“El ático”, de Juan Pelotas Team



“Cuenta la leyenda que en la década de mil novecientos cincuenta una familia adinerada dio a luz a una niña, a la cual nombraron Carolina... se dice que la niña había nacido con alguna clase de problema, lo que era una vergüenza para la alta sociedad... la encerraron en el ático de la casa para evitar que la vieran dejándola ahí para siempre, lo que no se sabe con certeza es qué clase de problema tenía la pequeña... algunos decían que era una deformidad mientras que otros afirmaban que era un problema psiquiátrico, pero la mayoría creen que estaba poseída... los que intentaron entrar en el ático y no salieron antes de sesenta minutos, no se los ha vuelto a ver... ¿te animas a entrar en el ático, y descubrir que le pasó a Carolina?”; así versa la perturbadora sinopsis oficial de la pesadillesca y claustrofóbica odisea doméstica proveniente de una firma que merece todos los elogios del diccionario.



Al contrario de otros productos del mercado en los que no se padece el agobio de una cuenta atrás regresiva, este trata de emular coherentemente las emociones de un verdadero escape room, resultando una aproximación fehaciente a tan popular actividad lúdica en la que el pensamiento colectivo es equiparable a la exigencia de deducción, abarcando por ende sesenta minutos (una vez iniciada la partida no se puede pausar ni detener); tras una introducción en la que se señalan las características básicas (apenas entrañan complicaciones pero son útiles para neófitos) empieza una experiencia (lo es en toda regla) en la que únicamente se conceden cinco pistas (el momento de solicitarlas es a elección del consumidor con las posibles precipitaciones que ello implica) para agudizar las dotes observacionales e ingeniosas en aras de resolver el funesto misterio.



Conviene advertir que es menester reservar las citadas ayudas para cuando ya se ha avanzado bastante en la apasionante trama (narrada a partir de la técnica de la fotografía estereoscópica para generar la ilusión de una tercera dimensión con una profundidad asombrosa) bastante puesto que la dificultad fluctúa a lo largo de la misma y se trata de un aspecto subjetivo que induce a garrafales errores al no contemplarse que alguien se vea incapaz de seguir adelante (en tal caso agonizará inconsolablemente hasta que se consuman los segundos); por el contrario, la estética retro a la par que tétrica hiela la sangre constante e inteligentemente, deparando escalofriantes sorpresas (sin otro cometido que sobresaltar inesperadamente) sin recurrir a grandes efectos pero sí a gratas ideas bien planteadas y mejor ejecutadas para beneplácito de aquellos curtidos en la materia.



Los desafíos a los que los intrépidos investigadores de lo paranormal (en ningún lugar se especifica el rol pero asumirlo favorecerá la mimetización con una historia repleta de instantes de tensión e intriga) se enfrentan son diferenciales e independientes entre sí (de hecho para justificar las transiciones entre estancias se apela a una sucesiva resolución no lineal), requiriendo una perspectiva espacial amplia para esclarecer la cohesión entre las decenas de datos que, a la postre, desembocan en las oportunas respuestas (los veteranos albergarán cierta desidia con la reiteración de combinaciones de números y/o letras); la mecánica (escasamente funcional e intuitiva al principio) se asimila fácil e innatamente al basarse en un click & play (basta con ir pulsando en la zona concreta del entorno para interactuar con los elementos u objetos deseados) que cautiva por su suma simplicidad.



Amén de los enigmas propiamente dichos, existe uno (totalmente gratuito) consistente en encontrar un easter egg (término cuyo origen se halla en el videojuego de Adventure introducido por el programador Warren Robinett que mostraba un texto con su nombre al posicionar el avatar sobre un punto gris siguiendo unos elaborados pasos) oculto en la web para conocer mejor a los artífices, desvelándose que es un candado junto a tres acertijos; asimismo, cabe recordar que también están disponibles otras dos aventuras (el tecnológico “El limonero” como entretenida demostración a coste cero y el náutico “Tesoro pirata” con espléndidas ilustraciones de Sabrina Pujol), ampliando pues el abanico de público propicio (adoptando una postura puramente formal aunque nunca sea conveniente sectorizar al respetable) para que todos degusten sus predilecciones temáticas sin concernir su verosimilitud.



La compatibilidad con la inmensa mayoría de navegadores (Google Chrome, Microsoft Edge, Mozilla Firefox y Opera) facilita enormemente que el grupo de hasta seis personas (pese a que se permite proceder en solitario es fervientemente aconsejable hacerlo como mínimo en pareja para que la fluidez de captación de detalles sea óptima) se complemente a la perfección (una videollamada por Zoom conectándose al unísono es el método idóneo para que así sea); además, el hecho de que absolutamente todo el material necesario esté en el juego (no son precisas búsquedas e instalaciones externas que en muchas ocasiones perturban negativamente la impresión global sino solamente una contraseña previamente adquirida) logra que la inmersión sea sensacional, moviéndose libremente por los escenarios (lo sensato sería explorar por separado) para superar (o no) la misión.



Los miembros de Cementerio de Noticias desconocían por completo la existencia de Juan Pelotas Team hasta que un día cualquiera navegando por internet en busca de nuevos trabajos la descubrieron (llámese casualidad o causalidad), poniéndose entonces en contacto con Pablo Cueto (creador de la compañía) quien, gentil e inmediatamente, facilitó un código de acceso para realizar la reseña que ocupa tras disfrutar la sala virtual, denotando un afán de profesionalidad e ilusión descomunales; por último (por si alguien dudara todavía sobre la valía de la obra), mencionar que durante las presentes fechas festivas se aplica un descuento directo del cincuenta por ciento al precio habitual de 3,99€ (la promoción es extensible al resto de propuestas), por lo que el desembolso monetario se convierte en algo poco menos que anecdótico y la compra por tanto en obligada.



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Daniel Espinosa, a fecha 17 de diciembre del 2021