Título original: Emergo Año: 2011 Nacionalidad: España Duración: 78 min. Género:Suspense, Terror Director: Carles Torrens Guión: Rodrigo Cortés Reparto: Kai Lennox, Rick González, Francesc Garrido, Fiona Glascott, Michael O’Keefe, Gia Mantegna, Fermí Reixach y Marcel Barrena
Sinopsis
Un grupo multidisciplinar de investigación paranormal acude a un apartamento donde se están produciendo todo tipo de fenómenos extraños, llamadas telefónicas sin respuesta, objetos que se desplazan sin aparente explicación, sonidos de origen desconocido, lámparas que estallan por sí solas...; se disponen a investigar los hechos de forma científica, empleando los medios técnicos más avanzados a su alcance, pero poco a poco las misteriosas manifestaciones se presentarán violentas y dificultarán hasta límites insospechados su trabajo.
Crítica
La ópera prima del (muy) joven director catalán Carles Torrens encuentra el sentido de su título en la frase hecha (en la actualidad poco popular) “lyctor et emergo” (que vendría a significar “luchar y seguir victorioso”), y vaya si el director lo logra con esta su primeriza obra; el duro trabajo de varios meses de rodaje (al que hay que sumar el tiempo dedicado al posterior montaje) se pone de manifiesto en la estética y puesta en escena del filme, por el que ha apostado Rodrigo Cortés elaborando el guión (señalo este dato porque me parece sintomático de la calidad que posee la producción, amén de la irreprochable inteligencia con la que el director convertido en escritor para la ocasión desvela los acontecimientos que en la cinta van sucediéndose) de una manera muy personal e íntima, con matices que solamente él podría abordar.
Cierto es que la premisa (una aproximación a las casas encantadas) y los temas abordados durante la trama no se pueden considerar precisamente originales (de hecho son sospechosamente semejantes a los plasmados en las tres entregas de Paranormal Activity, compartiendo mismo final, e incluso la más reciente El último exorcismo, la cual cosechó críticas dispares merced a su desarrollo al más puro estilo El proyecto de la Bruja de Blair), y todavía menos la forma escogida para narrar los hechos (cámara en mano y con vertiginosas tomas), pero el producto presenta ciertas características que lo hacen genuino y particular, tales como los sofisticados sistemas de detección de entes paranormales (grabadoras que recogen psicofonías, detectores de movimiento, aparatos altamente tecnológicos que con una amplia disponibilidad de recursos dibujan la silueta fantasmagórica...) o la tenebrosa e inquietante verdad que se esconde tras la historia.
Un desconocido pero magnífico Kai Lennox protagoniza el filme, interpretando a un padre de dos hijos que vive sucesos paranormales desde hace varios días; decide acudir a un curioso y aparentemente desaconsejable por su estética grupo de búsqueda paranormal (encabezado por un intermitente Rick González) para que estudie las manifestaciones de una forma profesional, el tema se complicará hasta tal grado que el trabajo precisará de las más sofisticadas dotes, recurriendo incluso a un espiritista (el inquietante como la cinta misma Francesc Garrido) para contactar con el espíritu errante que permanece en el hogar y hallar el motivo por el cual está manifestándose de forma tan violenta y poniendo en serio peligro la vida de todos los implicados.
Emergo es un título que se suma al recurso narrativo de la cámara subjetiva, tan en auge en los últimos años, empleándola de forma excelente y obteniendo de este modo resultados óptimos y sugerentes; al igual que otras películas catalanas, como las dos entregas de la exitosa saga [REC] o la prácticamente inédita Atrocious (solamente proyectada en la pasada edición del Sitges Film Festival), presenciaremos en primera persona los sucesos que acontezcan (aunque dicho formato se irá alternando con cámaras fijas al más puro estilo Caché, que servirán para poder tomar aliento tras escenas frenéticamente terroríficas), un recurso elogiado y odiado a partes iguales de transmitir el terror al público que en todo caso es efectivo como pocos si se utiliza en su justa medida (en esta ocasión, grata e insospechadamente, así es).
Aunque Carles Torrens realiza el trabajo de forma atrevida y elegante (siendo un deleite para los fans del terror) éste queda enmarcado en un género que no gusta a todos, pero aunque la historia misma es una trillada mezcla de las películas citadas con anterioridad a lo largo de la crítica, la valentía con la que el director afronta su primer largometraje es admirable y a la vez meritoria (por lo general supera con creces todos los aspectos que aborda, provocando una sensación de inquietud y entretenimiento innatas); es por lo tanto una propuesta que no debería caer en el olvido y que tras su estreno en salas españolas merecería reconocimientos varios a nivel nacional e incluso internacional (si goza de tal difusión, algo fácilmente factible teniendo en cuenta el clamor popular que suscita Rodrigo Cortés, tan merecido como desmesurado).
Daniel Espinosa
Rabies
(Aharon Keshales y Navot Papushado, 2010)
Ficha técnica
Título original: Rabies
Año: 2010
Nacionalidad: Israel
Duración: 87 min.
Género: Drama, Suspense
Director: Aharon Keshales y Navot Papushado
Guión: Aharon Keshales y Navot Papushado
Reparto: Ran Danker, Henry David, Ania Bukstein, Yael Grobglas, Ofer Shechter, Liat Har, Yaron Motolla, Menasche Noy, Efrat Baumwauld, Danny Geva, Lior Ashkenaz, Efrat Raiten, Kaveen Ophir y Dror Keren
Sinopsis
Varias personas se verán envueltas en una serie de conflictos originados por la presencia de un psicópata que ha repartido trampas por el entorno.
Crítica
Antes del espectacular éxito de Big bad wolves y no poder pasar desapercibidos por donde transiten, previamente a cosechar un sinfín de premios por una de las cintas más inolvidables de la historia del séptimo arte declarada la preferida del maestro Quentin Tarantino, la dupla formada por Aharon Keshales y Navot Papushado firmó Rabies, un título de menor repercusión (ha sido a raíz de ésta última que nada menos que cuatro año después de circular por festivales especializados se ha efectuado la edición patria en formato doméstico bajo la horrenda traducción de Rabia asesina) en el que ya demostraban cuan interesante mezcla de comedia y suspense puede surgir de un par de mentes privilegiadas sin limitarse a recopilar clásicas ideas sino reconvertirlas hasta tornarlas actuales y novedosas; por norma general los debuts siempre son complicados y más si son compartidos, pero no es el caso, la pareja israelí parte de las directrices del género de terror (a saber, atractivas féminas, incautos amigos, omnipresente psicópata e ineficientes oficiales entre otras) para desdoblarlas con negro humor y bizarro ingenio, confeccionando una sátira del mismo que entrelaza temas tan plurales como corrupciones sindicales, abusos autoritarios, relaciones incestuosas e infidelidades amorosas, entre muchos otros.
La hora y media escasa de duración del metraje se podría considerar frenética, con un demencial ritmo que filtra las claras ideas de sus responsables en justas cantidades, no sobresaliendo ni quedándose atrás nadie del reparto funcionando sus respectivas aportaciones a nivel coral maravillosamente (es por ello que en el siguiente resumen no se entra en calificaciones individuales), y es que no hay protagonistas, la unión de todos los participantes conforman un único todo, desarrollándose alguna trama entrelazada de forma escasa (da la sensación que la del asesino podría haber dado mucho más de sí) pero concisa combinándose momentos previsibles con otros inesperados, lo cual concuerda cabalmente con la intención primordial de los realizadores, hacer ver que las sospechas siempre son certeras y no siempre tiene por qué ser así; ésta humilde producción cautivará a propios y extraños (a los simpatizantes de este estilo de obras mucho más que al resto, por supuesto), abundando las referencias al genio del celuloide mencionado en el párrafo preliminar (sin ir más lejos el disparo que ajusticia a cierto indeseable amputándole dos dedos de la mano) para poner de manifiesto que, cuando las cosas pueden ir mal, acaban peor, llevándose hasta la exageración tan poderosa locución en determinados compases no recomendables para estómagos delicados ni mentes discriminatorias, denotando la proyección que antes se sospechaba y ahora se conoce poseen los autores, propensos a reivindicarse (concluye el presente trabajo la frase “qué mierda de país”).
Cuatro amigos, el sosegado Mike (Ran Danker), el simpático Pini (Henry David), la impetuosa Adil (Ania Bukstein) y la inocente Shirt (Yael Grobglas), viajan en coche (el destino le es desvelado al público) cuando, en un despiste fruto de las distendidas conversaciones que mantienen, atropellan a Ofer (Ofer Shechter), un veinteañero adinerado recientemente fugado de su casa (tanto un detalle como otro son irrelevantes pero son proporcionados e igualmente aquí se hace lo propio) que, tras recuperarse del incidente, les implora le ayuden a auxiliar a su hermana Dali (Liat Har), víctima de un cruel psicópata (Yaron Motolla) que, enfundado en un mono de mecánico, ha armado trampas (pozos, cepos, minas y otras menos ortodoxas) repartiéndolas por toda la reserva natural por la que transita la carretera por la que circulaba el grupo; paralelamente, una pareja de guardabosques, el caritativo Menasche (Menasche Noy) y la incitadora Rona (Efrat Baumwauld), se encuentran comprobando la calidad del bosque cuando, de repente, descubren el cuerpo de la citada presa yaciendo inconsciente entre ramas caídas, por lo que la recogen y se disponen a portarla a un lugar seguro en el que atenderla curativa y médicamente.
Para complicar más la tensa situación que la coincidencia de todos ellos, por diversas causas del caprichoso azar, un par de inoperantes agentes de la ley, el temerario Llubal (Danny Geva) y el reflexivo Danny (Lior Ashkenaz), entran en acción con aires de superioridad y bondadosos propósitos respectivamente para entablar un comprometido intercambio de palabras con las dos chicas del cuarteto principal, evidenciándose la poca profesionalidad de unos (no conocen ni los protocolos básicos de actuación policial) y la mayúscula repulsión que éstos despiertan en las otras (mostrarse sumisas no se baraja como una elección factible); las vidas de los once penderán de un hilo al suceder a las naturales causas unos desastrosos efectos, consecuencias motivadas por confusiones, desconfianzas, desconocimientos, discusiones y venganzas que harán que lo más importante sea sobrevivir y, aunque todo haga imaginar que no hay esperanza ni piedad, sólo dramáticos devenires, soñar con poder comprobar un día más cuán desequilibrado (el constante y desquiciante movimiento de la cámara también lo es, valga decirlo) está el mundo...
Con tantos matices como la partícula “eo”, a la que añadiéndola según qué letra del abecedario cobra hasta nueve significados distintos, tanto adjetivales como compositivos, sustantivales y verbales (a fin de aporta detalles culturales matizar que el sexteto lo conciertan “ceo” como pez acantopterigio, “feo” como desprovisto de belleza, “geo” como miembro del grupo perteneciente a las fuerzas armadas españolas destinado a operaciones especiales, “leo” como comprender el sentido de cualquier representación gráfica, “meo” como expeler orina, “neo” como reciente, “peo” como emanar una ventosidad del vientre por el ano, “reo” como demandado en juicio civil a distinción del actor y “veo” como percibir por los ojos los objetos mediante la acción de la luz), Rabies es ejemplar en muchos aspectos, tales como el montaje (no dando apenas segundos para tomar aliento) y la fotografía (los entornos se aprovechan fastuosamente); obviando los tres deslices que más fácilmente se observan (la historia es tan rebuscada como insuficiente en aclaraciones, muchas de las reacciones de los personajes son inmensamente incoherentes dentro del contexto planteado y la situación de trasfondo en la que el verdadero terror que conlleva la falta de consenso a nivel político provoca más perturbación entre la ya de por sí trastornada sociedad no se exprime tanto como pudiera hacerse), el filme brinda un entretenimiento tan grande como la dosis de sangre (y, por consiguiente, violencia) que desde el principio se espera y que a medida que avanza se da, suponiendo una cinta de suspense muy amena y aconsejable.
Daniel Espinosa
The divide
(Xavier Gens, 2011)
Ficha técnica
Título original: The divide
Año: 2011
Nacionalidad: Francia
Duración: 122 min.
Género: Drama, Suspense
Director: Xavier Gens
Guión: Eron Sheean
Reparto: Lauren German, Milo Ventimiglia, Iván Gonález, Michael Biehn, Michael Eklund, Rosanna Arquette, Courtney Vance y Ashton Holmes
Sinopsis
Tras un cataclismo que asola toda la ciudad de New York, ocho personas se refugian en el sótano del edificio en el que viven; todo sería asumible si no fuera porque, sin motivos aparentes, un grupo de hombres vestidos con trajes Hazmat asaltan el lugar y comienzan a dispararles...
Crítica
The divide era una de las películas más esperadas del Sitges Film Festival 2011, y puede que esto haya hecho que se exigiera más de la cuenta al filme, pero tras visionar la absorbente Frontiere(s) parece evidente que de Xavier Gens (el director en ambos casos) se puede (y debe) esperar mucho más de lo que propone en la ocasión que ocupa.
La cinta comienza (en la secuencia más espectacular de la misma) con la explosión de una bomba atómica; los habitantes de un edificio de Nueva York intentan sobrevivir a los gases tóxicos que se desprenden de la misma, por lo que huyen despavoridos escaleras abajo hasta llegar al sótano (irrealmente enorme), en el que vive Mickey (Michael Beihn, tan rudo y convincente como siempre), un antisocial, repulsivo y maniático inquilino que impone su ley en la repentina y forzadamente convivencia.
Los días pasan y el grupo permanece encerrado con el fin de no contagiarse, pero tras la visita de un ejército de militares dotados de extraños y futuristas trajes se verán obligados a enfrentarse a ellos; realmente lo que pretenden es recolectar a niñas (concretamente sus cabelleras, como comprobaremos más adelante con la hija de una de las supervivientes, Marilyn, a la que raptan sin titubear y de manera salvaje) y realizar un estudio minucioso de Dios sabe qué y para qué (nada al respecto nos desvela la trama); los víveres escasean, y es entonces cuando los invitados deciden revelarse contra el anfitrión, torturándolo y comenzando de éste modo una espiral de vejaciones, agresiones (especialmente impactante la que se produce contra la mujer que recientemente ha perdido a la hija) y actitudes paranoicas, una combinación de elementos que desembocará en el drama más absoluto.
La originalidad del argumento escasea, pero sí están dotadas de ella las situaciones que van sucediéndose, que aunque plasmadas de forma brusca y sin apenas seguir una pauta lógica la claustrofobia y el dramatismo rezuman por cada rincón del sótano; la aparición de Michael Beihn es todo un incentivo, pero su personaje no está lo suficientemente explotado, y el resto de interpretaciones son más que correctas aunque flojean en ocasiones (no lo hace en ningún momento Lauren German, tan bella como implicada en el proyecto, al igual que sucedió con su papel coprotagonista en la gratificante Hostel II), completando dicho reparto (amén de los ya citados durante la crítica) Milo Ventimiglia en el papel de Josh (el cabecilla del grupo), Michael Eklund en el papel de Bobby (el acérrimo seguidor de Josh), Courtney B.Vance en el papel de Delvin (quien intenta proporcionar, sin éxito, sensatez en la difícil convivencia), Iván González en el papel de Sam (muy desaprovechado) y Jennifer Blanc en el papel de Liz (intermitente y muy poco creíble).
Las secuencias frenéticas (la mayoría de ellas de menos de cinco segundos por plano) no abundan, pero cuando tienen lugar resultan sumamente atractivas y espectaculares, gratificando en parte al espectador; no obstante, no son en absoluto coherentes con una película que exige mucho más de acción por la temática que aborda (o decidirse por el dramatismo absoluto), y el hecho de que la cinta se haya filmado en tan sólo una semana (según palabras del propio director) no puede (ni debe) servir de excusa para justificar un producto flojo en todos los aspectos, lento e incluso soporífero en no pocos compases del mismo.