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“Hotel Overlook” (edición Noches de terror), de Maximum Escape
La oferta de trabajo en el periódico que sirve de contexto e introducción versa “buscamos un equipo de conserjes para el hotel Overlook para la estación de invierno... ofrecemos salarios muy competitivos y alojamiento completo... todos los aplicantes deben tener buena salud mental y estar informados de los peligros psíquicos que acompañan a largos periodos de aislamiento”; así, se acude para mantener en óptimas condiciones el complejo creyendo firmemente que se trata de un trabajo descomplicado y bien remunerado, pero nada más lejos de la realidad, pues las paredes han sido testigo de fervientes atrocidades.
Conviene aclarar que la presente cobertura se ha realizado en fase de testeo de las denominadas “Noches de terror”, sesiones especiales que sólo se celebrarán los tres últimos días de octubre en vísperas de Halloween con ciertas peculiaridades respecto a las habituales en horario ampliado; entre las características cabe destacar que la minoría de edad es de dieciséis años (el aumento tanto de la tensión como de las muertes es ostensible) y que durante la partida se podrá recibir contacto (todos los intervinientes son profesionales del sector), respetando escrupulosamente (se da fe de ello) las medidas sanitarias.
El local regentado por Eric (propietario al que Cementerio de Noticias estará eternamente agradecido por su amabilidad), sito en Bruc 9, goza de teconología de última generación para posibilitar emulaciones tan espectaculares como convincentes, tales como cambios climatológicos e insinuaciones vibratorias (entre otras lindezas propias de una superproducción), recreándose algunas de las míticas escenas (a lo largo de la reseña se adjuntan varios ejemplos) con soberano acierto; la promoción incluye La mazmorra (Girona 27) y Sherlock Holmes (Trafalgar 17), presumiéndose una fantástica tríada de reconversiones.
Tras una asombrosa recepción (la teatralización desde el primer segundo de Max, el maestro de ceremonias, es digna de mención) en la que la vertiente burocrática no repercute apenas en la inmersión (la rúbrica de rigor se implementa cual formalización laboral), la velada transcurre como si de un largometraje se tratase; no sólo los efectos visuales (apariciones e impactos) lucen a una calidad asombrosa sino que los sonoros también lo hacen, por lo que omitiendo ciertos desperfectos materiales (el paulatino uso de los objetos implica que así sea cuando se interactúa tanto con ellos) la aventura es apasionante.
La principal dificultad reside en mantener la calma cuando el cerebro ordena lo contrario ante la presión psicológica al que es sometido (los enigmas no requieren demasiadas dotes detectivescas para resolverlos pero sí concentración), primando los mecanismos electrónicos en detrimento de los candados (de hecho no hay ninguno clásico); las pruebas rehúyen de linealidad e intuitición (el espacio es tan amplio que se barajan múltiples opciones) pero el estrecho seguimiento del game master facilita una continuación fluida e inteligente, mediando cuando es necesario tras consentir un tiempo prudencial de meditación.
La luz tenue contribuye a que la atmósfera cobre tintes épicos en no pocos momentos (la etapa final es tan gloriosa como el fantasmagórico acting de Lorena y Virginia), siendo el principal artífice de ello un elenco de actores cuyo don interpretativo (y de improvisación tras un descuido técnico) saciará las expectativas hasta del más exigente; determinada bifurcación podría aprovecharse más en cuanto a sobresaltos se refiere pero justifica la rejugabilidad para vivir al completo la propuesta, exprimiéndose la inmensa mayoría de situaciones al máximo sin descuidar nunca la congruencia global con cohesión y rigurosidad.
El frenético ritmo que impera bebe de un guión que se postula como un sentido tributo fílmico (sino el homenaje lúdico por excelencia) disfrazado de full experience, pues la mejor definición sería esa en lugar de escape room (precisamente los retos planteados son los que menos congratulan por la dinámica elegida); valga añadir que en ciertos compases es inestimable poseer una mínima agilidad física para superar los desafíos, pero en absoluto es exagerada e incrementa infinitamente la sensación de pertenencia que se ansía hasta tornarse homérica, logrando seguramente que el respetable no la olvide jamás.
El reto asumido por parte de Maximum Escape (compañía que siempre ha destacado por la autenticidad de los decorados e implicación de sus trabajadores) es descomunal, pues adaptar un clásico del celuloide como El resplandor al formato del escapismo se antoja de antemano algo quimérico; sin embargo, la valía (e imaginación) de los responsables ha dado como resultado un trabajo notable, con constantes referencias a la película de Stanley Kubrick (o a la novela de Stephen King) para que tanto seguidores como desconocedores de ella se mimeticen con la historia que subjetivamente protagonizarán.
En resumen, esta nueva versión (no extrema pero sí mucho más contundente que la original) nutre de matices a la sala (precisamente aquellos de los carecía según varios integrantes ya asistentes en el pasado) hasta convertirla en imprescindible, justificándose con holgura el ligero aumento del precio (apenas treinta euros por grupo ya que la tarifa comprende de tres a seis personas independiente del número concreto); únicamente resta añadir que nadie dude en reservar su habitación en tan peculiar hotel porque lo pasará terroríficamente bien revelando los oscuros secretos que albergan sus estancias e inquilinos.
Reserva: https://www.maximumescape.com/NochesDeTerror
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Daniel Espinosa, a fecha 27 de octubre del 2021 |
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