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“Proyecto Omega”
Desde hace meses superhérores y villanos han ido despareciendo de forma misteriosa y un equipo especializado en misiones de rescate mandó a un soldado androide para seguir el rastro de los últimos encontrando las instalaciones secretas donde los tienen retenidos extrayendo sus poderes para crear al ser definitivo, sin embargo, se perdió la señal con una ubicación final en las coordenadas donde se ha establecido un campamento base desde el que enviar equipos de búsqueda; al llamamiento de auxilio de nuevos voluntarios para continuar con tan peligroso objetivo han acudido, raudos y prestos conscientes de la trascendencia del mismo, un servidor (Daniel Espinosa) y su fiel escudero (Sergi Bernal) en representación de Cementerio de Noticias, explorando en profundidad el lugar (es decir el local sito en el veintisiete de la calle Sant Genís de la ciudad barcelonesa de Terrassa) para emprender un adrenalítico e inhóspito viaje traducido a la postre en una frenética epopeya sin precedentes.
La enorme cantidad tanto de “buenos” como de “malos” (adjetivaciones que siempre son discutibles analizando los orígenes de cada uno porque las motivaciones personales pueden llegar a justificar controvertidas fechorías) aludidos (algunos explícitamente mientras que otros simbólicamente) logra que la inmersión sea total desde el segundo cero (si bien la entrada resulta algo trivial al carecer de bienvenida corpórea), apareciendo rostros patentados (Hombre Elástico, Iron-man, Thor, Duende Verde, Elektro o Joker entre ellos por mencionar media docena de evidentes e inmediatos ejemplos mixtos) junto a inventados (destacando el de una game master que borda su cometido interviniendo con precisión en un rol consumado con naturalidad); que nadie piense que la tarea encomendada es sencilla porque a medida que se investiga tan prometedora premisa al (tratar de) salvarlos una serie de catastróficas desdichas se sucede con una ambientación (sin exagerar un ápice) propia de una superproducción.
Para ofrecer una experiencia multireferencial (los guiños son incontables) e hipersensorial (los sentidos se exprimen formidablemente) que nada tiene que envidiar a las mejores del territorio catalán no se respeta un hilo conductor como tal pero sí una retahíla de variopintas pruebas con coherencia narrativa conjunta que da pie al épico desenlace (se puede adelantar en primicia que en fechas próximas se subsanará la percepción de insuficiente espectacularidad visual con la modificación de este mediante un impacto que promete saciar toda expectativa); así, el relativamente complejo devenir exige mimetizarse con el entorno (sobre todo con los personajes que lo habitan y más concretamente con sus habilidades para asumirlas con imaginación ya que en estas radica la clave del éxito), luciendo superlativamente detallado con un concepto de artesanalidad fascinante e inmaculado que recrea escenarios de película majestuosamente para elevarlo a la categoría de excelencia.
Conviene advertir que prácticamente todos los elementos tienen su función, facilitando ostensiblemente la labor deductiva el hecho de que la dinámica sea lineal (restando cierto nivel participativo a grupos numerosos) y que sean de un solo uso (una de las reglas básicas a leer en voz alta al inicio), requiriéndose no obstante grandes dosis de observación (en detrimento de una compenetración que se solicita plenamente en dos momentos puntuales) para solucionar los enigmas en aras de desbloquear las oportunas transiciones entre estancias (a día de hoy no supone ningún secreto desvelar con antelación la pluralidad de habitaciones) dejando boquiabierto hasta al más veterano en la en estos lares; es esencial la meticulosidad e interrelación de pensamientos laterales, pues aunque prima la lógica y el exhaustivo trabajo de Elena Domínguez (plasmada a continuación en el proceso previo a la apertura para captar su entrega e ilusión) sin focalizar la atención en lo verdaderamente importante se antoja inviable avanzar.
El asombro acompaña e invade al público durante los (aproximadamente) setenta y cinco minutos de duración de una aventura (vaya si lo es) en la que impera un tono familiar alejado del que actualmente abunda en este tipo de propuestas (circunscritas en el suspense o terror) pese a fugaces fases de tensión rápidamente amenizadas con los constantes (el omnipresente e inteligente modo de interacción a partir del ecuador es realmente plausible) e incentivadores (los “bieeen” proferidos al completar cada reto animan de veras) comentarios de una maestra de ceremonias que, desde su amplia zona de control, guía con rotunda profesionalidad e íntima cercanía adaptándose a cada clan; por lo expuesto, lo recomendable es asistir un máximo de tres miembros (así la implicación será óptima) e incluir menores de edad (sin duda los que más disfrutarán), siendo el precio (desde cincuenta euros con descuentos activos) objetivamente asequible para cualquier bolsillo estándar asegurando la satisfacción.
Daniel Espinosa, a fecha 25 de diciembre del 2022
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