Título original: Cam Año: 2018 Nacionalidad: EEUU Duración: 89 min. Género: Suspense, Terror Director: Daniel Goldhaber Guión: Daniel Goldhaber e Isa Mazzei Reparto: Madeline Brewer, Samantha Robinson, Patch Darragh, Melora Walters, Devin Druid, Imani Hakim, Michael Dempsey, Flora Diaz, Jessica Parker, Quei Tanner, Linda Griffin, Clint Jung y Carl Donelson
Sinopsis
Una chica que trabaja en una página para adultos intentando mantener su vida privada al margen descubre que alguien la usurpa la cuenta...
Valoración
Lo mejor: la reinvención (si se puede denominar así al curioso ejercicio propuesto a partir de una absorbente e infundada suplantación de identidad) del género de terror que el debutante en la materia Daniel Goldhaber firma bajo el sello de Blumhouse, distribuidora que ha decidido aprovecharse de la fórmula comercial más fructífera del mercado (paupérrimo presupuesto y grandes expectativas) para lanzar una cinta de corte preciosista y vanguardista directamente (obviando las proyecciones en festivales especializados) en la plataforma Netflix, la cual colabora económicamente por interés, principalmente, propio (añadir a su largo listado de películas originales otro título a coste prácticamente cero es perspicaz); la absoluta actualidad en la que se sitúa la cinta, una en la que el empoderamiento femenino determina un sinfín de feroces competiciones como la aquí relatada, valiendo todo (incluyendo baños, comidas, masturbaciones y hasta suicidios remunerados e impuestos) por y para completos desconocidos, quienes terminan supliendo la falta de autoestima propia con su sórdida aprobación; la superficialidad convertida en largometraje que supone la ocasión que, lejos de resultar contraproducente (si bien suscita cierto recelo), se traduce en el recurso más sincero y efectivo, conformando un complejo entramado en el que conspiraciones, degeneraciones, extravagancias, favoritismos, humillaciones e inseguridades se sustentan en obsesiones y perversiones para, ante pasividades policiales e incomprensiones sociales, retratar la profundamente deprimente realidad de un trabajo tan demandado como comprometido.
Lo peor: la confusión entre elegancia y obstinación que se observa a lo largo del producto, visualmente glamuroso (en contraposición al guión, vulgar como pocos en esencia al no albergar ningún aprendizaje ni para la replicada protagonista ni para el esperanzado público) e inteligentemente promocionado (de qué otro modo se puede adjetivar la enorme repercusión de la que ha gozado juzgándolo objetiva y sinceramente); la popularidad como fuente de justificación de todo acto, pues centrándose la trama en una chica que se dedica a leer y cumplir los deseos húmedos de sus seguidores en directo a cambio de monedas virtuales como medio de cobro y subida de posiciones en la clasificación de las más vistas es parcialmente entendible pero no enteramente razonable, siendo en cualquier caso un perfecto reflejo de la actitud adoptada por muchos jóvenes que, sin oficio ni beneficio, se rigen por dichas directrices sin importar cuáles sean las terribles consecuencias que tan descerebrado talante pueda comportar; el filme solo se ajusta sin discusiones, en resumidas cuentas, a una velada erótico-festiva de adolescentes (por aquello de contener alguna que otra escena sugerente para paladares poco exigentes) al no ofrecer más que una limitada y surrealista crítica de popular temática y genérico trasfondo, lo cual impide elevarla a algún grado de provecho superior que el del entretenimiento más simplista y, sobre todo, frívolo.
Daniel Espinosa
Our evil (Samuel Galli, 2017)
Ficha técnica
Título original: Mal nosso Año: 2017 Nacionalidad: Brasil Duración: 86 min. Género: Suspense, Terror Director: Samuel Galli Guión: Samuel Galli Reparto: Sonia Moreno, Walderrama Santos, Fernando Cardoso, Reinaldo Colmanetti, Mari Galves, Thais Prates, William Salles, Maria Gonçalves, Antony Mello, Shirley Viana, Maysa Pettes, Ademir Esteves, Nicole Silva, Ricardo Casella, Gabriela Grecco y Luara Pepita
Sinopsis
En los bajos fondos brasileños un espiritualista contrata a un asesino en serie para un trabajo que le comportan insidiosas consecuencias...
Valoración
Lo mejor: la deriva de la película (exactamente a partir del ecuador) hacia una controvertida e inesperada vertiente, y es que la arriesgada labor de realización del autor en este su debut detrás de las cámaras en un largometraje se traduce en la patente de un producto más que notable sin apenas localizaciones ni recursos (paradas de autobús, bañeras de lavabo y ventanas de habitación son los elementos más destacables), sorprendiendo sobremanera de por sí y más aún si se procede al visionado sin conocer nada del mismo; la primera (las siguientes también pero en menor medida) secuencia del circo (qué gran oración la que versa “todo artista necesita su público”) sostiene por sí sola la trama al revelar el origen sensitivo del dotado con dicha cualidad (la confesión de “percibimos frecuencias como la radio” es tan oportuna como la comparación de los sujetos con el azúcar y la sal, aparentemente idénticos pero sumamente diferentes en esencia) cuando bordea el suicidio para comenzar a salvar las almas buenas y condenar las malas, reafirmando y consagrando la cinta dentro del siempre preciso subgénero de culto al tiempo que considerarla la versión ultravigorosa de El sexto sentido (con matices de El exorcista)se antoja muy acertado (qué gran verdad que “las personas especiales nacen para sacrificarse”); el guión, que horroriza e inquieta sin remedio, se desarrolla sin respetuosas concesiones ni absurdos diálogos (de hecho ni una sola palabra se pronuncia hasta bien avanzado el minuto doce) para evidenciar que cada cual obtiene su merecido, de una forma u otra, por los actos que comete y que sus demonios (tal vez explícitos) le perseguirán hasta darle caza y ajusticiarle en un destino, valga la redundancia, equitativo (esa misteriosa fuerza superior a la que cualquiera implora ante grandes adversidades se despliega hasta humanizarla), tratándose de una lección de vida a raíz, aunque parezca contradictorio (nada más lejos de la realidad), de la muy temida muerte.
Lo peor: la relación paternofilial (que en ningún caso es tal sanguíneamente) se limita a una educación capital e imaginaria, suscitada por una acción claramente ilegal disfrazada de forzosa protección cuya impunidad resulta tan alarmante como la proeza de que un difunto caiga al suelo desde cierta altura manteniendo la postura en todo momento como, en efecto, se observa en una de las escenas más rudas de todas; la aceptación de un contrato de sospechosa naturaleza (tal es así que cobro, explicación y ejecución son en diferido) por parte de alguien que, teóricamente, es considerado el mejor en su sector, concretamente el asesino en serie más apático y despiadado del mundo (“era tirador y ahora trabajo con carne” y “odio a la gente” son algunas de las lindezas con las que alardea), algo totalmente discordante; la relación lésbica plasmada tiene tan poca cabida como el vídeo de presentación del sicario anteriormente aludido, el cual destila violencia sin otro particular que el de herir sensibilidades.
Daniel Espinosa
Under the Silver Lake (David Mitchell, 2018)
Ficha técnica
Título original: Under the Silver Lake Año: 2018 Nacionalidad: EEUU Duración: 136 min. Género: Drama, Suspense Director: David Mitchell Guión: David Mitchell Reparto: Andrew Garfield, Riley Keough, Callie Hernandez, Topher Grace, Jimmi Simpson, Riki Lindhome, Summer Bishil, Zosia Mamet, Patrick Fischler, Laura Leigh, Grace Patten, Allie Donald y Rex Linner
Sinopsis
Un joven encuentra sentido a su vida cuando la chica a la que acaba de conocer desapareceinexplicablemente de la noche a la mañana...
Valoración
Lo mejor: la absoluta abstracción que el espectador experimenta durante más de dos horas merced a una puesta en escena que es, como el largometraje mismo, tan extravagante como absorbente y genera, advertencias (“cuidado con el asesino de perros”) y preguntas (“quién es Jesús y sus novias”) mediante, curiosidad e inquietud a partes iguales, fascinando como lo hace determinada chica al protagonista (señalar esto no afecta para nada al visionado al anunciarse explícitamente tanto en la sinopsis como en el avance oficiales); la consolidación de Andrew Garfield como actor polivalente al desvincularse por completo de su anterior rol de hombre araña para, con mesura y sin excesos (al contrario que el trabajo), firmar un registro sumamente exigente, afrontando el complicado reto interpretativo encomendado por el director (desenfrenado tal vez por el éxito cosechado con la sobrevalorada It follows) no desde el adeudo personal sino desde el lucimiento profesional; el componente macabro, mayormente representado en la maravillosa recreación visual de la novela gráfica que sirve de pilar fundamental para sustentar la intríngulis real de la propuesta a partir de sus volúmenes (“El asesino de perros”, “El ritual de la ballena” y “El beso del búho”), siguiendo la estela de la popularmente desconocida Brick (del responsable de la aclamada Donnie Darko, Richard Kelly) en el detectivesco cometido de descifrar códigos y señales (cereales, discos, figuras, lápidas, letras, lugares, máscaras y números son solo algunos ejemplos) para trazar simbólicos patrones que permitan descubrir la verdad que reside detrás de tanta manipulación global y paranoica obsesión, entre otras cosas.
Lo peor: el homenaje que se brinda ya no solo a los videojuegos clásicos (la legendaria tercera entrega de Super Mario Bros de la no menos mítica Nintendo goza de gran relevancia en el devenir de la historia) sino a la época dorada de la cultura pop (con esencia “neo-noir” especialmente en cuanto a música se refiere con la aparición estelar de cierto compositor en el momento más épico de la obra) es de matrícula de honor, pero mucha de la tecnología empleada en este delirante e insólito viaje no se ajusta a dicho período temporal (de hecho incluso el sutil tributo que se rinde al cine mudo se percibe inapropiado del modo en el que se hace), lo cual trasciende más que la ascensión espiritual que deja entrever el vacile argumental sobre la (in)decencia de (sobre)vivir disfrazándose de moralista discurso conspirativo; el largo listado de obscenidades, tales como deposiciones, micciones, vómitos y oras desagradables ocurrencias propias de una comedia cuyo entretenimiento se basa en hilarantes sinsentidos y pretenciosos comentarios, observándose un frívolo tono onírico limítrofe con la superficialidad menos políticamente correcta en las características de los personajes (tanto principales como secundarios); la irritación que provoca comprobar cómo un producto con tanto potencial como el que ocupa peca de narcisista (aunque técnicamente no se pueda atribuir la adjetivación a algo incorpóreo se antoja más que oportuno concediendo la mitad de imaginación que la derrochada), pues es artísticamente impecable pero multireferencial.