Título original: Au poste! Año: 2018 Nacionalidad: Francia Duración: 66 min. Género: Ciencia ficción, Comedia Director: Quentin Dupieux Guión: Quentin Dupieux Reparto: Benoit Poelvoorde, Grégoire Ludig, Marc Fraize, Phillippe Duquesne, Jacky Lambert, Jeanne Rosa, Vincent Grass, Nahel Ange, July Messéan, Johhny Malle, Laurent Nicolas y Michel Hazanavicius
Sinopsis
Lo que empieza siendo un rutinario interrogatorio en plena noche se acaba convirtiendo en un auténtico caos cuando una pareja de policías protagoniza una serie de retorcidos, extraños y fortuitos incidentes...
Valoración
Lo mejor: el regreso del incombustible abanderado, por estrictos méritos propios, del absurdo en su vertiente cómica, un Quentin Dupieux que vuelve a centrar todos sus esfuerzos (y recursos) en una historia que, de paradójica e irónica que resulta, bien merece la pena degustarla como es debido, es decir, sin exigentes e inoportunas pretensiones ya que, de lo contrario, la decepción puede ser enorme juzgando el desarraigo racional que en muchos compases se observa (el interrogatorio nocturno sobre el que la misma pivota se ve afectada por el primer y único incidente que, de hecho, no repercute en ella sino que la dictamina por completo); la duración es, sin duda, el mejor alegato para conceder una oportunidad a tan singular obra, característica presente en todas las incursiones del director (desde la exitosa Rubber hasta la interesante Wrong, pasando por la inclasificable Réalité y la mediocre Wrong cops), pues dedicar poco más de una hora a una película (casi mediometraje) cualquiera no supone un gran esfuerzo; la tríada principal (el servicial hombre de ausencia ocular izquierda con sus “es por eso”, el incompetente comisario de nulo rigor policial con sus irritantes preguntas y el acusado homicida objeto de catastróficas desdichas con sus desquiciantes reconstrucciones), así como el resto de personajes (entremetidas vecinas, descuidados conserjes, descentradas esposas...), justifican el premio al mejor guión con el que el trabajo se alzó en la edición de dos mil dieciocho del prestigioso Sitges film festival, siendo la nota atribuida a semejante representación teatral (en un sentido más bien textual) que ocupa más simbólica que orientativa.
Lo peor: la incoherencia (de la propuesta en general y particularmente de los diálogos) puede no entusiasmar a muchos espectadores (como sucede, sin ir más lejos, con la mítica La vida de Brian del popular grupo británico formado por seis humoristas Monty Python), estando destinado este apartado (y el conjunto) a triunfar entre minoritarios sectores; el entretenimiento basado en la trivialidad es, en sí mismo, una pérdida de tiempo que no conlleva más que un fugaz disfrute limitado a la extensión de la cinta (de hecho el objetivo no es otro que éste y, por lo tanto, en cierto modo se puede afirmar que logra su cometido); la escueta exposición de la dupla protagonista imposibilita que la empatía se apodere del espectador por esa vía (lo hace mediante paralelas realidades e hipotéticas casuísticas), es más, la manera en la que evolucionan elimina por completo cualquier aproximación espontánea (cada cual es libre de conjeturar lo que desee y dictaminar sentencia sensitiva pero los recurrentes e incómodos silencios no se antojan muy originales) a dicho sentimiento.
Daniel Espinosa
Climax (Gaspar Noé, 2018)
Ficha técnica
Título original: Climax Año: 2018 Nacionalidad: Francia Duración: 97 min. Género: Drama, Suspense Director: Gaspar Noé Guión: Gaspar Noé Reparto: Sofía Boutella, Romain Guillermic, Souheila Yacoub, Kiddy Smile, Claude Gajan, Giselle Palmer, Taylor Kastle, Thea Schott, Sharleen Temple, Lakdhar Dridiler, Adrien Sissoko y Mamadou Bathily
Sinopsis
Veinte jóvenes bailarines de danza urbana se reúnen para unas jornadas de tres días de ensayos en un lúgubre internado en desuso...
Valoración
Lo mejor: la cantidad de recuerdos que despiertan otros tantos ejemplares cinéfilos (en el sistema doméstico de grabación y reproducción analógica por antonomasia VHS) y literarios (en las ediciones originales a juzgar por la condición de los volúmenes) de la falsa rueda de entrevistas plasmada en un antiguo televisor Schneider (se especifica la marca no para promocionarla sino para ejemplificar la nostalgia que contrae), distinguiéndose de entre ellos clásicos como Hara kiri, Suspiria y Zombie o Mi hermana y yo, Molinier y Taxi driver respectivamente; la naturalidad con la que los actores interpretan los complejos cometidos que les son encomendados, pareciendo tan creíbles los roles que encarnan que abruma sobremanera la idea de que un grupo (no solo una persona) pueda transmitir e interiorizar tanta creencia en evidente ficción, denotando un impagable e innato talento que acaba siendo, sin duda, la mejor baza de un director que sigue arriesgando en su afán por transgredir e innovar para firmar éste su cenit al alcanzar todas sus obsesiones, textualmente, el éxtasis; la esencia de la cultura danzatoria (obviando adicciones, desinhibiciones y estereotipaciones varias) se recoge espléndidamente a través de frenéticas e inmersivas coreografías que, si bien originarán más de un sentimiento de envidia, se traducen en la parte narrativa más plausible para el espectador junto a otro aspecto puramente técnico, el juego de cámaras, situándose en lugares imposibles para, con vulgares e innumerables cortes (no hay punto medio aquí, pues se extienden breves segundos o largos períodos temporales), manejar a uno y a otras a su completo antojo como lo hace con determinado acusado al excluirlo repentinamente sin señalar finalmente al verdadero culpable.
Lo peor: la vertiente negativa que lleva aparejada el primer alegato positivo, y es que la retahíla de preguntas y respuestas resulta tan genérica e insustancial que disgusta e irrita ostensiblemente pese a no prolongarse más de cinco minutos, convirtiéndose en el preludio de la eterna vinculación entre diversión y drogadicción de unos promiscuos e irresponsables jóvenes en busca de un éxito que todo lo justifica, o al menos eso es lo que se trata de hacer creer a un público que, atónito e hipnotizado, presenciará vacíos diálogos vacíos y forzadas relaciones para, posteriormente, deleitarse con una sangría (a buen entendedor...) en la que cada ingrediente (entendiéndose como tal los personajes) tiene un sabor especial pero idéntica ausencia de empatía; el agobiante e inestimable requisito de concienciarse del género sobre el que pivota la trama y, aun haciéndolo, contemplar la posibilidad de llegar a decepcionarse al situarse, tras cobrar total protagonismo, en un muy segundo plano a merced de una historia que ofende e impacienta al no hacer justicia al enorme potencial tanto del responsable como del reparto, confundiéndose sensualidad con grosería en muchos impases (amén de las secuencias más gratamente enfermizas el resto obedecen a una impulsividad global sin sentido); la sorpresa e incomprensión que suscita en un servidor comprobar cómo la crítica especializada (así como aquellos eventos en los que se ha proyectado como bien avala el premio a la mejor película concedido en el prestigioso certamen Sitges film festival y público de a pie atendiendo a la nota media cercana al siete que alcanza el metraje en la popular página Film affinity) ha decidido alabar una producción que, aunque atrevida como pocas, no deja de ser (siempre en opinión propia como exige la ocasión) una pretenciosa e innecesaria alegoría al ciclo existencial humano (correlativamente se cita “ser es una ilusión fugaz”, “nacer es una oportunidad única”, “vivir es una imposibilidad colectiva” y “morir es una experiencia extraordinaria”) disfrazada de trascendental e ineludible reflexión con escaso atractivo y todavía menor sensatez.
Daniel Espinosa
Mandy (Panos Cosmatos, 2018)
Ficha técnica
Título original: Mandy Año: 2018 Nacionalidad: EEUU Duración: 118 min. Género: Acción, Suspense Director: Panos Cosmatos Guión: Aaron Stewart y Panos Cosmatos Reparto: Nicolas Cage, Andrea Riseborough, Linus Roache, Ned Dennehy, Olwen Fouere, Richard Brakerer, Bill Duke y Hayley Saywell
Sinopsis
Un leñador que vive alejado del mundo pierde al amor de su vida cuando se cruza con el líder de una secta que se obsesiona con ella...
Valoración
Lo mejor: el excitante e irrenunciable viaje por el fantástico más imaginativo (si bien la ficción flirtea con el concepto de utopía en demasiados momentos no lo es menos que maravilla sin remedio como ocurrió en su día con la exquisita Mad max, cinta con la que comparte estética) que propone el director a lo largo de tres capítulos perfectamente diferenciados (titulados muy consecuente y reveladoramente “sombra en las montañas”, “hijos del nuevo amanecer” y “Mandy”), limítrofe con la experiencia cinéfila más espiritual que uno haya tenido la oportunidad de disfrutar en toda su vida; la anunciada (y esperada) venganza de un sobreactuado (como le exige el guión) Nicolas Cage, cual valeroso guerrero, empleando toda clase de artilugios para castigar a aquellos (los calaveras negras) que le arrebataron su posesión más preciada (su amada), pudiendo el público verle sufrir como nunca antes lo ha hecho mientras comprueba su irrefutable resurgir profesional (el actor se mantiene glorioso de principio a fin, desde el “toc toc” hasta el “yo soy tu dios ahora”, retomando en cierto modo su papel de la bochornosa Ghost rider, resultando especialmente impagables las escenas que lo recogen curándose heridas en ropa interior, fabricando armas en la forja y degollando psicópatas en pleno apogeo) en tan visionario y desconcertante trabajo que, de buen seguro, no dejará a nadie indiferente; el misticismo que envuelve a la historia es realmente fascinante, complementándose la música de Johann Johannsson (como expresión de amores, con dualidad) y la fotografía de Benjamin Loeb (como potenciador de sentidos, con talento) a las mil maravillas para capturar cada matiz emanado de la oscuridad cósmica relatada.
Lo peor: el trasfondo religioso no congratula por la obviedad existencial y la trascendencia argumental de las que goza, siendo uno de los pocos aspectos que no encuentran ninguna motivación justificada (incluso la relación de la pareja protagonista, aun siendo tan peculiar como el propio metraje, tiene cierta razón de ser); el ritmo es, posiblemente, excesivamente pausado, aunque se torna revitalizante una vez superado el ecuador de la trama, cuando el poder purificador del fuego hace acto de presencia y hasta la repulsión visual de determinadas secuencias (durante la carnicería se plasman sucesos tan sanguinarios como plausibles) no se percibe repugnante sino hipnótica; el pretencioso desvarío en el que termina convirtiéndose la propuesta (sin un ápice de cordura), con una sobredosis de simbolismos (planetas, pájaros, novelas, camisetas, colores, anuncios, animaciones y tigres son solo algunos ejemplos poco convencionales) cuya correcta interpretación (de existir alguna lectura que se pueda considerar como tal) es una completa quimera no apta, en cualquier caso, para personas con problemas de epilepsia u otros equiparables.