Día 9 (Sitges Film Festival 2018) 20-04-2024 06:42 (UTC)
   
 

One cut of the dead
(Shinichiro Ueda, 2018)






Ficha técnica

Título original: Kamera o tomeru na!
Año: 2018
Nacionalidad: Japón
Duración: 93 min.
Género: Comedia, Terror
Director: Shinichiro Ueda
Guión: Shinichiro Ueda
Reparto: Yuzuki Akiyama, Takuya Fujimura,  Ayana Goda, Takayuki Hamatsu, Manabu Hosoi, Hiroshi Ichihara, Satoshi Iwa y Sakina Iwaji


Sinopsis

La grabación de una película de serie b de muertos vivientes se ve interrumpida por un auténtico apocalipsis zombie, o tal vez no sea así...


Valoración

Lo mejor: el crucial, radical e inteligente giro de ciento ochenta grados (lo cual se traduce en un nuevo panorama totalmente distinto aunque complementario al anterior) que, a los cuarenta minutos (tras los créditos finales e iniciales en otro claro ejemplo de lo atípico del trabajo), convierte a la cinta en lo que es, una joya del séptimo arte que, a su vez, demuestra que con un presupuesto incluso menor al simulado en la “intrapelícula” (de no existir el término en cuestión debería patentarse desde ya) se pueden lograr auténticas genialidades como la que ocupa; la pieza que, a demanda de sus productores, rueda el director ficticio en un curioso set de rodaje (una antigua depuradora de agua en la que se llevaron a cabo experimentos gubernamentales) para retransmitirla en directo en un solo plano (al más puro estilo La casa muda pero con estilo), siendo coordinación e improvisación los dos elementos clave en el resultado, sin descuidar a los protagonistas, pues cada personaje tiene su debido espacio explicativo y momento estelar, percibiéndose el carisma de todos y cada uno de ellos desde el primer segundo que entran en escena; el don del autor de nacionalidad japonesa (es menester mencionar la procedencia al no ser habitual relacionar un gran metraje con ella) para, con mucho atrevimiento y mayor creatividad, convertir la comicidad más absurda en un apasionante juego de cámaras cuya fluidez solo es equiparable a la eficacia denotada, marcando precedentes los sílabos “acción” y “pom”.

Lo peor: la sobreactuada trama apocalíptica, juzgándola seria y profesionalmente para ya no desvelar la verdadera intríngulis sino añadirla más realismo si cabe (el responsable merece toda correspondencia posible y ésta es una forma como cualquier otra para que un servidor lo haga a tal efecto) aunque, en el segundo acto (a modo de preludio situado un mes antes de los hechos propiamente narrados) se explica con todo tipo de detalles cómo se conjetura todo con excelsa e insólita maestría; la problemática personal apenas se abordada y, para más inri, en los casos en los que se busca cierta profundidad solo se encuentra indolencia (dotar de trivial diversión a cualquier ocurrencia es lo que conlleva, una absoluta trivialidad como hacer alusión a clásicos como Scarface y Shinning en camisetas sin más sentido que el de homenajearlos fugaz e injustificadamente); el número de decibelios alcanzados por la actriz principal es desmesurado e insano, si bien esto obedece a exigencias de un guión que, con todo desmerecimiento, no se alzó con ningún premio en la edición del dos mil ocho del prestigioso Sitges film festival (que lo hagan otras obras populares e inferiores en todos los aspectos es un atentado cinéfilo), y es que conectar con él es irremediable por más resistencia que se adopte y máximo rechazo que provoque el frenetismo de algunas secuencias debido a una subjetiva, precaria y desestabilizante (características recurridas concientemente) grabación.



Daniel Espinosa




The house that Jack built
(Lars Von Trier, 2018)






Ficha técnica

Título original: The house that Jack built
Año: 2018
Nacionalidad: Dinamarca
Duración: 147 min.
Género: Drama, Suspense
Director: Lars Von Trier
Guión: Lars Von Trier
Reparto: Matt Dillon, Bruno Ganz, Uma Thurman, Riley Keough, Sofie Grabol, Siobhan Fallon, Ed Speleers, Osy Ikhile, Yu Ji y David Bailie

Sinopsis

Un brillante asesino en serie considera arte cada uno de sus actos...


Valoración

Lo mejor: la brillante actuación de Matt Dillon encarnando a, como bien se define en el filme, “un maldito neurótico lleno de compulsiones obsesivas con un sueño patético de ser algo más grande”, siguiéndose la evolución del mismo durante nada menos que doce años destacando, de entre todos sus “incidentes” (más de sesenta confesos), cinco elegidos al azar (por rebeldía, liberación, necesidad, ritualización y superación aprovechando, respectivamente, averías de coche, visitas de desagravio, cotos de caza, citas de pareja y experimentos de ejecución) perpetrados de las más variadas formas (golpeando, estrangulando, disparando, descuartizando y acribillando, no especificándose aquí en qué orden se dan para no desvelar la trama, por supuesto), culminando todo con un epílogo (“katabasis”) que enfatiza el componente teológico que destila (en mayor o menor medida) cada fotograma; la comodidad que denota el responsable al afrontar la plasmación de asuntos tan delicados como polémicos, desenvolviéndose como pez en el agua (analogía traída a colación por el ralentizado, caótico e inverosímil desenlace) en estos controvertidos e impopulares lares, en este caso valiéndose de un lustroso e inteligente hombre de bien reconvertido en despiadado e inmoral asesino en serie (en la comprensión de su psicopatía reside la intríngulis de la cinta) a causa de una sucesión de vivencias a cada cual más sádica que la anterior (el cénit tal vez se encuentre en el material de fabricación de cierto monedero); la profundidad de la que se dota al manipulador e insolente maniático de la limpieza y el orden (a medio camino entre arquitecto e ingeniero, siendo éste un debate que resta sin resolver) cuya compleja personalidad, muy a su pesar, enamorará al espectador, y es que a lo largo de prácticamente dos horas y media el encanto de la demencia y la nobleza de la putrefacción cristianizan entre alemanas terminologías y sofisticadas fechorías que, seguramente, harán las delicias de propios y extraños.

Lo peor: el montaje está plagado de cortes, lo cual afecta al visionado por la escasa fluidez que ello provoca en cuanto a empatizar con un protagonista que ensalza la belleza de la decadencia (si bien la violencia de algunas secuencias es demasiado explícita se justifica enriquecedora e ilustrativamente) como el director lo hace con el arte (en el más amplio sentido del término), trascendiendo la recóndita e implorada divinidad más allá de la pantalla con tanta simbología (pianistas, catedrales, calles, puertas, jurisdicciones, lluvias, carrizos, poemas, sombras, muletas, vinos, iconos, ruinas, alarmas y un largo etcétera) que, a la postre, uno duda de su adecuación argumental al saturar sin remedio; la metáfora como principal método narrativo (recurso sumamente característico del autor) no difiere en exceso de anteriores trabajos (el contraste de la inocencia del cordero y el salvajismo del tigre, sin ir más lejos, es tan típico como atentar contra animales o desarraigarse del seno familiar en edades tempranas en depravados como el tratado), afectando mucho al factor sorpresa y, por ende, a la originalidad de tan creativa e inspiradora propuesta; el comprensible pecado de caer en la tentación de visionar la película doblada debido a su duración, y es que la versión original de la misma aporta matices inapreciables en la traducida, en especial en lo referente al sufrimiento de las víctimas (mujeres en su gran mayoría, por cierto, y es que el machismo es una constante) y, más concretamente, a las tenaces e imprudentes técnicas que, con el paso del tiempo, el narcisista e impulsivo maníaco logra ir perfeccionando.



Daniel Espinosa




The night comes for us
(Timo Tjahjanto, 2018)






Ficha técnica

Título original: The night comes for us
Año: 2018
Nacionalidad: Indonesia
Duración: 118 min.
Género: Acción, Suspense
Director: Timo Tjahjanto
Guión: Timo Tjahjanto
Reparto: Joe Taslim, Iko Uwais, Julie Estelle, Sunny Pang, Zack Lee, Shareefa Daanish, Abimana Aryasatya, Hannah Rashid, Dian Sastrowardoyo, Epy Kusnandar, Salvita Decorte y Dimasson Anggara


Sinopsis

Un hombre que trabajaba para la mafia tendrá que proteger a una joven y escapar de su anterior banda criminal en una violenta batalla...


Valoración

Lo mejor: la alternativa a la saga The raid en la que se traduce esta joya del cine de acción, y es que cuando dicha franquicia vio la luz parecía que nunca iba a encontrar una digna sucesora hasta que Timo Tjahjanto ha decidido regalar al público un trabajo en el que cada plano desprende un epicismo digno de recordarse por siempre jamás, ofreciendo no ríos sino mares de sangre, mediante todo tipo de armas (fabricadas e improvisadas) y fisionomías (a cuerpo descubierto), en variopintos escenarios (la carnicería puede que sea el más loable e impactante por la bestialidad que en él ocurre) con inusitada elegancia (que violencia tan explícita como la plasmada la atesore es muy meritorio); la rivalidad entre Joe Taslim e Iko Uwais, dos expertos en artes marciales cuyo enfrentamiento ficticio viene precedido de una amistad que se remonta tres años atrás (la historia alterna momentos pasados y presentes para explicar tan radical cambio de relación) y que, a la postre, protagonizan el típico enfrentamiento final que, frenético e inolvidable, concentra la dureza extrema atisbada en el resto de metraje (apenas concede segundos de respiro), no apto para estómagos sensibles; la deslumbrante e imaginativa coreografía, magníficamente ejecutada para sufrimiento de un sinfín de figurantes destinados a morir a manos (textualmente en la mayoría de casos) de despiadados mafiosos pertenecientes a “los seis mares”, la élite de la tríada más peligrosa del sureste asiático cuya carta blanca para mantener el orden sirve para que Netflix pueda presumir, al fin, de un proyecto destacable de veras de entre su amplio catálogo (en progresiva evolución) de prometedoras e insatisfactorias propuestas.

Lo peor: la traducción al español, sin llegar a ser nefasta, resta mucho carácter a los personajes (el traficante de heroína merece una mención a parte al ser uno de esos villanos que encandilan sin esfuerzo alguno) a causa de su contundencia original (lo habitual), percibiéndose en ciertas escenas que se han conservado tal cual (sabia decisión que francés, indonesio e inglés se antojen más locuaces que para internacionalizar idiomáticamente la cinta) presentándose subtituladas; el dramatismo familiar (se incluiría en este punto a la infante de telón fondo como simbólica expiación de pecados para lidiar con los demonios propios), aunque no abarca excesivos minutos y fundamenta la trama, perjudica al adrenalítico ritmo del conjunto; la misión suicida, precipitada e injustificadamente (desde una perspectiva realista) emprendida en aras de ajusticiar a todo aquel que se dedica al tráfico de drogas, armas y personas resulta un tanto contradictoria al llevarse a cabo, precisamente, por los integrantes de uno de los clanes instaurados en los suburbios más influyentes de tan ilegal panorama.



Daniel Espinosa

 
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