, el resto parece un tanto comercial y en absoluto propia de dos de los grandes directores del cine gore contemporáneo (puesto que aunque cataloguen sus películas dentro del género de terror realmente es éste otro género el más adecuado para catalogar cada uno de sus personales trabajos, la mayoría geniales).
En Livid,los responsables apuestan firmemente por una claustrofóbica y sensitiva historia, sacrificando de este modo en gran medida la tan precisa lógica y elocuencia que debiera contener (y con ello quiero decir que la película no presente suficientes alicientes como para destacar entre el resto de cintas similares, sino que en sí misma no resulta ni mucho menos lo interesante, potente y notable que se esperaba).
Daniel Espinosa
The moth diaries
(Mary Harron, 2010)
Ficha técnica
Título original: The moth diaries
Año: 2010
País: EEUU
Duración: 107 min.
Género: Suspense, Terror
Director: Mary Harron
Guión: Rachel Klein
Reparto: Lily Cole, Scott Speedman, Sarah Bolger y Sarah Gadon
Sinopsis
Una chica de dieciséis años que vive en un internado escribe diariamente sus pensamientos más íntimos en un diario; su nueva compañera de habitación traerá tras de sí una serie de sangrientos acontecimientos...
Crítica
Tras dirigir la soberbia American Psycho allá por el año 2000 (adaptación de la brutal novela de Bret Easton Ellis, basada en refutados hechos reales), Mary Harron regresa a la gran pantalla con una película que luce tintes ochenteros, volviendo a poner de manifiesto la buena conjugación que forman las universidades y el género fantástico, resultando un producto que no decepciona en cuanto a diversión y entretenimiento pero sí en cuanto a productividad genuina (que realmente es lo que debe aportar un filme de tales características, ya que el público ansía realmente visionar una producción digna pero más que eso).
Que el centro de estudio puede ser un lugar aterrador de todos es sabido (una buena muestra fue la peculiar argumentalmente y magnífica visualmente invasión ocurrida en The Faculty, obra del maestro Robert Rodríguez), pero si a esto le sumamos la presencia de vampiros (de los que asustan, manipulan y controlan a sus víctimas, no de la clase de chupasangres que encontraríamos en la saga de la exitosa adaptación Crepúsculo) la cosa se pone seria de veras; pues bien, Rebecca (Sarah Bolger, que realiza una correcta interpretación, sin más) se encuentra en tal percal, y es que tras la llegada de Ernessa (Lily Cole, una actriz de peculiar rostro y enormes dotes interpretativas) a la universidad su casi sanguínea hasta la fecha amistad con Lucie (Sarah Gadon) se ha visto truncada hasta pasar a convertirse en dos extrañas.
Cuando Rebecca comience a indagar en los vicios y costumbres de Ernessa (con la inestimable ayuda de su profesor Mr.Davies, el conocido director Scott Speedman, autor de la irregular franquicia Underwold) descubrirá que comparten muchos aspectos pasados (el más representativo que ambas perdieron a sus respectivos padres al suicidarse), debiendo actuar con firmeza y rapidez si no quiere perder a su amiga para siempre e incluso su últimamente agetreada propia vida.
The moth diaries (Diarios vampíricossería la oportuna traducción, una declaración de intenciones en toda regla), adaptación de la exitosa novela homónima de Rachel Klein, presenta un tratamiento sutil y ambiguo que pone el acento en el vampirismo como metáfora de los traumas más propiamente adolescentes (siguiendo a rajatabla los tres elementos esenciales de una película vampírica, sexo, sangre y muerte), aunque lo hace de una forma demasiado superficial y descafeinada (a pesar de escenas como la que acontece en la biblioteca, en la que Ernessa se degolla atrozmente delante de Rebecca produciendo un río de sangre, sin duda la secuencia más bizarra y poderosa del metraje).
A partir de una intrigante atmósfera psicológicamente impactante, la directora nos sumerge en un laberinto de asesinatos (o simples muertes) e incertidumbres, que se van volviendo más intenso a medida que avanza la trama, desembocando en un desenlace que deja abiertas las dos posibilidades que la película baraja desde el comienzo, que Ernessa sea una vampira sedienta de sangre o que en realidad todo haya sido fruto de la perturbada mente de Rebecca; la decisión de optar por una opción u otra dependerá del espectador (algo no muy positivo, ya que es sinónimo de la poca convicción con la que transcurre la trama), pero hasta entonces disfrutaremos de una decente historia de intriga, que a pesar de no alejarse lo más mínimo de los cánones comúnmente dictaminados, sí presenta una bella fotografía y un montaje destacables, propios de la gran directora de la que proviene la considerablemente mejorable película.